An¨¢lisis forense de la canci¨®n ped¨®fila del alcalde de Vita
?Puede un hombre hacer apolog¨ªa de la pederastia sin ¡°darse cuenta¡±? ?Puede un hombre violar a una mujer sin enterarse?
Estamos en las fiestas de Vita (?vila), la noche del 25 de agosto. En el escenario hay dos hombres. El que tiene el micr¨®fono es el alcalde, Antonio Mart¨ªn Hern¨¢ndez, y canta una canci¨®n con contenido ped¨®filo en rima consonante. ¡°Me encontr¨¦ una ni?a sola en el bosque, la cog¨ª de la manita y me la llev¨¦ a mi camita. La sub¨ª la faldita y le baj¨¦ la braguita¡±. Anima a todo el pueblo a que coree con ¨¦l. Alguien graba el v¨ªdeo, se hace viral, el PP destituye a su alcalde y la noticia se desinfla dejando un humo muy negro lleno de preguntas. ?Por qu¨¦ cantaba Antonio esa canci¨®n? ?Por qu¨¦ su amigo no le quit¨® el micro? ?Hab¨ªa ni?os viendo el espect¨¢culo? ?Cu¨¢ntas ni?as viven en ese pueblo?
El segundo hombre se llama Javier y como no es alcalde ni se conoce su filiaci¨®n pol¨ªtica ning¨²n titular habla de ¨¦l. En el v¨ªdeo sonr¨ªe junto a su amigo, baila con orgullo, anima al p¨²blico y levanta la mano para enumerar las agresiones sexuales que relata su colega. Javier podr¨ªa ser cualquiera, igual que su silencio c¨®mplice. ?Son estos dos hombres ped¨®filos? Y si no lo son, ?por qu¨¦ est¨¢n haciendo apolog¨ªa de la pederastia? ?De qui¨¦nes son las voces a las que o¨ªmos corear el estribillo en el v¨ªdeo? ?Por qu¨¦ no se escucha ning¨²n abucheo? La respuesta a todas estas preguntas es la misma: son todos hombres convencidos de que no hacen nada malo. As¨ª lo han declarado el alcalde y su colega, y estoy segura de que eso mismo dir¨ªa la mayor¨ªa de testigos mudos (y c¨®mplices). ¡°No se dieron cuenta¡±.
Pero ?puede un hombre hacer apolog¨ªa de la pederastia sin ¡°darse cuenta¡±? Voy m¨¢s all¨¢. ?Puede un hombre violar a una mujer sin enterarse? La respuesta, seg¨²n muchos violadores, es afirmativa. As¨ª lo han relatado, por ejemplo, los 51 hombres que est¨¢n siendo juzgados en Francia por violar a una mujer inconsciente en encuentros sexuales que organizaba el marido. ¡°No es una violaci¨®n porque fue su marido quien lo propuso¡±, dice uno. Fue una ¡°violaci¨®n involuntaria¡±, declara otro. Los testimonios son tan llamativos que una podr¨ªa pensar que se trata de personas con graves problemas de salud mental. Sin embargo, los expertos forenses han constatado en este caso que ninguno sufr¨ªa alguna patolog¨ªa ps¨ªquica rese?able. Lo que comparten, aseguran, es un ¡°sentimiento de omnipotencia sobre el cuerpo femenino¡±.
Hace unos meses, cuando se hizo viral la pregunta dirigida a mujeres sobre si preferir¨ªan encontrarse en un bosque con un hombre desconocido o con un oso, miles de adolescentes tuvieron un debate al respecto y muchas eligieron, sin dudarlo, el encuentro con un oso. ¡°Lo peor que podr¨ªa hacer un oso es matarme¡±, publicaban en sus redes. Mi hija me pregunt¨® qu¨¦ opinaba yo al respecto y trat¨¦ de explicarle que ser hombre no te convierte en victimario igual que ser mujer no la convert¨ªa a ella en v¨ªctima. Y que la respuesta del oso escond¨ªa, en realidad, una visi¨®n esencializadora del g¨¦nero. Lo que no le dije a mi hija es que en nuestro pa¨ªs la pregunta del oso no tiene mucho sentido. Vivimos en una cultura de la violaci¨®n tan arraigada que la inmensa mayor¨ªa de las chicas tienen miedo de ir solas por el bosque. Y eso a pesar de que los osos llevan d¨¦cadas en peligro de extinci¨®n.
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