M¨¦xico se pone la mascarilla
La megal¨®polis vive embozada su primer d¨ªa sin nuevas muertes por la gripe porcina
La ciudad se tap¨® la boca y sigui¨® viviendo. Los habitantes del Distrito Federal, acostumbrados a lidiar con la contaminaci¨®n, el tr¨¢fico infernal, la inseguridad ciudadana y hasta el peligro siempre latente de terremotos, a?adieron a su larga lista de inconvenientes la amenaza de un nuevo tipo del virus de la gripe. Y lo hicieron con naturalidad, sin escenas de p¨¢nico ni de histeria, a lo que contribuy¨® el hecho de que hasta ¨²ltima hora de ayer (madrugada peninsular) no se supo que la cifra de fallecidos hab¨ªa ascendido a 81 desde que, el pasado jueves, se confirmara el brote.
La ciudad de M¨¦xico no se hubiera reconocido ayer a s¨ª misma delante de un espejo. Por las calles, medio vac¨ªas, deambulaban ciudadanos que en su mayor¨ªa se cubr¨ªan con las mascarillas azules que reparti¨® el Ej¨¦rcito el d¨ªa anterior o que pudieron adquirir, hasta que se agotaron, en farmacias o en improvisados puestos callejeros. Hasta que no se tengan m¨¢s datos sobre una gripe que al parecer entr¨® en M¨¦xico por la frontera de Estados Unidos, los ciudadanos s¨®lo se pueden proteger de la amenaza invisible tap¨¢ndose la boca, lav¨¢ndose mucho las manos, evitando los besos y huyendo de las aglomeraciones.
El que sepa o el que quiera tambi¨¦n puede rezar. Porque -para evitar el riesgo de contagio- los museos est¨¢n cerrados, los partidos de f¨²tbol se disputar¨¢n sin p¨²blico y los ni?os no podr¨¢n ir al colegio hasta nuevo aviso, pero los curas se han negado en redondo a no decir misa. Aunque m¨¢s de 500 actos culturales y deportivos de la ciudad han sido suspendidos, las iglesias de la ciudad permanecer¨¢n abiertas y a pleno funcionamiento. Eso s¨ª, el arzobispado ha aceptado que los fieles acudan con la nariz y la boca cubierta por mascarillas, y que no se estrechen las manos en el momento de darse la paz.
De los 32 Estados de M¨¦xico, 17 ya saben de los estragos de la gripe. Pero son los de Hidalgo, Tlaxcala, Chihuahua y San Luis Potos¨ª los que, junto al Distrito Federal, registran el mayor n¨²mero de casos. Ante la evidente propagaci¨®n del virus, el presidente de M¨¦xico, Felipe Calder¨®n, se apresur¨® ayer a pedir calma a la poblaci¨®n. "El virus de la influenza", dijo durante la inauguraci¨®n de un hospital en Salina Cruz (Estado de Oaxaca), "tiene cura, y el Gobierno federal dispone de un n¨²mero suficiente de antivirales para hacer frente a la enfermedad". Y, por si eso no fuese suficiente, el Gobierno federal aprob¨® ayer por el procedimiento de urgencia 13 medidas extraordinarias para dar la guerra al virus. La m¨¢s llamativa es la posibilidad de aislar en sus casas a quienes muestren s¨ªntomas de la enfermedad para evitar el contagio. Se les podr¨¢ administrar, incluso en contra de su voluntad, las vacunas o sueros necesarios. Las autoridades tendr¨¢n la potestad de disolver aglomeraciones, clausurando si fuese necesario locales o espect¨¢culos.
El Gobierno elev¨® en la tarde de ayer (madrugada en la pen¨ªnsula) a 81 el n¨²mero de personas fallecidas desde que se confirm¨® el brote. Adem¨¢s, se sospecha que 1.300 personas est¨¢n contagiadas. Las autoridades a¨²n no han ofrecido un perfil de las v¨ªctimas de la influenza porcina ni mucho menos sus nombres. Algunos medios mexicanos especularon ayer con que el arque¨®logo que recibi¨® en el Museo Nacional de Antropolog¨ªa al presidente de Estados Unidos, Barack Obama, en su reciente visita a M¨¦xico, falleci¨® poco despu¨¦s. "Al d¨ªa siguiente , Felipe Sol¨ªs comenz¨® a sentir una afecci¨®n en la garganta y dolencias en el pecho, s¨ªntomas similares a los de la influenza. El arque¨®logo pens¨® que estaba resfriado". No fue as¨ª. Fue internado en un hospital metropolitano, donde se le diagnostic¨® una neumon¨ªa. Al d¨ªa siguiente entr¨® en coma y tres d¨ªas despu¨¦s falleci¨®.
