Egocracia
Es evidente en el caso del ego berlusconiano, a cuyo servicio se ha rendido el entero aparato del Estado, la justicia, el parlamento, los medios por supuesto, y s¨®lo se ha podido resistir el tribunal constitucional italiano. Y a pesar del varapalo, la egocracia sigue pugnando por mantener su reinado, aunque siga dejando numerosos despojos por el camino.
Tambi¨¦n lo es en el caso del ego sarkozyano, el otro ejemplar deslumbrante de esos egos inflamados de la pol¨ªtica, aunque la fuerza de la costumbre y la sombra moderada y sensata de Carla Bruni lo presenten ahora como un ego mitigado y en vereda. Que no lo es lo demuestra el juicio por el caso Clearstream que acaba de terminar en Par¨ªs, un caso de libro sobre la dificultad de un proceso justo cuando una de las partes en el pleito civil es el presidente de la Rep¨²blica, dotado de inmunidad penal y con autoridad sobre el poder judicial y la fiscal¨ªa.
Sarkozy ha podido exhibir, adem¨¢s, su poder sin l¨ªmites, realizando manifestaciones que vulneran la presunci¨®n de inocencia, al igual que prometi¨® en su d¨ªa que colgar¨ªa de un gancho de carnicero a los culpables de haber falsificado un listado inform¨¢tico que le convert¨ªa en sospechoso de corrupci¨®n y de poseer una cuenta en dinero negro en Luxemburgo.
Todo el mundo sabe en Francia que si su acci¨®n ante la justicia se dirige a Dominique de Villepin, el rumboso ex primer ministro, ex ministro de Exteriores y ex secretario general de la presidencia de Chirac, es s¨®lo porque este ¨²ltimo, el verdadero rival y probablemente responsable de la maniobra para descalificar a Sarkozy, no queda ya al alcance para la venganza.
Esta es una historia pol¨ªtica que ilustra los progresos realizados por la humanidad en cuesti¨®n de peleas y ajustes de cuentas entre poderosos. No hace muchos a?os el desenlace no habr¨ªa sido el vodevil que ha mantenido en tensi¨®n a la opini¨®n p¨²blica francesa, sino un espect¨¢culo dantesco de dolor y muerte.
Los egos incruentos de la literatura se convierten en egos ¨¢vidos de venganzas cuando entra el poder desnudo de la pol¨ªtica, territorio por excelencia del odio y de la liquidaci¨®n del adversario, aunque hoy en d¨ªa quede limitada primordialmente, al menos en Europa, al territorio de la muerte simb¨®lica.
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