'Milicias' en las zonas ricas de R¨ªo
Grupos clandestinos de vigilancia patrullan los barrios nobles de la ciudad brasile?a y extorsionan a sus habitantes a cambio de seguridad
Ya no ocurre s¨®lo en las favelas brasile?as, donde las milicias, los grupos ilegales de vigilancia, se han arrogado el derecho de defender a sus moradores, emulando en violencia y capacidad de chantaje a los propios traficantes de droga. Ahora, este fen¨®meno ha comenzado a aparecer tambi¨¦n en las zonas urbanas m¨¢s nobles de R¨ªo de Janeiro, como Copacabana, Lebl¨®n, Ipanema y Botafogo, entre otras. El resultado: p¨¢nico y preocupaci¨®n entre la poblaci¨®n.
Los ciudadanos de los barrios ricos de la ciudad est¨¢n recibiendo cartas de grupos que se autodominan "grupos de apoyo" en las que se les pide una cierta cantidad de dinero para garantizar la vigilancia de la calle, que incluye la localizaci¨®n de individuos sospechosos y de coches abandonados, e incluso la aplicaci¨®n, en ciertos casos, de la justicia por su mano. Dichos vigilantes ilegales, algunos de ellos capitaneados por ex polic¨ªas, llevan chalecos antibalas y radio port¨¢tiles. Se calcula que est¨¢n recogiendo al mes m¨¢s dinero que los agentes de seguridad contratados por algunos particulares.
Algunas de estas milicias, hasta ahora desconocidas, tienen un comportamiento similar al de las que act¨²an en las favelas, lo que incluye robos y asaltos en lugares no controlados por ellos y considerados rivales, lo que, al final, tambi¨¦n como en las favelas, no hace sino contribuir a que aumente la violencia en las calles.
Los ciudadanos est¨¢n preocupados y asustados. Algunos aceptan el chantaje por miedo y pagan a las milicias. Otros reaccionan y desobedecen. En algunas ocasiones, la uni¨®n de fuerzas en una comunidad ha conseguido paralizar la acci¨®n de estos grupos clandestinos. Pero estos casos son los menos. La mayor¨ªa paga y calla.
Las milicias urbanas aprovechan los robos o asaltos en una determinada calle para ofrecer enseguida sus servicios. La polic¨ªa pide a la poblaci¨®n que colabore denunciando cada caso o cada carta que reciban de las milicias. Pero los moradores de estos barrios aseguran que las denuncias no sirven para nada, porque nunca atrapan a los culpables y porque existe el temor de que, en muchos casos, los estamentos m¨¢s corruptos de la polic¨ªa est¨¦n involucrados.
Para Fernando Bandeira, presidente del Sindicato de Vigilantes del Estado de R¨ªo, no cabe duda de que los vigilantes clandestinos son una verdadera milicia organizada. Sin embargo, el secretario de Seguridad del mismo Estado, Jos¨¦ Mariano Beltrame, opina que a¨²n no pueden ser considerados una milicia, pero s¨ª un peligro que es preciso erradicar. La Polic¨ªa Federal, entretanto, ha preferido no pronunciarse por el momento.
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