Duelo por la muerte de un pez
A muchos el duelo les parece demasiado grande tambi¨¦n para un despido, una mudanza, un amor adolescente, un gato...
A m¨ª no me gustan los acuarios ni los animales encerrados, pero en alg¨²n momento ca¨ª en la tentaci¨®n de cumplir el deseo de mi hija y le compr¨¦ un goldfish cabeza de le¨®n. Ella quer¨ªa cuidar de su pez, darle el mejor acuario, el agua m¨¢s limpia, ser su amiga. No quiero que mi hija imagine al amor como una forma de encierro y cuidados, pero tras meses de s¨²plica, acced¨ª. A ella le pareci¨® el mejor d¨ªa de su vida. Esta semana, mientras Buggi agonizaba yo le¨ªa Biograf¨ªa de X, de Catherine Lacey, donde la protagonista se hace la siguiente pregunta: ¡°?Es posible que lo mejor que le puede llegar a pasar a una persona sea tambi¨¦n lo peor?¡±.
Mi hija estaba de campamento cuando el animal empez¨® a morir. El d¨ªa de su regreso, amaneci¨® nadando panza arriba, as¨ª que ella iba a encontrarlo agonizando y lo peor empezar¨ªa a pasarnos sin remedio. Dese¨¦ que Buggi muriera. Si ten¨ªa esa suerte entonces podr¨ªa cambiarlo por otro igual y ella no notar¨ªa la diferencia. Podr¨ªamos seguir viviendo en lo mejor. Pero las branquias de Buggi a¨²n se mov¨ªan.
¡°Es dif¨ªcil que sobreviva pero no imposible¡±, dijo el due?o de Vida Marina, la tienda de Chamber¨ª donde criar peces es una religi¨®n. ¡°?Pero qu¨¦ hago? ?Me llevo otro o espero?¡±. ¡°Es una decisi¨®n muy dif¨ªcil¡±, sentenci¨® mientras me cobraba la comida que devoran los guppys. Esos peces, a los que mi hija nunca ha prestado atenci¨®n, se reproducen sin cesar y parecen eternos. Es imposible distinguir unos de otros. En cambio Buggi era irrepetible.
Pregunt¨¦ qu¨¦ hacer a personas que considero inteligentes y juiciosas y todas se rieron de m¨ª. El duelo por un pez parece un chiste, porque la palabra dolor parece demasiado grande para una vida insignificante. A muchos el duelo les parece tambi¨¦n demasiado grande para un despido, una mudanza, un amor adolescente, un gato¡ Hay que reservar espacio para dolerse ¨²nicamente de los grandes amores. Pero entonces, antes de aprender a dolerse, habr¨ªa que aprender a querer.
Decid¨ª acompa?ar a Buggi hasta el final. Para que ¨¦l fuera insignificante yo tendr¨ªa que dejar de ser humana. Pero dada mi naturaleza resulta que todo lo que hago en mi vida es simb¨®lico. Todo tiene un significado irrenunciable. Si tiro a un pez por un v¨¢ter tiene un significado. Si elijo que viva en un acuario tiene un significado, si lo acompa?o hasta el final, otro. Comprar a Buggi fue un acto inhumano, porque pens¨¦ que no significar¨ªa nada. Me convenc¨ª de que era solo un pez. Y pudo haberlo sido, de no ser por el amor de mi hija.
Ella le dijo adi¨®s por la noche y Buggi muri¨® por la ma?ana. Pens¨¦ que estaba todo hecho cuando mi hija me interrumpi¨® en mitad de una reuni¨®n de trabajo. Ten¨ªa una cuchara en la mano. ¡°Voy a cavar su tumba¡±, anunci¨®. Iba a enterrarlo en la maceta del Ave del Para¨ªso, que no termina de dar flores pero ocupa el centro del sal¨®n. Y as¨ª, con la reuni¨®n de fondo a bajo volumen, asist¨ª al sepelio. Y arrodillada frente a la maceta, sent¨ª lo lejos que estoy de mi humanidad los d¨ªas normales, los d¨ªas en que no abandono una reuni¨®n para asistir al entierro de un pez. En todo objeto de amor hay siempre un desconsuelo y por tanto una necesidad de consolar. Por eso todos los d¨ªas, en el momento m¨¢s insignificante, un acto de amor puede recordarnos quienes somos. Y quienes dejamos de ser.
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