Marruecos, a 14 kil¨®metros de Espa?a
La lucha por la vida
La escritora y periodista Maruja Torres ha viajado a Marruecos, y all¨ª, al otro lado del Estrecho, ha redactado el primer cap¨ªtulo de esta historia seg¨²n iba recibiendo fogonazos. Im¨¢genes. Nombres. Vidas. Ha visto la ternura de Tamu abrazando a su hija Zeinab en la casa que construy¨® con sus propias manos. O al pulcro Omar Elmrabet, joven, estudioso y sensato, cuyo mejor sue?o es su discurso. En pr¨®ximas semanas escribir¨¢n Manuel Vicent sobre la Grecia Ol¨ªmpica, Luis Goytisolo del ?frica subsahariana y John Carlin nos contar¨¢ los contrastes del M¨¦xico del siglo XXI.
Del mandil a Disneylandia
No hace falta moverse mucho en Marruecos para vivir en dos mundos que distan entre s¨ª m¨¢s de cinco siglos. Es lo que separa al campo de la ciudad. Es la distancia que hay entre el mercado La Marcha Verde, donde, a la vista de todos, se venden los productos del contrabando-hormiga realizado por los campesinos de los pueblos de la frontera ceut¨ª, y el supermercado Marjane, en el que las clases pudientes se arremolinan ante los ¨²ltimos modelos de electrodom¨¦sticos, adorados como s¨ªmbolos de prestigio social.
Un coche, una casa, una rubia
Entre el sue?o de llegar a una Europa pr¨®spera y la dura realidad de la emigraci¨®n clandestina -que suele pasar por una red de traficantes de seres humanos- han perdido la vida m¨¢s de 4.000 marroqu¨ªes desde 1997, seg¨²n estiman asociaciones de familiares y amigos de las v¨ªctimas. En muchos casos, la idea de emigrar de Marruecos empieza en la infancia, a causa de la crisis y del impacto psicol¨®gico que resumen tres im¨¢genes: un coche (confort), una casa (estabilidad) y una rubia (escapar de las prohibiciones sexuales).
?Un pa¨ªs para extranjeros?
En la costa atl¨¢ntica de Marruecos -kil¨®metros de playas extraordinarias, villas para la clase acomodada- se levantan algunos complejos para los turistas que visitan el pa¨ªs, que el a?o pasado fueron m¨¢s de tres millones. En Marraquech, por su parte, la rehabilitaci¨®n de la medina muestra, con sus luces y sombras, la mutaci¨®n de la ciudad.
Ibrahim de d¨ªa, sultana de noche
La detenci¨®n, y posterior liberaci¨®n, en Tetu¨¢n de 43 personas asistentes a una fiesta homosexual, el pasado junio, fue uno de los m¨¢s recientes episodios de este tipo reveladores de la reacci¨®n de las autoridades, la prensa y la sociedad ante la homosexualidad, que est¨¢ prohibida por ley en Marruecos y equiparada a la prostituci¨®n. Renunciar a la funci¨®n reproductora no est¨¢ bien visto en una sociedad basada en la conservaci¨®n de la familia tradicional, aunque esa actitud contrasta con la secreta tolerancia que se da en algunos casos.
El largo y duro camino de la mujer
A finales de los ochenta, las mujeres avanzadas de Marruecos comenzaron a asociarse para reivindicar sus derechos, en medio de fuertes resistencias de los integristas, abriendo una marcha llena de avances y retrocesos. La promulgaci¨®n, el pasado enero, de un nuevo C¨®digo de Familia modernizado fue un logro en esa lucha. Pero a¨²n queda mucho camino por recorrer.
?Vecinos, amigos, iguales?
Al finalizar el viaje a Marruecos, vuelven las im¨¢genes y el recuerdo de los seres que han aparecido en esta serie, cuyas vidas componen algunos perfiles de este pa¨ªs que muere y renace todos los d¨ªas, que existe a pesar de nosotros y de sus propias tradiciones y sometimientos. Desde Tamu, la mujer que nunca celebr¨® su cumplea?os, basti¨®n de toda su familia, hasta la en¨¦rgica y valiente Amina Bouayach, que se pregunta si Espa?a est¨¢ dispuesta a colaborar de igual a igual con Marruecos, y afirma que, si es as¨ª, ambos habr¨¢n ganado mucho terreno.
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