Santo avispero
Tan temible como la pelea entre religiones puede ser su alianza contra quienes no quieren profesar ninguna religi¨®n.
Quien denuncie la manipulaci¨®n de la religi¨®n por la pol¨ªtica debe preguntarse tambi¨¦n, sobre todo si es cl¨¦rigo, por la manipulaci¨®n de la pol¨ªtica por la religi¨®n.
Denunciar las m¨¢s terribles fobias ajenas en casa de quienes son sus v¨ªctimas est¨¢ m¨¢s cerca del halago que de la condena.
Los viajes espirituales son interiores y se efect¨²an sin salir de casa. Todos los otros sirven para defender intereses, ideas, posiciones.
Cansancio de una tierra tan santa. ?Ser¨¢ verdad que unos dioses airados se pelean por ella desde hace siglos?
Cada dios vocifera su propia ira. Y cada una de ellas es distinta. Aunque al final todos los dioses son iguales.
Hay un dios celoso de sus fieles, convertidos en pueblo, al que elige, vigila y ordena, hasta exigir la guerra y el exterminio de los vecinos.
Hay otro dios feroz con las mujeres y voraz con la humanidad, a la que quiere unificar y someter por la espada.
Hay otro m¨¢s, remotamente imperial pero todav¨ªa poderoso, cansado ya de haber ejercido tanta violencia, que se limita a encomendar a sus sacerdotes el cumplimiento de unas insoportables reglas de la moral y de la pol¨ªtica que nadie sigue.
Todos se encuentran y compiten en la misma tierra sagrada de donde han salido. Hasta llegar incluso al combate por las armas.
Trinidad airada, se al¨ªan dos contra uno en todas las combinaciones posibles, seg¨²n sople el viento de la historia. Sobre todo cuando se trata de defender sus m¨¢s terrenales pretensiones.
A veces se al¨ªan los tres, mancomunados por id¨¦ntico inter¨¦s en mantenerse ellos mismos en el centro del poder en todas partes. Nada detestan m¨¢s que a quienes se emancipan de su tiran¨ªa. O a quienes no permiten que sus potestades pretendidamente celestiales se impongan sobre poderes civiles y democr¨¢ticos.
Todos parecen con frecuencia enemigos de sus propios fieles, a los que castigan y someten sin piedad, hasta obligarles a perder toda humanidad. Por eso s¨®lo hay algo m¨¢s digno de compasi¨®n que ser un fiel de cada una de las tres religiones: serlo en minor¨ªa, a veces con persecuci¨®n, siempre aguantando el desprecio, en territorio ajeno. O negarse a someterse a ninguna de ellas.
Viajar por estas tierras y tambi¨¦n escribir sobre ellas es meterse en un avispero. Un avispero santo, seg¨²n expresi¨®n de un excelente cronista y amigo.
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