Efectos de internet en la apacible vida de los marubo
La conexi¨®n de alta velocidad lleg¨® a la vida de una tribu remota del Amazonas y dos periodistas han ido nueve meses despu¨¦s a ver c¨®mo les va: se han hecho m¨¢s vagos, no hablan, no trabajan y la comunidad se ha dividido
El pueblo marubo viv¨ªa m¨¢s o menos bien en el profundo Amazonas de Brasil hasta que en septiembre lleg¨® algo nuevo: internet de alta velocidad. Elon Musk despleg¨® sus sat¨¦lites Starlink y de un d¨ªa para otro se conectaron con el mundo. Hab¨ªa cosas buen¨ªsimas: comunicarse con familiares lejanos, avisar de emergencias. Pero tambi¨¦n otras m¨¢s insidiosas que han ido cambiando su modo de vida. Nueve meses despu¨¦s, dos periodistas de The New York Times viajaron hasta all¨ª a ver qu¨¦ tal les iba (quiz¨¢ ya no es una obviedad recordar que el periodismo es ir a los sitios y hablar con gente, as¨ª como que eso cuesta un dinero y por eso hay que pagar para leerlo). En fin, si se preguntan c¨®mo les va a los marubo, seg¨²n ese reportaje se han hecho m¨¢s vagos, no hablan, no trabajan y la comunidad se ha dividido. Se pasan el d¨ªa viendo v¨ªdeos, intercambiando chorradas, cotilleando los unos de los otros, hablando con desconocidos de Ulan Bator. Por supuesto, ha irrumpido el porno, en una cultura donde incluso besarse en p¨²blico es tab¨². Como para no, si es que ya de peque?o con tu primer diccionario lo primero que buscabas era sexo.
Es ley de vida, supongo, pero como hombre blanco etnoc¨¦ntrico que soy, y con mi sentido de superioridad caracter¨ªstico, me pregunto cu¨¢ntas etapas van a quemar, y a qu¨¦ velocidad, para volverse tan gilipollas como nosotros. Es una curiosa combinaci¨®n de superioridad e inferioridad, ya ven. Lo salvaje es internet, no ellos. Se me ocurren las siguientes fases.
Dentro de un a?o. Circulan memes de los l¨ªderes de la comunidad, objeto de burla, igual que el cham¨¢n, del que se desenmascaran sus trucos con alucin¨®genos; surgen influencers que van a Rio y se hacen fotos en locales de moda con t¨ªas y t¨ªos mazaos; apertura de gimnasios en rincones de la selva; no hay explosi¨®n de tatuajes porque ya ten¨ªan de antes, pero los de siempre se consideran cutres y triunfan los de futbolistas de iconograf¨ªa c¨¦ltica. Todo empieza a ser antisistema, hasta en recetas que explican todo lo que hacen mal cuando hacen sopa de mono ara?a. Se obsesionan con la gastronom¨ªa y cocinan cosas raras.
Dentro de dos a?os. Los nuevos l¨ªderes de opini¨®n en redes ya insultan abiertamente a los jefes tradicionales; surgen teor¨ªas sobre qu¨¦ es esa tonter¨ªa de que en el Amazonas no se puede construir, y que el cambio clim¨¢tico es un invento occidental para impedir el desarrollo de todos los pueblos; mientras, la mitad de la comunidad es estafada en tramas de criptomonedas.
Tres a?os. Empiezan a llegar turistas. Abre una empresa de segway, se exige un aeropuerto. Un d¨ªa pasa por all¨ª un youtuber, cuelga v¨ªdeos diciendo que es el ¨²ltimo lugar aut¨¦ntico (y que lo ha descubierto ¨¦l), y se disparan las visitas. Artesanos, cazadores y campesinos locales dejan sus labores y comienzan a alquilar sus chozas porque les renta m¨¢s (empiezan todos a usar as¨ª el verbo rentar). Descubren el concepto de especulaci¨®n inmobiliaria. Tiarrones de toda la vida empiezan a salir del armario, se aterran los viejos del lugar y los m¨¢s apegados a las tradiciones. Apoteosis de mensajes an¨®nimos de odio contra ellos, as¨ª como contra las tribus de al lado, con bulos sobre sus depravadas costumbres. Porque adem¨¢s llegan atra¨ªdos por el progreso marubo, es como una invasi¨®n. Se abre paso tambi¨¦n la idea de que el Gobierno les roba, se ensalzan las esencias identitarias marubo, superiores a las dem¨¢s. En definitiva, ya est¨¢n todos enfadados con todos. Ya se parece a cualquier otro sitio. The New York Times deja de ir. Un d¨ªa llega Elon Musk y les vende viajes para irse a vivir a la luna. Se lo empiezan a plantear.
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