Si los insectos construyeran el mundo, otro gallo cantar¨ªa
Una instalaci¨®n moldeada por polinizadores invita a reflexionar sobre c¨®mo ser¨ªa el planeta si estuviera en manos de los animales (y no de los humanos)
Una primera impresi¨®n: descuido, acumulaci¨®n, una fealdad agresiva, el desorden de los parches de tierra en los que, en nuestras ciudades, prosperan hierbajos y a veces flores. No se trata de eso, sin embargo, sino de un jard¨ªn perfectamente concebido y cuidado a diario que cuenta con un orden espec¨ªfico, aunque no sea el nuestro. Alexandra Daisy Ginsberg ¡ªuna artista brit¨¢nica multidisciplinar nacida en 1982¡ª lleva algunos a?os interesada en crear esculturas que est¨¦n ¡°vivas¡± y puedan ser habitadas. Pollinator Pathmaker, su instalaci¨®n, fue inaugurada frente al Museo de Ciencias Naturales de Berl¨ªn el 20 de junio de este a?o y es una de esas esculturas; permanecer¨¢ en exposici¨®n ¡ªaunque ¡°exposici¨®n¡± no es realmente la palabra¡ª hasta el 1 de noviembre de 2026.
Ginsberg suele abordar en su obra nuestras dif¨ªciles relaciones con la naturaleza y la tecnolog¨ªa, pero Pollinator Pathmaker las integra: desarrollada inicialmente con fondos del Eden Project y de la Gaia Art Foundation, adem¨¢s de Google Arts & Culture, y exhibida en Berl¨ªn con el apoyo de la LAS Art Foundation, una organizaci¨®n sin fines de lucro que trabaja en la intersecci¨®n entre arte, nuevas tecnolog¨ªas y ciencia y explora espacios no convencionales de exhibici¨®n, Pollinator Pathmaker fue creada con la ayuda de un algoritmo al que Ginsberg aliment¨® con informaci¨®n sobre preferencias y h¨¢bitos de los insectos polinizadores m¨¢s recurrentes ¡ªen Berl¨ªn, mariposas, polillas, moscas, escarabajos, abejas y avispas¡ª, de all¨ª su nombre, que alude a la capacidad de estos insectos de orientarse en el medio natural y trazar rutas que otros pueden recorrer. La obra, es, en palabras de su responsable, ¡°una escultura hecha con flores¡± ¡ªde unas 80 variedades de plantas, entre ellas, salvia nemorosa, scilla siberica, san¨ªcula hembra y rud?beckia¡ª con la que Ginsberg aspira a recordarnos el hecho de que los polinizadores ¡ªcuya contribuci¨®n a la continuidad del mundo vegetal y la salud del ecosistema es determinante¡ª est¨¢n desapareciendo a consecuencia de la contaminaci¨®n y el desastre clim¨¢tico.
?Qu¨¦ suceder¨ªa si nuestros jardines no fueran dise?ados para nuestra satisfacci¨®n sino para la de las especies no humanas? ?C¨®mo se ver¨ªan? ?Qu¨¦ plantas los conformar¨ªan? ?Y a qu¨¦ distancia unas de otras? ?De qu¨¦ manera podr¨ªamos aprender a mirarlos, reconciliados por fin con la idea de que no somos los ¨²nicos habitantes de nuestro planeta ni, al parecer, los m¨¢s necesarios? La destrucci¨®n del mundo f¨ªsico ¡ªa cada d¨ªa m¨¢s dif¨ªcil de negar, dados los incendios forestales y las temperaturas extremas, la escasez de agua en buena parte del planeta y las cosechas malogradas, la sucesi¨®n de olas de calor in¨¦dita hasta la fecha y su efecto en las personas m¨¢s vulnerables, incluidos los trabajadores al aire libre y los ancianos¡ª se ha convertido en uno de los asuntos m¨¢s recurrentes de la pr¨¢ctica art¨ªstica contempor¨¢nea, como pone de manifiesto Pollinator Pathmaker: la instalaci¨®n frente al Museo de Ciencias Naturales conecta de alg¨²n modo con la que el artista argentino Tom¨¢s Saraceno cre¨® para la Serpentine Gallery de Londres en 2021, cuando ¡ªcomo parte de un esfuerzo mayor por acoger en el espacio de la galer¨ªa a personas de todas las edades, pero tambi¨¦n a insectos, plantas y animales¡ª ¡°exhibi¨®¡± una habitaci¨®n cubierta de telara?as. Web(s) of life no s¨®lo ofrec¨ªa un espect¨¢culo infrecuente, y vivo, ya que las ara?as continuaron trabajando durante los tres meses que estuvieron en la Serpentine, sino que tambi¨¦n evocaba poderosamente la idea de un mundo, ¡°otro¡±, en el nuestro, un mundo radicalmente distinto ¡ªy no exento de belleza y de eficacia¡ª del que podr¨ªamos disfrutar si permiti¨¦semos a otras especies darle forma y modificarlo a su antojo; una prerrogativa que tecn¨®cratas, adictos a las tecnolog¨ªas disruptivas y narcisistas infatuados no parecen dispuestos a ceder ni siquiera a la vista del hecho de que su resultado es la inviabilidad del mundo f¨ªsico y el acabamiento de nuestra sociedad.
