Secuestros, el enemigo en casa
El flagelo vive un repunte y una constante: como hace una d¨¦cada, hay polic¨ªas involucrados
Un d¨ªa hace no mucho, lleg¨® un hombre desesperado ante la polic¨ªa en el Distrito Federal. Hac¨ªa un mes que hab¨ªan secuestrado a sus tres hijas, por las que ped¨ªan 30 millones de pesos (1.550.000 euros). S¨®lo hab¨ªa logrado reunir 230 mil pesos (12.000 euros), le dijo a los polic¨ªas. "Hagan lo que tengan que hacer", dijo entre s¨²plica y exigencia, totalmente impotente, "porque ya no puedo estar recibiendo dedos de mis hijas". Esa noche las menores, a quienes ya hab¨ªan amputado un dedo a cada una, iban a ser ejecutadas. Un investigador que no ten¨ªa el caso realiz¨® un trabajo que hasta hoy no se sabe c¨®mo hizo, y ese mismo d¨ªa, las rescat¨® con vida.
Tiempo antes, un ni?o de 12 a?os sali¨® temprano con su chofer rumbo a la escuela, pero a unas cuantas calles de su casa, fue detenido en un ret¨¦n donde hab¨ªa dos patrullas de la polic¨ªa del Distrito Federal, una de la Polic¨ªa Federal y dos autom¨®viles sin identificaci¨®n de ninguna especie. Hac¨ªa dos semanas apenas que su padre le hab¨ªa quitado la escolta porque "no quer¨ªa que viviera en ese tipo de entorno". En el ret¨¦n, que result¨® falso pero con polic¨ªas de verdad, lo secuestraron. A su chofer lo golpearon y lo ahorcaron, tir¨¢ndolo en una calle pensando que estaba muerto. Los dos sobrevivieron; el ni?o tras el pago del rescate. Todav¨ªa hoy el menor, cada vez que escucha la sirena de un veh¨ªculo oficial, se esconde; cuando ve a un polic¨ªa, huye.
Las historias sobre secuestros pueblan el imaginario mexicano. Hay quienes como en estos dos casos, salvaron la vida despu¨¦s de haber sido torturados y humillados, sicol¨®gicamente agredidos. Hay quienes mueren por diferentes razones. Una, porque le colgaron violentamente el tel¨¦fono al secuestrador. Otra, porque el padre, que llevaba la negociaci¨®n -como marca el manual-, se quebr¨® y al tomar un familiar su lugar, asesinaron a la secuestrada. En algunos casos presionan a los padres enviando dedos y orejas. Hubo casos tan s¨¢dicos, que enviaron a unos padres el v¨ªdeo de su hija mientras la golpeaban, violaban y sodomizaban. La situaci¨®n ha llegado a extremos tales que cuando las v¨ªctimas mueren en cautiverio, los padres descansan cuando se enteran que la muerte fue temprana en el periodo del secuestro.
La realidad mexicana es frustrante y llena de angustias, y el secuestro se ha convertido en parte del paisaje nacional. La sociedad pareciera resignada a vivir bajo ese riesgo cotidiano, agradeciendo cada vez que se es v¨ªctima de que "cuando menos no muri¨®". No es un fen¨®meno nuevo, pero el problema creci¨® este a?o. Desde 1997, cuando se detuvo al secuestrador m¨¢s famoso, Daniel Arizmendi, al que le dec¨ªan El Mochaorejas porque enviaba orejas de las v¨ªctimas para presionar a las familias, el fen¨®meno toca a todos, y todos se sienten v¨ªctimas en potencia. En aquel a?o la cifra de secuestros lleg¨® a 1.045; en los once meses de este a?o, ese tope se rebas¨® por 176 casos, para sumar un total sin precedente: 1.221 secuestros.
Pese a todo, el gobierno federal anunci¨® la semana pasada que la tendencia del secuestro viene a la baja. De 138 casos en julio pasado, en noviembre hubo 56. ?Hay motivos para celebrar? El procurador general, Arturo Ch¨¢vez, anunci¨® hace unos d¨ªas que se han creado unidades antisecuestros en 29 de las 32 entidades del pa¨ªs, que fue un compromiso adquirido por el gobierno federal hace un a?o. Pero el problema es c¨®mo van a operar, pues el 60% de las personas que presentaron su solicitud para integrarse a esas unidades, fueron rechazadas al no pasar las pruebas de control de confianza y las toxicol¨®gicas, o porque reprobaron las pruebas poligr¨¢ficas.
Este es el fondo del problema, los polic¨ªas y los encargados del combate a la delincuencia. ?C¨®mo se puede vivir tranquilo en M¨¦xico cuando se asume que el crimen en las calles de la naci¨®n est¨¢ controlado o protegido por aquellos que se supone deben protegernos de los criminales? Si uno toma los dos primeros casos mencionados, puede preguntarse con sentido com¨²n b¨¢sico ?c¨®mo fue posible que un investigador, sin informaci¨®n previa de un secuestro, pudiera rescatar en cuesti¨®n de horas a tres jovencitas? O ?c¨®mo es posible que se pudiera instalar un ret¨¦n falso en una hora de tr¨¢fico intensa por la entrada de los ni?os a las escuelas sin que nadie se diera cuenta? Si en el primero fue la fortuna de un polic¨ªa tan desesperado como el padre que suplicaba por ayuda, y si en el segundo se trat¨® de un descuido, la apelaci¨®n a que se crea que esa es la verdad toca los linderos de un acto de fe.
En un gran n¨²mero de casos de secuestros, hay polic¨ªas involucrados. No son todos, pero da igual en t¨¦rminos pol¨ªticos y sociales. La percepci¨®n es m¨¢s fuerte que la realidad, acentuada porque esa idea tiene ataduras objetivas. El Mochaorejas hab¨ªa sido polic¨ªa. Varios de los jefes del narcotr¨¢fico tambi¨¦n fueron polic¨ªas. Todas las semanas los diarios publican la detenci¨®n de polic¨ªas vinculados a delincuentes, y en ocasiones, agrupaciones completas son descabezadas por operar del lado del mal. Altos mandos policiales que combat¨ªan la criminalidad est¨¢n hoy en la c¨¢rcel por haber sido c¨®mplices de esa criminalidad.
Entre los secuestros y las polic¨ªas -como en pr¨¢cticamente todas las ¨¢reas de la delincuencia en M¨¦xico-, hay fuertes vasos comunicantes. Los gobiernos federal y estatal dicen luchar contra este c¨¢ncer, pero no parecen tener muchos avances. En los secuestros de m¨¢s alto impacto en el ¨²ltimo a?o, siempre aparecieron polic¨ªas federales y locales involucrados. De hecho -sin que esto sea una actitud c¨ªnica-, en el caso de secuestros -y en general de todos los delitos-, lo m¨¢s sorprendente es descubrir que no hubo polic¨ªas involucrados. Que sean parte de la delincuencia ya es inherente en el imaginario colectivo mexicano que cree, que sabe, que el enemigo est¨¢ en casa.
Raymundo Riva Palacio es director de www.ejecentral.com.mx.
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