Feij¨®o: una decisi¨®n de alto coste
El pr¨®ximo presidente del Partido Popular ya no podr¨¢ decir que ¨¦l nunca ha pactado con Vox porque no ser¨¢ cierto
La crisis en pol¨ªtica ha sido definida como un momento de transformaci¨®n, un momento en el que se reconoce que se puede, y de hecho se debe, hacer una intervenci¨®n decisiva. La crisis del Partido Popular, que se inici¨® con la moci¨®n de censura a Mariano Rajoy y estall¨® con la pelea entre Pablo Casado e Isabel D¨ªaz Ayuso, exig¨ªa esa intervenci¨®n determinante y Alberto N¨²?ez Feij¨®o la ha tomado. Ten¨ªa en su mano la oportunidad de impedir un gobierno de coalici¨®n con la extrema derecha en Castilla y Le¨®n y convertir de nuevo al PP en un partido conservador europeo, que demostrara que puede dirigir Espa?a desde un centro derecha moderado. El dirigente popular ha optado por una intervenci¨®n decisiva, desde luego, pero en un sentido totalmente contrario: en lugar de desplazar a Vox, le ha dado entrada en un gobierno, por primera vez en la democracia espa?ola, y ha convertido al PP en el aliado de una extrema derecha rechazada en la mayor¨ªa de los pa¨ªses de la Uni¨®n Europea. Y lo ha hecho adem¨¢s en un momento especialmente peligroso: se ha colocado en el margen extremo del Partido Popular Europeo cuando la formidable crisis pol¨ªtica y econ¨®mica que ha provocado la invasi¨®n de Ucrania por tropas rusas exige la m¨¢xima unidad y cooperaci¨®n entre gobiernos y partidos de la UE.
La entrada de la extrema derecha en un gobierno auton¨®mico es una noticia triste. Se equivocar¨ªa el Partido Socialista o la izquierda en general si creen que la invitaci¨®n del PP a la extrema derecha puede proporcionarles r¨¦ditos electorales. Es cierto que los populares debieron tomar la decisi¨®n hace ya d¨ªas y que sus dirigentes solo ofrecieron una resistencia m¨¢s o menos teatral a la exigencia inicial de Vox de entrar en el gobierno. A¨²n as¨ª es de lamentar que el Partido Socialista no tuviera la audacia, no s¨®lo de ofrecerse a apoyar al candidato popular con su abstenci¨®n sino de hacerlo p¨²blico el mismo mi¨¦rcoles por la noche, cuando se anunci¨® una moment¨¢nea ¡°ruptura¡± de las negociaciones con Vox. Por lo menos, habr¨ªa quedado en evidencia que todo era una ficci¨®n.
Nadie en la izquierda o la derecha deber¨ªa ignorar la gravedad del paso dado. Es cierto que el PP y otros partidos europeos han llegado ya en otros momentos a acuerdos de investidura con la extrema derecha. Pero una cosa son esos acuerdos y otra, mucho m¨¢s peligrosa, darles acceso a los ¨®rganos de gobierno. Es desde los gobiernos, ejerciendo el poder y la gesti¨®n, desde donde Vox har¨¢ valer su programa y difundir¨¢ su mensaje. Por primera vez, la extrema derecha ha conseguido en Espa?a saltar el cord¨®n sanitario y adquirir lo que los expertos llaman ¡°un escudo reputacional¡±. Desde el Gobierno de Castilla y Le¨®n y desde la presidencia de las Cortes de esa comunidad aut¨®noma, Vox defender¨¢ sus temas m¨¢s queridos y controvertidos. No tardaremos en ver c¨®mo la inmigraci¨®n, el nacionalismo excluyente, la reivindicaci¨®n de los valores m¨¢s rancios, machistas y racistas ocupan el debate pol¨ªtico en esa comunidad y c¨®mo saltan desde all¨ª a otros escenarios pol¨ªticos. La lectura de los cinco folios del programa de legislatura no alivia la preocupaci¨®n: se trata de una lista de generalidades, un prodigio de ambig¨¹edad y frases hechas, que deja abiertas muchas puertas a las exigencias de Vox.
El candidato popular, Alfonso Fern¨¢ndez Ma?ueco, jam¨¢s estuvo en situaci¨®n de tomar una decisi¨®n contraria a los intereses de N¨²?ez Feij¨®o. Si el nuevo l¨ªder de los populares no hubiera querido, Fern¨¢ndez Ma?ueco no habr¨ªa dado nunca ese paso, as¨ª que el pr¨®ximo presidente del PP no puede esconderse ni rechazar la responsabilidad en lo ocurrido. Feij¨®o llega a la direcci¨®n del PP con una decisi¨®n tomada que puede marcar toda su trayectoria pol¨ªtica futura. Ya no podr¨¢ decir que ¨¦l nunca ha pactado con Vox porque no ser¨¢ cierto. Pudo haber ayudado a cambiar toda la desagradable din¨¢mica pol¨ªtica de este pa¨ªs y con los hechos parecer haber renunciado a ello. Si ahora quiere volver a dar un giro, lo tendr¨¢ mucho m¨¢s dif¨ªcil porque, una vez m¨¢s, un dirigente pol¨ªtico espa?ol ha sacrificado su credibilidad a sus intereses m¨¢s inmediatos.
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