Medidas dr¨¢sticas/b>
La preocupaci¨®n de las autoridades es qu¨¦ ocurrir¨¢ a partir del lunes. Las calles del Distrito Federal volver¨¢n a llenarse de los ciudadanos que, aprovechando el descanso del fin de semana, huyeron de la ciudad en un n¨²mero mayor al habitual. Ser¨¢ imposible evitar entonces las aglomeraciones en el metro, en los grandes autobuses que recorren la ciudad por la avenida de Insurgentes. Ser¨¢ muy dif¨ªcil luchar contra la costumbre de muchos trabajadores de almorzar en los infinitos puestos callejeros que ofrecen tacos a las puertas de las oficinas. Nadie utiliza en esos casos cuchillo y tenedor ni tiene un ba?o cerca para lavarse las manos. "S¨ª de verdad las autoridades est¨¢n seguras de que el caso es tan grave como parece", dice Lourdes Robles, m¨¦dica de atenci¨®n primaria, "deber¨ªa tomar medidas mucho m¨¢s dr¨¢sticas que las que ha tomado hasta ahora, que se reducen pr¨¢cticamente a dejar a los ni?os sin escuelas. La actividad del pa¨ªs ?no s¨®lo del Distrito Federal? deber¨ªa pararse completamente y pedir ayuda a expertos mundiales. Nos estamos jugando muchas vidas". Robles, parada frente al departamento de verduras de un supermercado de la colonia La Condesa, se formula sin esperar respuesta varias preguntas inquietantes: "?Cu¨¢ntos miles de personas salieron ayer [por el viernes] del Distrito Federal para pasar el fin de semana? ?Cu¨¢ntas de ellas estaban incubando el virus? ?Cu¨¢ntas han tenido contacto con otras personas de otros Estados?".
La ciudad de M¨¦xico, como todo el pa¨ªs, vivi¨® ayer un inc¨®modo comp¨¢s de espera, agravado si cabe por la falta de informaci¨®n y por el general descreimiento de la poblaci¨®n ante cuanta informaci¨®n provenga de las autoridades. En una tasca de la calle Tamaulipas, donde ni los camareros ni los clientes usaban mascarillas, no faltaba quien achacaba la alarma a una maniobra pol¨ªtica de distracci¨®n. "Las cifras no cuadran", intentaba explicar Rolando Guerrero, "dicen que van 20 muertos por el virus famoso. En esta ciudad vivimos m¨¢s de 20 millones. ?Qu¨¦ suponen 20, 30 o 40 muertos entre tantos millones? Se est¨¢ engordando el asunto. Ver¨¢ usted como el martes nadie habla de la influenza".
La cuesti¨®n no parece tan f¨¢cil. La alarma cierta va en aumento y ya ha contagiado a los pa¨ªses vecinos de M¨¦xico. Tanto Estados Unidos como algunas naciones de Centroam¨¦rica est¨¢n empezando a tomar precauciones y a vigilar los vuelos que llegan del Distrito Federal. La Casa Blanca dijo mantenerse atenta al avance del virus, especialmente en estados como Tejas y California. Tambi¨¦n las autoridades espa?olas han mostrado su preocupaci¨®n. Y, adem¨¢s, las autoridades mexicanas no s¨®lo ven el problema como un asunto de salud. Temen que el miedo al contagio -unido a la mala prensa de M¨¦xico por culpa de la violencia generada por el narcotr¨¢fico ?termine por dar la puntilla al sector tur¨ªstico.
Sin embargo, los restaurantes de la ciudad aparec¨ªan rebosantes de clientes y, salvo por las mascarillas y alguna que otra conversaci¨®n cazada al azar, los habitantes de la ciudad de M¨¦xico ?curados de mil espantos? no parec¨ªan tomarse muy a pecho la nueva amenaza. Si la tranquilidad fuese una vacuna efectiva, M¨¦xico estar¨ªa sin lugar a dudas a salvo de la influenza. Pero, si no, las cosas pueden ponerse muy feas.
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