Demostrativos de desprecio
En algunos contextos, el uso de ciertos pronombres nos presenta como objetos, nos despersonaliza
La degradaci¨®n del lenguaje pol¨ªtico sigue avanzando, aunque no de forma sim¨¦trica: la oposici¨®n suele mostrarse m¨¢s aplicada.
El desprecio mutuo que unos y otros expresan en sus discursos constituye un penoso ejemplo para la ciudadan¨ªa. Diputados y senadores ofrecen a menudo notorios ejemplos de comportamientos impropios que denotan una carencia escandalosa de buena educaci¨®n.
Tras la visita de Pedro S¨¢nchez a Israel, el diputado Esteban Gonz¨¢lez Pons, del PP, emiti¨® el 24 de noviembre un tuit al respecto (o un equis, no s¨¦ qu¨¦ sustantivo preferir¨¢ Elon Musk hoy, y mucho menos el que preferir¨¢ ma?ana). Dec¨ªa as¨ª: ¡°Viajar a Israel para enemistarte es lo contrario de diplom¨¢tico. Ir invitado a casa del aliado para ofenderle es la peor jugada exterior para Espa?a. Para viajar el ¨²ltimo y crear un conflicto, mejor no haber ido. Primero, el Magreb y ahora, Oriente Medio, este rompe lo que toca¡±. No entraremos en la deficiente puntuaci¨®n de la ¨²ltima frase, sino en el uso del pronombre ¡°este¡±.
A algunos nos ense?aron de ni?os que no se deben emplear estas expresiones, pues pueden tomarse como ofensivas. Quienes no recibieran ese consejo familiar quiz¨¢s se hayan topado con ¨¦l en la escuela. O m¨¢s tarde en las gram¨¢ticas y en las obras acad¨¦micas. Incluso por c¨®mo les sienta a ellos ese tratamiento.
El valor peyorativo o despectivo de los pronombres ¡°este¡± o ¡°ese¡± (y ¡°esta¡± y ¡°esa¡±) ya estaba en el lat¨ªn iste, y ha llegado hasta nuestros d¨ªas atravesando los siglos. El Libro de estilo de la lengua espa?ola, elaborado por la Real Academia (Espasa, 2018), se?ala en su p¨¢gina 74: ¡°Puede considerarse despectivo, e incluso ofensivo, el uso de los demostrativos en los que deber¨ªa usarse un pronombre personal u otra expresi¨®n: ¡®La culpa la tiene este¡¯ (por ¨¦l), ¡®Esta no sabe lo que dice (por Mar¨ªa, esta chica¡)¡±. La gram¨¢tica de 1973 tambi¨¦n advert¨ªa: ¡°Puede ser irrespetuoso designar con los demostrativos a personas presentes que merecen alguna consideraci¨®n o con las que no se tiene confianza¡± (¡), ¡°es una descortes¨ªa evidente¡± (p¨¢gina 431).
En realidad, gram¨¢ticas y manuales nos cuentan ah¨ª algo que se sabe por intuici¨®n, por competencia natural en nuestra propia lengua. En determinados contextos, la sustituci¨®n de nombres propios o pronombres personales por pronombres demostrativos nos presenta como objetos, nos despersonaliza. Y sube un grado en su crudeza cuando se arroja contra aquellos a quienes se ha de tratar con respeto por la dignidad de su cargo, o por su edad o su prestigio.
Pero la degradaci¨®n avanza sin cesar, con lo cual podemos temer nuevos saltos en los escalones del desprecio mutuo, como la posposici¨®n del demostrativo (¡°Mira lo que ha dicho el presidente este¡±); la anteposici¨®n de un art¨ªculo (¡°el S¨¢nchez se ha ido a Israel¡±) ¨Ctomada como despectiva en Espa?a, excepto en Catalu?a y zonas de influencia¨C; o ambas posibilidades a la vez (¡°el S¨¢nchez este rompe lo que toca¡±).
Confiemos en que, pese al mal ejemplo que ha dado Gonz¨¢lez Pons, el ni?o que diga de su hermana ¡°mam¨¢, esta me ha quitado el juguete¡±, o la alumna que diga de su compa?ero ¡°profe, este me ha manchado el libro¡± sigan recibiendo la tradicional admonici¨®n: ¡°Ni?a, este tiene nombre¡±. ¡°Ni?o, esta se llama Edelmira¡±. Y despu¨¦s ya veremos c¨®mo se resuelve el conflicto de fondo y ya debatiremos si en la visita a Netanyahu no se debi¨® mentar la soga en casa del ahorcado o si, por el contrario, fue mejor cantarle las cuarenta. Pero antes de eso, ni?os y diputados, comp¨®rtense.
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