Una iglesia a prueba de balas
Un pastor blinda con hormig¨®n su templo en una favela de R¨ªo
El pastor evang¨¦lico Odalirio Luis da Costa, de la Iglesia Congregacional de la favela Acari, uno de los lugares m¨¢s miserables de la periferia de R¨ªo de Janeiro, seg¨²n un informe de la ONU, ha querido conjugar su fe en Dios con el sentido pr¨¢ctico y est¨¢ terminando el blindaje de su iglesia, situada donde el tr¨¢fico de drogas es m¨¢s intenso, reforzando con hormig¨®n la fachada y la puerta principal. La obra, financiada con ayuda de los fieles, ha costado 30.000 reales (unos 11.500 euros).
Da Costa era sargento paracaidista antes de hacerse pastor evang¨¦lico y no se intimida ni ante los narcos. Lleva trabajando en esa favela desde hace 20 a?os, durante los cuales ha participado en el proyecto F¨¢brica de Esperanza y sido director del Centro de Derechos Humanos.
Cansado de que, durante los ritos religiosos, los fieles tuvieran con frecuencia que tumbarse en el suelo para evitar las balas perdidas que entraban en el templo durante los tiroteos entre polic¨ªas y traficantes de drogas, Da Costa decidi¨® —haciendo bueno el refr¨¢n a Dios rogando, pero con el mazo dando— blindar la fachada de 15 metros de la iglesia con hormig¨®n armado y hierro, con un espesor de 10 cent¨ªmetros. Tambi¨¦n ha blindado la puerta de hierro, reforz¨¢ndola por detr¨¢s con un muro de hormig¨®n.
S¨®lo el techo del templo no va a estar blindado, pues dice, con humor, que espera que "Dios no mande balas desde el cielo". El pastor es ayudado en su misi¨®n por el famoso ex futbolista Jorginho, hoy tambi¨¦n pastor evang¨¦lico.
Da Costa no se intimida ante los traficantes de droga y trabaja entre adictos a la coca¨ªna. Recorre las estrechas calles de la favela con un coche al que ha acoplado unos altavoces gigantes y desde ellos reza oraciones, anima a dejar la droga y habla sin pelos en la lengua. "?No te da verg¨¹enza robar a tus padres para comprarte la droga, cuando ellos son tan pobres?", dice a un joven al que sorprende tomando coca¨ªna. "A veces hasta lloran", afirma.
Seg¨²n este pastor, la mitad de los j¨®venes que trabajan para los narcotraficantes dejar¨ªan esa vida si tuvieran alternativas cre¨ªbles. "Lo que m¨¢s me duele es la impotencia que uno siente ante estos j¨®venes", confiesa entristecido, pero no derrotado.
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