?C¨®mo podr¨ªamos reconciliarnos con la idea de que no somos los ¨²nicos habitantes del planeta ni los m¨¢s necesarios?
Ginsberg y Saraceno nos hablan de la necesidad de ¡°deshumanizar¡± nuestra mirada para reflexionar as¨ª sobre nuestra responsabilidad en la cat¨¢strofe clim¨¢tica y en tratar de evitar sus manifestaciones m¨¢s extremas; libros recientes como Cuando los animales sue?an, de David M. Pe?a-Guzm¨¢n (Errata Naturae); Planta Sapiens, de Paco Calvo y Natalie Lawrence (Seix Barral), y El mundo sin nosotros, de Alan Weisman (Debate), por mencionar s¨®lo algunos t¨ªtulos, son producto del hecho de que ¡ªsean conscientes de ello por completo o no¡ª muchas personas parecen compartir en este momento la percepci¨®n de que atender a otras formas de vida y procurar ver el mundo con sus ojos puede ofrecer respuestas a la pregunta de c¨®mo continuar, tras hacerse evidente que el proyecto de un crecimiento continuado y potencialmente interminable en un mundo f¨ªsico que no lo es est¨¢ convirtiendo nuestra vida en un infierno. Como escribi¨® Georg Christoph Lichtenberg: ¡°No s¨¦ si todo ser¨¢ mejor si las cosas cambian, pero puedo decir esto: deben cambiar para que todo sea mejor¡±.
Un mediod¨ªa algo fr¨ªo para la temporada, y no especialmente soleado, el jard¨ªn creado por Alexandra Daisy Ginsberg se presenta ante los ojos del visitante como una mancha de verdes salpicada de amarillos, blancos y violetas, como en una pintura tard¨ªa de Monet. Hay ni?os, un par de oficinistas apurando el almuerzo que se han tra¨ªdo de casa, familias que vinieron a ver los dinosaurios y algunos turistas. Hay abejas, moscas y mariposas, pero tambi¨¦n autom¨®viles que pasan a toda velocidad unos metros m¨¢s all¨¢, el tranv¨ªa, un quiosco en el que unos adolescentes toman coca-colas y fuman debajo de un toldo. El Museo de Ciencias Naturales se encuentra en la Invalidenstrasse, una de las calles m¨¢s habitualmente empleadas para ir del oeste al este de Berl¨ªn. Hay ruido y olor a gasolina quemada, y el jard¨ªn parece estar por completo fuera de lugar all¨ª, en el centro de una capital europea permanentemente en obras. Pero quiz¨¢s no lo est¨¦, y la ¡°escultura viva¡± de Ginsberg est¨¢ acompa?ada de instrucciones en una p¨¢gina web (pollinator.at) para que, quien lo desee, cree su propio jard¨ªn polinizador para insectos. Fue dise?ado para que ¨¦stos puedan alimentarse a lo largo de todo el a?o y, tambi¨¦n a lo largo del a?o, ir¨¢ cambiando de aspecto y de poblaci¨®n, en el que quiz¨¢s sea su m¨¢s importante contribuci¨®n a nuestra comprensi¨®n del tiempo como algo que permanece abierto, amenazador, pero tambi¨¦n pre?ado de posibilidades si aprendemos a mirar, por fin, con otros ojos.
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