Assange hizo lo que deb¨ªa hacer
La labor de todos los periodistas puede verse comprometida si el Reino Unido autoriza la extradici¨®n de Assange a EE UU
Esta es una ¨¦poca de incertidumbre, muy propicia a relatos sesgados y formidables manipulaciones: aumenta la tensi¨®n con Rusia respecto a Lituania, un pa¨ªs miembro de la Alianza Atl¨¢ntica; sube la inflaci¨®n, ...
Esta es una ¨¦poca de incertidumbre, muy propicia a relatos sesgados y formidables manipulaciones: aumenta la tensi¨®n con Rusia respecto a Lituania, un pa¨ªs miembro de la Alianza Atl¨¢ntica; sube la inflaci¨®n, existe un eventual riesgo de escasez energ¨¦tica en oto?o, la guerra en Ucrania cumple ya cuatro meses¡ Todos estos escenarios exigen informaci¨®n verificable y libre, pero, lamentablemente, los periodistas que realizan ese trabajo profesional corren estos d¨ªas un grav¨ªsimo peligro: su labor puede verse comprometida en su esencia si la justicia brit¨¢nica autoriza finalmente la extradici¨®n a Estados Unidos de Julian Assange, el creador de Wikileaks, y si se califica su trabajo de espionaje y no de periodismo.
Los lectores de El Pa¨ªs han visto en estas p¨¢ginas decenas, centenares de informaciones, importantes y verificadas, que fueron puestas al alcance de este peri¨®dico (como de Le Monde, Der Spiegel, The New York Times o The Guardian) gracias a Assange. Trataban sobre las guerras de Afganist¨¢n y de Irak, fundamentalmente sobre abusos concretos a los que hab¨ªa sido sometida poblaci¨®n civil y que provocaron miles de muertos inocentes, y sobre los cables diplom¨¢ticos intercambiados por embajadas de Estados Unidos en todo el mundo y el Departamento de Estado. Todas esas informaciones, todos esos cables fueron revisados una y otra vez para impedir que ni uno solo de ellos contuviera informaci¨®n que pudiera poner en peligro la vida de una sola persona. Y la Fiscal¨ªa de Estados Unidos no ha sido capaz de presentar ning¨²n caso concreto en el que la vida de un norteamericano o de un socio suyo corriera peligro por las informaciones difundidas por Wikileaks y publicadas en estos peri¨®dicos.
Si algo qued¨® claro en las decenas de miles de cables le¨ªdos por los periodistas que trabajaron con Assange fue que se calificaba de ¡°secreto de Estado¡± a centenares de miles de documentos, comunicaciones y papeles que no ten¨ªan nada que ver con la seguridad del Estado. El secreto de Estado, recordaba el catedr¨¢tico Marc Carrillo, tiene que ser una excepci¨®n, no una regla. No se puede calificar as¨ª a informaciones de inter¨¦s p¨²blico que autoridades y poderes simplemente no quieren que se conozcan porque comprometen su reputaci¨®n, sus intereses electorales o empresariales o incluso sus puestos de trabajo.
Assange es una figura pol¨¦mica y dif¨ªcil de catalogar. Algunas de sus manifestaciones despiertan rechazo e incluso antipat¨ªa personal. Pero no existe duda respecto a cu¨¢l fue su trabajo y su actitud. Assange no es un esp¨ªa ni un hacker que robara informaci¨®n delicada, sino un periodista al que se acusa de animar a una joven militar, especialista en inteligencia, a que le proporcionara ese tipo de informaci¨®n, hecho por el que se le imputan 17 violaciones de la ley estadounidense de Espionaje, con una pena probable de 50 a?os de prisi¨®n. La soldado Chelsea Manning, responsable de la filtraci¨®n, fue finalmente indultada, pero Assange, que tiene 50 a?os y fue el responsable de su difusi¨®n, afronta pr¨¢cticamente morir en la c¨¢rcel.
No es extra?o que periodistas de todo el mundo se sientan gravemente amenazados. Difundir informaciones que proceden de una filtraci¨®n, de un funcionario, un pol¨ªtico, un empleado de un banco o de un laboratorio es una de las funciones evidentes del oficio. Los periodistas profesionales piden informaci¨®n a quien est¨¢ en posesi¨®n de ella y animan a cualquier ciudadano que posea informaci¨®n relevante a que los ayude a darla a conocer o, ahora que existen medios tecnol¨®gicos para ello, a que las depositen de manera an¨®nima en buzones seguros.
La extradici¨®n de Julian Assange est¨¢, en ¨²ltima instancia, en manos del primer ministro. Quiz¨¢s Boris Johnson no quiera pasar a la historia como el pol¨ªtico conservador brit¨¢nico que promovi¨® el mayor ataque a la libertad de informaci¨®n de las ¨²ltimas d¨¦cadas. Es verdad que hace ya mucho tiempo que se est¨¢n produciendo en todo el mundo recortes a la libertad de informaci¨®n, un estrechamiento que, bajo el pretexto de proteger a los individuos de las agresiones de los medios ¡°amarillos¡±, termina por ignorar, precisamente, los ataques contra la intimidad de las personas, y por cercenar, en cambio, la libertad de informaci¨®n sobre hechos y cuestiones sobre las que el p¨²blico tiene un inter¨¦s leg¨ªtimo. Este golpe ser¨ªa casi definitivo. Julian Assange, con la ayuda de El Pa¨ªs y de otros grandes peri¨®dicos europeos y norte?americanos, hizo justamente lo que ten¨ªa que hacer.
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