La ¨²ltima batalla de Okinawa
El traslado de la base de EE UU es el tema m¨¢s pol¨¦mico de la visita de Obama a Jap¨®n
La llaman "el ¨²nico portaaviones de Estados Unidos que no se puede ir a pique". Sus 1.200 kil¨®metros cuadrados -una superficie algo menor que la de Gran Canaria- albergan m¨¢s de una treintena de complejos y bases estadounidenses: el 75% de las instalaciones militares que Washington tiene en suelo japon¨¦s. Por ello, Okinawa ha sido el s¨ªmbolo m¨¢s importante de cooperaci¨®n entre ambas potencias a partir del final de la II Guerra Mundial, adem¨¢s de seguir siendo un enclave estrat¨¦gico fundamental para Estados Unidos.
La situaci¨®n de la isla, a medio camino entre el sur de las principales islas de Jap¨®n (unos 400 kil¨®metros) y la costa oriental china (a unos 300), le permite vigilar a la impredecible Corea del Norte y seguir de cerca la creciente pujanza del Ej¨¦rcito chino en la zona. Sin embargo, desde que el Partido Dem¨®crata de Jap¨®n (PDJ) de Yukio Hatoyama asumiera el poder en septiembre, esta isla se ha convertido en un enorme quebradero de cabeza diplom¨¢tico, especialmente en lo que respecta a la controvertida base a¨¦rea de Futenma.
Hatoyama anunci¨® que la trasladar¨ªa fuera del pa¨ªs tras imponerse en las elecciones del pasado 30 de agosto, pero el descontento mostrado por Washington desde entonces y la ausencia de alternativas han paralizado su decisi¨®n. Barack Obama llega a Jap¨®n el viernes, y las conversaciones que mantenga con el primer ministro nip¨®n ser¨¢n claves para el destino de Futenma y para aliviar las fricciones entre ambos Gobiernos.
Por un lado, Washington apuesta por trasladar la base a una zona del norte de la isla -como acordaron ambos pa¨ªses en 1996 y de nuevo en 2006-, aunque se trate de un ¨¢rea con un ecosistema protegido por el Ministerio de Medio Ambiente nip¨®n. Por otro lado, insisten en librarse de ella el Partido Social Dem¨®crata (socio de Hatoyama en el Gobierno) y la poblaci¨®n local, harta de tener que convivir con este tipo de instalaciones militares, que ocupan el 20% de su isla. As¨ª lo demostraron el pasado domingo, cuando unos 20.000 ciudadanos se manifestaron en la ciudad de Nago a favor de retirar la base de Okinawa. En cualquier caso, Hatoyama tiene la ¨²ltima palabra, aunque ya ha pedido m¨¢s tiempo para afrontar su mayor reto hasta ahora. Su decisi¨®n podr¨ªa postergarse a 2010, y los analistas comienzan a tachar de inconsistente su pol¨ªtica "para contentar a todos".
Futenma cobija a unos 4.000 marines en la ciudad de Ginowan, en el sureste de la isla. Conduciendo desde la capital, Naha, las bases monopolizan casi todo el flanco izquierdo de la autov¨ªa. Al llegar, el molesto zumbido de los helic¨®pteros CH-46D comienza a escucharse cada 10 minutos. A veces hasta cinco o seis sobrevuelan Ginowan, cuando no lo hace alg¨²n atronador caza F-18. Y as¨ª a diario hasta las once de la noche. Todos aterrizan y despegan desde este complejo que engulle una cuarta parte del municipio y que se sit¨²a en su mism¨ªsimo centro urbano. Hace cinco a?os uno de estos helic¨®pteros se estrell¨® contra un edificio de la Universidad. Por fortuna s¨®lo tres de sus tripulantes resultaron heridos.
"Debido al espacio que nos restan Futenma y la base de Camp Foster, nuestra densidad de poblaci¨®n es de casi 7.000 personas por kil¨®metro cuadrado; mayor que la de Tokio. Esto aumenta a¨²n m¨¢s el peligro de accidentes", explica el alcalde de Ginowan, Yoichi Iha, un independiente que cuenta con el respaldo del PDJ y otras formaciones de izquierda. "Por si fuera poco, al obtener los planos de la base en 2007, descubrimos que Futenma ampli¨® las pistas sin respetar las zonas de seguridad que debe haber en las cabeceras, un est¨¢ndar obligatorio para todas las bases a¨¦reas estadounidenses en el mundo. Esto pone en grav¨ªsimo peligro a unas 3.000 personas que viven al lado", a?ade.
Han pasado 13 a?os desde que Washington y Tokio acordaron trasladar Futenma a Henoko, una zona menos poblada del norte de Okinawa, pero la base a¨²n sigue aqu¨ª. "Aparte del impacto medioambiental, ning¨²n ayuntamiento quiere tenerla cerca. Adem¨¢s del peligro y del ruido, est¨¢n los delitos en los que est¨¢ involucrado el personal militar", explica Iha. Los altercados en los que participan soldados son frecuentes en la isla, aunque nada comparado con lo que sucedi¨® en 1995, cuando tres marines violaron a una ni?a okinawense de 12 a?os. Aunque desde entonces el mando militar se ha mostrado m¨¢s estricto con el personal, en los a?os siguientes se han sucedido denuncias por violaci¨®n o acoso.
Sin embargo, algunos no creen que la presencia de las bases sea negativa. "Dan trabajo a mucha gente en esta isla", cuenta Shin Atarima, un taxista de 77 a?os que hasta los 65 trabaj¨® como ingeniero el¨¦ctrico en la base a¨¦rea de Kadena. Su perfil responde al de los votantes que en los ¨²ltimos a?os han elegido para la prefectura un Gobierno sustentado por el conservador Partido Liberal Dem¨®crata, que defiende que las bases aumentan la riqueza en la regi¨®n. Lo cierto es que datos de la propia prefectura -la m¨¢s pobre de Jap¨®n- se?alan que muchas bases minan el desarrollo de la isla y que su contribuci¨®n a la econom¨ªa local a principios de esta d¨¦cada era de apenas el 5%. "S¨®lo 200 personas de Ginowan [que tiene 92.000 habitantes] trabajan en la base y parte de sus sueldos son abonados por el Gobierno nip¨®n", argumenta Iha. "Es l¨®gico que Estados Unidos no quiera abandonar Okinawa. No hay ning¨²n Gobierno m¨¢s complaciente con ellos que el japon¨¦s. No s¨®lo va a pagar unos 4.500 millones de euros para trasladar a 8.000 marines a Guam seg¨²n se acord¨® en 2006; dentro de Futenma ha ayudado a construir todo de tipo de comercios e infraestructuras para facilitar la calidad de vida de su personal", a?ade. Es raro ver a alg¨²n marine comprando algo en Ginowan; en la base una cerveza es seis veces m¨¢s barata que fuera. Y ya ni siquiera van en busca de aparatos electr¨®nicos porque ahora la base funciona con el voltaje estadounidense.
"Eso s¨ª, en cuanto traspasas las vallas de seguridad, la ayuda del Gobierno japon¨¦s es casi nula. Los 500 millones de yenes anuales (casi cuatro millones de euros) que nos dan como subsidio es mucho menos de lo que obtendr¨ªamos si los terrenos nos fueran devueltos. Siguen considerando a la gente de Okinawa como ciudadanos de segunda", comenta Iha con respecto a un resentimiento que viene de lejos.
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