La ca¨ªda de la casa McCain
Muy dif¨ªciles se le han puesto las cosas al candidato republicano, el senador por Arizona John McCain, despu¨¦s de un verano de v¨¦rtigo en el que consigui¨® alcanzar en los sondeos de opini¨®n a su contrincante Barack Obama. La causa del declive no han sido sus actuaciones en los debates televisivos: en t¨¦rminos generales los ha superado con suficiente fortuna, sin quedar nunca descolgado ante la desenvoltura y brillantez de Obama e incluso, para muchos, igual¨¢ndole en cuanto a eficacia. Tampoco hay que buscar las responsabilidades por la mala marcha de su campa?a en los contrastes de su imagen respecto a la de su adversario a pesar de las evidentes debilidades de una apuesta por la experiencia y los m¨¦ritos del pasado frente a la audacia de la esperanza, esa afortunada expresi¨®n de Obama que sintetiza toda una actitud ante el futuro. La quiebra de la campa?a de McCain, evidente ya cuando queda menos de un mes para la jornada electoral, se debe sobre todo a factores externos al propio candidato, que pueden sintetizarse en tres: la pesada herencia de Bush; la descomposici¨®n de la coalici¨®n republicana; y el car¨¢cter err¨¢tico de su campa?a, dirigida ahora por los sectores m¨¢s extremistas del republicanismo.
Los mimbres -el candidato McCain, su biograf¨ªa y su trayectoria- son buenos, pero no hay forma de hacer el cesto con los tres lastres antes mencionados. Pocos candidatos se ajustan mejor a la imagen del h¨¦roe norteamericano, forjado en combates por la libertad y la democracia. El crisol de esta mitolog¨ªa heroica es la Segunda Guerra Mundial, que devuelve a Europa el mensaje revolucionario y de emancipaci¨®n de la Guerra de Independencia americana en forma de gesta de generosidad y de liberaci¨®n. Las virtudes heroicas cantadas por el cine y el periodismo, las artes del siglo XX, convierten a este h¨¦roe b¨¦lico en continuador de los h¨¦roes fundacionales, pioneros y cow-boys. Maverick, la expresi¨®n que se usa para caracterizar su actitud independiente y rebelde ante la vida y la pol¨ªtica, ante su partido y el Gobierno, viene de este fil¨®n de la ¨¦pica americana. Lo ha contado brillantemente Carlos Mendo en estas mismas p¨¢ginas (El americano indomable, 5 de febrero de 2008), en las que ha glosado la figura de Samuel Maverick, el ganadero que se negaba a marcar sus reses, arriesgando su p¨¦rdida o su fuga hacia otros pastos. John McCain ha cultivado con esmero la imagen y la narraci¨®n heroica, aunque es justo reconocer que su biograf¨ªa ha derrapado en m¨¢s de una ocasi¨®n, como se ve en sus relaciones con los grupos de presi¨®n de Washington, su apoyo a numerosas iniciativas de Bush y el giro derechista en el ¨²ltimo tramo de la campa?a.
Pero incluso si se hace abstracci¨®n de las abundantes votaciones en las que ha acatado la disciplina republicana, lo que pesa para el electorado es algo mucho m¨¢s de fondo. El mayor peso muerto, que abre las puertas a un intenso deseo de relevo democr¨¢tico, es el balance de los ocho a?os de ineptitud y ceguera de Bush, con dos guerras todav¨ªa abiertas y sin horizonte resolutivo, unas libertades recortadas y vulneradas, la imagen internacional hecha trizas y una geometr¨ªa de alianzas internacionales desgastadas; para no hablar del penoso estado de la econom¨ªa, con un d¨¦ficit p¨²blico pavoroso, esta recesi¨®n en puertas, mayor que la Grande de los a?os 30, y un sistema financiero quebrado. Aunque McCain quiera distanciarse del conjunto del balance, al final de las cuentas queda pegado a cada una de las ruinosas partidas que lo componen, desde la guerra de Irak, que ¨¦l insiste en que hay que ganar, hasta el estallido del modelo de econom¨ªa desregulada y de d¨¦bil fiscalidad, que ¨¦l insiste en defender como receta para salir de la crisis.
El segundo elemento que le falla en la f¨®rmula para vencer es su propio partido. Se ha dislocado una coalici¨®n fraguada en los tiempos de Reagan, donde conflu¨ªan el partido de los negocios, pragm¨¢tico y moderno de la costa Este; el conservadurismo social de los cristianos renacidos de los Estados del sur; y el conservadurismo patri¨®tico de la seguridad nacional. Apoyado en esta ¨²ltima fracci¨®n y en sus virtudes heroicas, McCain venci¨® en las primarias, pero luego franque¨® la entrada de su cuartel general a la extrema derecha, que ahora dirige la campa?a y le ha convertido en un candidato distinto. Los asesores de Bush que le derrotaron con malas artes en las primarias de 2000 (lanzaron el bulo de que su hija adoptiva era fruto de una relaci¨®n extraconyugal) ahora le asesoran y recetan para Obama la misma medicina que le suministraron a ¨¦l. Junto al coro de tertulianos radiof¨®nicos y televisivos -los jim¨¦nezlosantos del Medio Oeste-, ellos son los que le han aconsejado la elecci¨®n de Sarah Palin, el gesto frustrado de retirarse de la campa?a para dedicarse a resolver la crisis econ¨®mica e incluso la posibilidad de oponerse a Bush y a Paulson y encabezar una rebeli¨®n populista contra el plan de salvaci¨®n de las hipotecas. De momento est¨¢n consiguiendo erosionar la imagen de integridad y de maverick del propio McCain, pero de cara al 4 de noviembre es muy probable, casi seguro, que consigan hundirle.
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