A la desesperada
McCain acent¨²a su perfil m¨¢s conservador para lanzarse a un ataque cuerpo a cuerpo para recortar distancias
El m¨¢s duro de los tres debates. Con los dos contendientes enganchados en el cuerpo a cuerpo. Y con el aspirante, el candidato al que los sondeos dan hoy en d¨ªa como perdedor, dedicado al ataque en todo momento sin importarle los golpes bajos y sin caer en ning¨²n momento en concesi¨®n alguna. El resultado ha sido claro, evidente. Obama ha aguantado muy bien los golpes, casi sin despeinarse, y en ning¨²n momento ha entrado en la t¨¦cnica marrullera de su rival. McCain ha conseguido marcar las diferencias, no tan s¨®lo de programa, sino sobre todo en valores y en ideolog¨ªa, con el objetivo de satisfacer y atar corto al electorado conservador, en el preciso momento en que se teme un impresionante corrimiento de tierras hacia el voto dem¨®crata.
El formato del debate, con los dos candidatos sentados alrededor de una mesa, ha facilitado el tipo de enfrentamiento que le conven¨ªa a McCain para ese cuerpo a cuerpo que buscaba. La gesticulaci¨®n envarada del veterano senador republicano ha sido tambi¨¦n muchos menos visible. Y en todo caso apenas ha echado mano de su repertorio ya bastante gastado acerca de su brillante curriculo militar y de su condici¨®n de maverick o jugador por libre, probablemente consciente del contraste ofrecido en los anteriores debates entre su obsesi¨®n por recordar su pasado y la argumentaci¨®n de Obama dirigida al futuro. En el debate de hoy, en cambio, no ha dejado en el tintero ninguno de los argumentos m¨¢s convincentes para los votantes m¨¢s fieles, con el resultado de que ha acentuado su perfil fuertemente conservador.
Resultado de esta nueva actitud de McCain ha sido tambi¨¦n su contundente aclaraci¨®n respecto al actual presidente. Defiende exactamente los mismos valores e ideas que Bush, en fiscalidad, en educaci¨®n o en costumbres. Cuenta con los asesores electorales que tuvo Bush y que le han conducido a una campa?a fundamentalmente negativa. Por eso tuvo que decir claramente: "Yo no soy Bush". El momento m¨¢s tenso e interesante del debate se alcanz¨® cuando McCain insisti¨® en debatir sobre las supuestas relaciones de Obama con un ex terrorista de los a?os 60 y con una asociaci¨®n para movilizar electores actualmente acusada de fraude por los republicanos. Obama se defendi¨® muy bien de ambas acusaciones, pero McCain no solt¨® en ning¨²n momento la presa, a¨²n a costa de evidenciar su inter¨¦s por la campa?a negativa en vez del debate sobre la situaci¨®n catastr¨®fica de la econom¨ªa.
Una contabilizaci¨®n de los golpes marcados a lo largo del combate permitir¨ªa dar la victoria a los puntos a McCain. No es lo que piensan los ciudadanos consultados por los encuestadores, que vuelven a dar vencedor a Obama por tercera vez. En todo caso, su deportividad, la elegancia con que ha aguantado todo tipo de golpes, y la claridad y brillantez de sus explicaciones no permiten tampoco muchas dudas. Ser¨¢ dif¨ªcil que McCain saque mucho partido de este ¨²ltimo debate y que consiga cambiar el signo de la campa?a. Es dudoso que su argumentario m¨¢s conservador haya conseguido convencer de forma decisiva al electorado independiente, la diana buscada por ambos candidatos en este ¨²ltimo tramo de la campa?a.
El debate ha subrayado tambi¨¦n el d¨¦ficit de la pol¨ªtica, los candidatos y el campo de juego en el que se ha situado la propia campa?a frente a la gravedad de la situaci¨®n econ¨®mica que atraviesa Estados Unidos y justo en la misma noche en que Wall Street cerraba otra jornada negra. Si bien la econom¨ªa tuvo un destacado lugar en el debate, nada se dijo ni analiz¨® del plan de inversiones directas en los bancos en peligro. Y en ning¨²n momento se entr¨® en el fondo de cambio de ¨¦poca y de paradigmas que est¨¢ produciendo la actual crisis.
El intercambio de argumentos en torno a la fiscalidad prosigui¨® como en anteriores debates, sin que nadie se atreviera a contar la dura verdad a los norteamericanos de que habr¨¢ que incrementar los impuestos, aumentar el d¨¦ficit p¨²blico y endeudarse todav¨ªa mucho m¨¢s para sufragar estos programas colosales de salvaci¨®n de la econom¨ªa que se ha visto obligado a poner en marcha el Gobierno ultraconservador de George Bush. McCain prosigui¨® imperturbable con la ret¨®rica thatcherista y reaganiana que considera la baja fiscalidad y la desregulaci¨®n como est¨ªmulos directo al crecimiento y Obama no se atrevi¨® a impugnarla para no enajenarse a los votantes independientes e indecisos.
El fontanero Joe, peque?o empresario de Ohio, al que conoci¨® Obama en un m¨ªtin pero que ha sido McCain quien ha sacado a pasear, ejemplifica este divorcio entre la realidad econ¨®mica y la ret¨®rica electoral. McCain no quiere que pague impuestos y Obama quiere que pague los menos posibles, pero sea quien sea el presidente es muy probable que pagar¨¢ muhco m¨¢s y se encontrar¨¢ entre los que van a sufrir en estos tiempos que se nos est¨¢n echando encima, en los que la crisis est¨¢ alcanzado ya a la econom¨ªa real.
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