El poder me encanta
La derecha est¨¢ inmersa en un mero debate sobre qui¨¦n detenta el poder. Ni una menci¨®n a ideas, principios, programas o estrategias
Uno tras otro, los barones del PP emerg¨ªan de la sede de G¨¦nova, ya de madrugada, cantando las bondades de un ¡°liderazgo fuerte¡± que saldr¨¢ del pr¨®ximo congreso del partido. Ni una sola menci¨®n a ideas, programas, principios o estrategias. Como si la principal formaci¨®n de derechas del pa¨ªs no necesitase actualizaciones de su credo y en sus pr¨¢cticas a pesar de la complejidad y velocidad con las que se est¨¢ transformando el mundo en esta tercera d¨¦cada del siglo XXI. El poder puro. Sin desviaciones distractoras.
Tal vez les interesase, por ejemplo, profundizar en las razones de por qu¨¦ parte del voto de la derecha tradicional se est¨¢ trasladando hacia las extremas derechas en muchas partes, incluida Espa?a, lo que les da tantos dolores de cabeza. Esa ¡°seducci¨®n por el autoritarismo¡± descrita por la historiadora y periodista estadounidense de origen polaco Anne Applebaum.
La potente emergencia electoral de las derechas radicales ha forzado una competencia por el control del espectro pol¨ªtico e ideol¨®gico que las distintas familias liberal-conservadoras no conoc¨ªan desde 1945. Las extremas derechas tambi¨¦n pretenden cambiar el mundo, con combinaciones de nacionalismo, posiciones econ¨®micas libertarias (o todo lo contrario, ultraestatistas), xenofobia, racismo, misoginia, rechazo a la inmigraci¨®n, condena del multiculturalismo, denuncia de las imposiciones de la Uni¨®n Europea, alegatos contrarios a la presunta islamizaci¨®n de Europa (¡°el gran reemplazo¡±), etc¨¦tera. No todas esas derechas son iguales; por ejemplo, ante el conflicto ucranio, unas simpatizan con Putin mientras que otras son atlantistas.
En Espa?a el debate se concentra en si el PP ha de pactar con Vox y compartir las cu?as de poder que en las distintas elecciones van obteniendo o si hay que levantar un ¡°cord¨®n sanitario¡± que impida a Vox conquistar cuotas de gobernaci¨®n. Para decidir ser¨ªa pr¨¢ctico reflexionar acerca de las causas de que el estilo de la extrema derecha cale con fluidez en la derecha tradicional (la presionan para que abandone posiciones moderadas y gire hacia estribor) o el hecho de que sectores de la clase trabajadora abandonen su tradicional identidad de izquierdas y apoyen a la derecha radical.
Entre los motivos de estos desplazamientos se han desarrollado los factores culturales o identitarios, pero mucho menos los econ¨®micos. Ahora, economistas tan representativos como Olivier Blanchard (Instituto Tecnol¨®gico de Massachusetts) y Dani Rodrik (Harvard) intentan desentra?ar el efecto de las desigualdades en la pol¨ªtica, y viceversa (Combatiendo la desigualdad; Deusto). La desigualdad econ¨®mica aumenta desde principios de los a?os ochenta del siglo pasado por una combinaci¨®n de los postulados desreguladores de la revoluci¨®n conservadora, la globalizaci¨®n y la rapidez en la instalaci¨®n de las nuevas tecnolog¨ªas. Ello ha acentuado las divisiones ya existentes y creado otras.
Entienden que las desigualdades se manifiestan en una menor confianza en las ¨¦lites pol¨ªticas, descontento social y apoyo a la extrema derecha. La desigualdad frena el crecimiento al reducir las oportunidades econ¨®micas de las clases medias y bajas, y fomenta (o refleja) rentas monopolistas para los m¨¢s poderosos. Ambos insisten en que se precisan pol¨ªticas p¨²blicas que favorezcan la expansi¨®n de las clases medias o los empleos de calidad; la escasez de este tipo de empleos y las preocupaciones econ¨®micas que en los ciudadanos llevan aparejadas ¡°han desempe?ado un papel determinante en el auge de la extrema derecha¡±.
Todo orden social refleja un contrato social subyacente. Una buena parte de los cient¨ªficos sociales en activo hace suya una de las m¨¢ximas centrales del gran fil¨®sofo americano John Rawls: una sociedad justa debe distribuir los bienes b¨¢sicos desigualmente, favoreciendo a los que se encuentran en peores situaciones. ?Est¨¢ de acuerdo el nuevo PP con ello? La desigualdad afecta a nuestras democracias en forma de una mayor polarizaci¨®n. Si su ¨²nico problema fuese el nombramiento de un nuevo presidente que sustituya a Pablo Casado, sus dirigentes recordar¨¢n aquella frase de Adolfo Su¨¢rez, en el esplendor de su carrera pol¨ªtica, cuando preguntado por un periodista de la revista Paris Match respondi¨® contundente: ¡°El poder me encanta¡±.
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