El libro es un lujo que s¨®lo se huele
Parece un espacio m¨¢gico arrancado de El Cairo de Naguib Masouf o el Bagdad de Las mil y una noches, un remanso de paz en el que no se escuchan los cl¨¢xones de los automovilistas impetuosos que parecen dialogar entre ellos desde sus bocinas. La librer¨ªa Behzad es un oasis, un lugar hermoso y desordenado repleto de libros, cuadros, mapas, postales, fotograf¨ªas y polvo, sobre todo mucho polvo (el sello de Kabul), en el que cada objeto parece guardar un equilibro perfecto con el que tiene al lado.
Asil y Poya Rashid son los due?os, gente educada y pol¨ªglota: el primero habla ingl¨¦s y franc¨¦s, adem¨¢s de dari; el segundo, un excelente castellano aprendido en la Universidad de Kabul. Ambos son libreros, el oficio de los que entienden de lo que se escribe en los libros. Son varias las habitaciones que se disponen alrededor de un patio protegido por una sombrilla y en el que hay tres sillas con cojines y una alfombra en el suelo devorada por el polvo y la arena. En otro tiempo debi¨® ser un espacio de t¨¦ y literatura.
En una de las salas del fondo, la puerta est¨¢ cerrada. En ella, las estanter¨ªas se hallan repletas de libros en dari y past¨²n, dos de las lenguas locales. Huele a libro: un aroma agradable. En otra estancia se guardan los p¨®sters que tanto gustan a los extranjeros y que terminan decorando las paredes de sus cuartos de ba?os, como si el retrete fuese el ¨²nico lugar en el que el hombre moderno y apresurado se permite el lujo de so?ar.
En la sala principal -debe de serlo porque presiden la caja registradora para cobrar y un ordenador que depende de los estados de ¨¢nimo de la electricidad, que en Kabul son muy caprichosos- se exponen decenas de ejemplares en lengua inglesa. La mayor¨ªa versan sobre historia y pol¨ªtica. Destaca una edici¨®n de A Short Walk in the Hindu Kush (Un breve paseo por el Hindu Kush) del gran viajero ingl¨¦s Eric Newby y otra de Unholy Wars (Guerras no santas), John Cooley. "Tenemos textos en ingl¨¦s, franc¨¦s, alem¨¢n, ¨¢rabe, persa [del que procede el dari local] y ruso", asegura Asil, satisfecho de reunir tanta riqueza cultural. En las paredes de la planta baja cuelgan varias fotograf¨ªas y cuadros. Destacan varios retratos inspirados en la c¨¦lebre fotograf¨ªa de Steve McCurry de Sharbat Gula, la ni?a de los ojos verdes, portada del National Geografic en 1984.
En el piso superior, al que se accede por unas angostas escaleras de piedra en las que hay que tener cuidado con la cabeza en la subida y con los pies en la bajada, se multiplican las im¨¢genes y los objetos de coleccionista. Al otro lado de una cortina est¨¢ la vivienda. Junto a la ventana entreabierta por la que acaba de salir despaciosamente una paloma, entra el sol de mediod¨ªa iluminando un rinc¨®n con butacas y mesa. Asil dice que es su lugar favorito, donde descansa y lee poes¨ªa. Sin insistirle mucho, recita en dari unos versos que tratan de una noche negra y una historia de amor perdida, como la de Afganist¨¢n. En las paredes se acumulan ¨®leos de colores v¨ªvidos con estampas de un Kabul antiguo, de varios siglos atr¨¢s, que por causa de tanta guerra moderna y tanto odio parece m¨¢s nuevo, hermoso y saludable que el actual, siempre escondido bajo una nube de polvo como si fuera una burka colectiva.
No es mucha la gente que acude a comprar libros, un producto de lujo en un pa¨ªs empobrecido. Algunos clientes nost¨¢lgicos se acercan a la librer¨ªa abierta desde hace 25 a?os por el placer de oler y tocar. Tambi¨¦n para charlar un rato con Asil y Poya Rashid alrededor de un t¨¦ hirviendo, cuando no es Ramad¨¢n y est¨¢ permitido, de aquellos buenos tiempos que se fueron con la esperanza de que alg¨²n d¨ªa, quiz¨¢ no tan lejano, volver¨¢n.
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