China llora la muerte de sus hijos ¨²nicos
Muchos padres han perdido a su ¨²nico descendiente tras a?os de duras restricciones a la natalidad
De repente, se oye un murmullo, y cientos de personas se lanzan hacia los toldos bajo los que los equipos de rescate han depositado un nuevo cad¨¢ver. Una mujer se acerca al cuerpo, levanta la manta, mira el rostro azulado, palpa el ch¨¢ndal y las zapatillas, y estalla en sollozos al reconocer a la criatura. A su lado, un hombre gime en silencio.
Los escombros de la escuela secundaria de Juyuan, a unos 60 kil¨®metros de Chengdu (capital de la provincia de Sichuan), han entregado a una nueva v¨ªctima, uno de los 900 alumnos que se calcula perecieron en este colegio. El edificio, de cuatro plantas, se derrumb¨® durante el terremoto que el pasado lunes asol¨® el centro de China con un balance de 15.000 muertos ?seg¨²n los datos oficiales, pero todos auguran muchos m¨¢s? y decenas de miles de personas atrapadas y desaparecidas.
Al otro lado del patio, convertido en un lodazal por las lluvias de los ¨²ltimos d¨ªas, dos enormes gr¨²as izan bloques de hormig¨®n, y decenas de soldados hurgan en los escombros, ante m¨¢s de un millar de curiosos y parientes, hundidos tras dos d¨ªas esperando en vano recuperar a sus hijos desaparecidos.
Los equipos de salvamento segu¨ªan extrayendo ayer cuerpos, pero a¨²n quedaban muchos bajo las ruinas. ?M¨¢s de un centenar?, dice un doctor. Cientos, seg¨²n otras fuentes. Cada cierto tiempo resuenan los petardos. ?Son para consolar el alma de los muertos?, afirma un vecino. Los camiones militares se alinean en las calles. Sobre las cabezas pasa un helic¨®ptero.
Derrumbado sobre una silla, con los ojos acuosos, Gu, un hombre de 40 a?os, ha perdido toda esperanza de recuperar viva a su hija de 14 a?os, que se encontraba en clase cuando el peor se¨ªsmo que ha vivido China en tres d¨¦cadas devast¨® la regi¨®n. ?Desde que ocurri¨®, no me he movido de aqu¨ª. S¨®lo tengo una hija, pero creo que ya est¨¢ muerta?, dice. La mayor¨ªa de los padres que se han visto golpeados s¨®lo ten¨ªa un hijo, debido a la pol¨ªtica de control de natalidad del Gobierno.
Los efectos del terremoto en Juyuan son visibles en muchos sitios. ?Hemos perdido todo. Ahora no s¨¦ d¨®nde vamos a vivir?, afirma Zhou Xuqing, una mujer de 73 a?os, entre los restos de ladrillo y vigas de madera de lo que fue su casa. A su alrededor, todas las viviendas han quedado destruidas. Las m¨¢s modernas resistieron, sin ning¨²n da?o aparente.
El alto n¨²mero de escolares fallecidos en ¨¦sta y otras escuelas de la provincia ha planteado preguntas a algunos familiares, que culpan de los desplomes de estos edificios, cuando otros al lado no han sido da?ados, a la corrupci¨®n y la mala calidad de las construcciones.
Durante el caos que sigui¨® al temblor, algunos comercios fueron desvalijados. ?Nos robaron el dinero y mercanc¨ªa?, cuenta, entre l¨¢grimas, Yang Zuqi, de 58 a?os, propietaria de lo que fue una tienda de zapatos. En su calle, todos los locales han resultado destruidos. Por el suelo hay maniqu¨ªes, ropa y enseres destrozados. El se¨ªsmo, de 7,9 en la escala de Richter, se dej¨® sentir en lugares tan lejanos como Bangkok y Hanoi.
Los cad¨¢veres que son extra¨ªdos de la escuela son enviados a alguno de los crematorios de la regi¨®n. La carretera que conduce a la ciudad cercana de Dujiangyan es un rosario de casas parcialmente desplomadas. Es un trayecto de varios kil¨®metros, jalonado de campos verdes, ¨¢rboles y bamb¨²es, entre los que se ve por todos lados gente refugiada en tiendas de campa?a o bajo las lonas, porque sus casas resultaron da?adas o por miedo a las r¨¦plicas del terremoto, que ayer se segu¨ªan produciendo.
El crematorio ?un enorme complejo de edificios para velatorios, hornos y chimeneas? da una idea de la magnitud de la cat¨¢strofe que ha castigado a China a tres meses de los Juegos Ol¨ªmpicos de Pek¨ªn. Cerca de la entrada, varios empleados descargan tres cad¨¢veres de la pala de una excavadora. Un poco m¨¢s all¨¢, una furgoneta trae m¨¢s cuerpos, envueltos en sacos de pl¨¢stico blanco. Junto a los hornos, hay aparcado un cami¨®n con una docena de cad¨¢veres, revueltos como mu?ecos. Muchos de ellos son de adultos.
Dentro de los edificios, la visi¨®n es sobrecogedora. En las salas y los patios se alinean cientos de fallecidos. Arden algunas velas y varillas de incienso. El humo inunda las salas, provocando un fuerte escozor en los ojos y la garganta. Algunos familiares amortajan con cuidado al pariente muerto. Otros abrazan los cuerpos sin vida, como una joven madre que sostiene el rostro de su hijo, con la mirada perdida.
Las bolsas blancas, sobre las que, siguiendo la tradici¨®n han sido colocadas peque?as ramas de cipr¨¦s, se alinean por todos lados. Una tras otra. Familiares y amigos se agolpan por los pasillos porticados. La cantidad de v¨ªctimas acumulada ?ayer deb¨ªa de haber al menos un millar s¨®lo en este centro? oblig¨® a incinerar en algunos casos varios cad¨¢veres a la vez.
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