La conjura de los zampabollos
En el debate sobre la carne suscitado por el ministro Alberto Garz¨®n, se ha hablado de todo, menos de lo importante: la econom¨ªa rural, el impacto ambiental o la crueldad con los animales
De esta columna solo ten¨ªa el t¨ªtulo, me hac¨ªa gracia. Pens¨¦ la frase cuando el ministro de Consumo, Alberto Garz¨®n, propuso limitar la publicidad de guarrer¨ªas azucaradas para ni?os y un responsable del PP se hizo una foto de protesta rodeado de pastelitos. Nadie le entiende mejor que yo, cuando viv¨ªa fuera y llegaba a Espa?a paraba en la primera gasolinera a comprar un tigret¨®n y lo engull¨ªa nada m¨¢s pagar en la caja. Y confieso que a¨²n lo hago. Ahora bien, de ah¨ª a no saber que no es lo mejor para la salud hay un abismo. Es parte del placer prohibido, pero lo s¨¦. La frase me vuelve cuando se l¨ªa por algo parecido. Ahora, con el famoso asunto de la carne. Llevamos m¨¢s de una semana hablando de esto, es asombroso, y aun as¨ª no se ha aclarado. Un primer misterio: ?por qu¨¦ The Guardian le hace una entrevista a Garz¨®n? Es como si aqu¨ª entrevistaran al ministro de la Marina h¨²ngaro, se me escapa el inter¨¦s. Pero es cierto que esto responde al reproche de por qu¨¦ anda diciendo estas cosas en un peri¨®dico extranjero. Est¨¢ claro, hombre, antes de este l¨ªo a nadie se le hubiera ocurrido entrevistarle aqu¨ª. Normal que se vaya fuera.
Luego, esto tan contempor¨¢neo de emplear una semana en dar vueltas a lo mismo, con tan pobres resultados. La informaci¨®n fluye m¨¢s, pero necesitamos diez veces m¨¢s tiempo para informarnos. Nunca se llega a debatir de verdad, son todo chutes de az¨²car ret¨®ricos, frases con picapica, titulares sabor cola. Y era una oportunidad para hablar de algo interesante, con lo dif¨ªcil que es en Espa?a. Adem¨¢s de este tema, con ese mito de que se come como en ning¨²n sitio y seguimos la dieta mediterr¨¢nea. Pero es que nuestros pol¨ªticos ya nos tratan como audiencias, no como a ciudadanos. Se ha evitado cuidadosamente el n¨²cleo de la cuesti¨®n, no sea que hubiera que hablar en serio. Todo se ha centrado en reiterar que la industria c¨¢rnica espa?ola cumple los requisitos de calidad. Solo faltaba, ya lo supon¨ªamos. Pero pod¨ªamos hablar tambi¨¦n de econom¨ªa rural, impacto ambiental y hasta de crueldad con los animales. Catalu?a prohibi¨® los toros, pero no parece que se planteen acabar con esa masacre oculta mucho mayor de animalitos indefensos, su imperio de granjas de cerdos.
Sabemos que la ¨²nica raz¨®n para que la Supercopa no se juegue en Corea del Norte o Nicaragua es porque no pagan lo suficiente. Y quiz¨¢ hoy ser¨ªa imposible prohibir fumar en lugares cerrados. Seguro que las tabacaleras se dar¨¢n cabezazos en la pared: ¡°?Ay, si nos hubiera pillado esta ¨¦poca de defensa de las libertades!¡±. Hoy los argumentos que no tengan que ver con el dinero se consideran ingenuos, es un tab¨² de nuestro tiempo: los principios. Solo interesan los finales. No queremos saber lo que hay detr¨¢s de cada compra, pues intuimos bien que puede haber algo indecente, y todo el invento se apoya en eso. Si no, si te explicaran lo que pagan a quienes los fabrican, c¨®mo ibas a poder comprarte un m¨®vil o una camiseta baratos. Yo desde luego no lo quiero saber. Pero puede haber soluciones ingeniosas. Se podr¨ªa empezar a distinguir ya en los men¨²s el chulet¨®n de ganader¨ªa intensiva y extensiva. Solo cuando veamos que el segundo es m¨¢s caro tendremos claro que es mejor, y el otro, de pobres. Es lo ¨²nico que funciona. Pongamos a Alfonso Fern¨¢ndez Ma?ueco o Pedro S¨¢nchez delante de un chulet¨®n de cada y a ver cu¨¢l cogen; tontos no son. Sabes que est¨¢s en un barrio humilde por los ni?os gorditos que ves en todas partes, aunque el pijo cul¨®n es un cl¨¢sico, nunca he sabido por qu¨¦.
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