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Discurso de Obama sobre su estrategia en Afganist¨¢n

Declaraciones del presidente de Estados Unidos en el Eisenhower Hall Theatre, en la Academia Militar estadounidense en West Point

Barack Obama, presidente de Estados Unidos: Buenas noches. Al Cuerpo de Cadetes de Estados Unidos, a los hombres y mujeres de nuestras fuerzas armadas y a mis compatriotas, me dirijo a ustedes esta noche para hablar acerca de nuestros esfuerzos en Afganist¨¢n, la naturaleza de nuestro compromiso all¨¢, el alcance de nuestros intereses y la estrategia que mi gobierno pondr¨¢ en marcha para llevar esta guerra a su fin. Es un honor extraordinario para m¨ª hacerlo aqu¨ª, en West Point, donde tantos hombres y mujeres se han preparado para proteger nuestra seguridad y representar lo mejor de nuestro pa¨ªs.

Para hablar sobre esos temas importantes, en primer lugar, es importante recordar por qu¨¦ Estados Unidos y nuestros aliados se vieron obligados a luchar en Afganist¨¢n. No buscamos esta guerra. El 11 de septiembre de 2001, 19 hombres secuestraron cuatro aviones y los utilizaron para asesinar a casi 3.000 personas. Atacaron nuestros centros militares y econ¨®micos. Arrebataron la vida de hombres, mujeres y ni?os inocentes sin importarles su credo, raza o condici¨®n. Si no hubiera sido por los actos heroicos de los pasajeros a bordo de uno de esos aviones, pudieron haber atacado uno de los grandes s¨ªmbolos de nuestra democracia en Washington y asesinado a muchos m¨¢s.

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Como sabemos, esos hombres pertenec¨ªan a Al Qaeda, un grupo de extremistas que ha distorsionado y profanado el Islam, una de las grandes religiones del mundo, para justificar la matanza de inocentes. La base de operaciones de Al Qaeda estaba en Afganist¨¢n, donde eran protegidos por los Talib¨¢n, un movimiento radical, represivo e inmisericorde que tom¨® el control del pa¨ªs despu¨¦s de que fuera arrasado por a?os de ocupaci¨®n sovi¨¦tica y guerra civil, y despu¨¦s de que la atenci¨®n de Estados Unidos y de nuestros aliados se dirig¨ªa hacia otros asuntos.

A pocos d¨ªas del 11 de septiembre, el Congreso autoriz¨® el uso de la fuerza contra Al Qaeda y aquellos que los protegieran, una autorizaci¨®n que sigue vigente hasta el d¨ªa de hoy. La votaci¨®n en el Senado fue de 98 a 0. La votaci¨®n en la C¨¢mara de Representantes fue de 420 a 1. Por primera vez en la historia, la Organizaci¨®n del Tratado del Atl¨¢ntico Norte invoc¨® el Art¨ªculo 5, el compromiso que estipula que el ataque contra un miembro es un ataque contra todos. Y el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas respald¨® el uso de las medidas necesarias para responder a los ataques del 11 de septiembre. Estados Unidos, nuestros aliados y el mundo actuaron al un¨ªsono para destruir la red terrorista de Al Qaeda y proteger nuestra seguridad com¨²n.

Bajo la bandera de esta unidad nacional y legitimidad internacional, y s¨®lo despu¨¦s de que el r¨¦gimen Talib¨¢n rehusara entregar a Osama bin Laden, enviamos a nuestras tropas a Afganist¨¢n. En cuesti¨®n de meses, Al Qaeda estaba desarticulada, y muchos de sus efectivos hab¨ªan muerto. El r¨¦gimen Talib¨¢n fue depuesto del poder y forzado a retirarse. Un lugar que durante d¨¦cadas s¨®lo hab¨ªa conocido el temor ahora ten¨ªa raz¨®n para albergar la esperanza. En una conferencia organizada por la ONU, se estableci¨® un gobierno provisional encabezado bajo el Presidente Hamid Karzai. Y se estableci¨® una Fuerza de Ayuda para Seguridad Internacional (International Security Assistance Force) con el fin de ayudar a llevar una paz duradera a este pa¨ªs devastado por la guerra.

Luego, a principios del 2003, se tom¨® la decisi¨®n de librar una segunda guerra en Irak. El dif¨ªcil debate sobre Irak es bien conocido y no necesitamos repetirlo aqu¨ª. Basta decir que durante los seis a?os siguientes, la guerra de Irak absorbi¨® la mayor parte de nuestras tropas, nuestros recursos, nuestra diplomacia y la atenci¨®n de nuestro pa¨ªs, y que la decisi¨®n de entrar en Irak caus¨® divisiones considerables entre Estados Unidos y gran parte del mundo.

Hoy, tras un costo exorbitante, estamos llevando a su fin, de manera responsable, la guerra en Irak. Las brigadas de combate retornar¨¢n de Irak a fines del verano pr¨®ximo y todas nuestras tropas estar¨¢n de regreso a fines del 2011. El que estemos logrando esto es evidencia del car¨¢cter de los hombres y mujeres de uniforme. Gracias a su valor, determinaci¨®n y perseverancia, les hemos dado a los iraqu¨ªes la oportunidad de forjar su futuro y estamos teniendo ¨¦xito en dejarle Irak al pueblo iraqu¨ª.

Pero, aunque hemos logrado dif¨ªciles avances en Irak, la situaci¨®n en Afganist¨¢n se ha deteriorado. Despu¨¦s de escapar a Pakist¨¢n cruzando la frontera en el 2001 y 2002, los l¨ªderes de Al Qaeda establecieron un refugio all¨ª. Aunque el pueblo afgano eligi¨® un gobierno leg¨ªtimo, ¨¦ste se ha visto aquejado por la corrupci¨®n, el narcotr¨¢fico, el subdesarrollo de la econom¨ªa e insuficientes Fuerzas de Seguridad.

En los ¨²ltimos a?os, los talibanes y Al Qaeda han hecho causa com¨²n, pues ambos procuran derrocar al gobierno afgano. Gradualmente, los talibanes han empezado a controlar varias franjas adicionales de territorio en Afganist¨¢n, a la vez que realizan ataques terroristas cada vez m¨¢s destructivos y atrevidos contra el pueblo paquistan¨ª.

Ahora, durante todo este tiempo, los niveles de tropas en Afganist¨¢n fueron una fracci¨®n de las de Irak. Cuando asum¨ª la presidencia, ten¨ªamos poco m¨¢s de 32.000 estadounidenses prestando servicios en Afganist¨¢n, en comparaci¨®n con 160.000 en Irak en el punto m¨¢ximo de la guerra. Los comandantes en Afganist¨¢n solicitaron repetidas veces apoyo para contrarrestar el resurgimiento de los talibanes, pero esos refuerzos nunca llegaron. Y por eso, poco despu¨¦s de asumir la presidencia, aprob¨¦ una solicitud de tropas adicionales que llevaba pendiente hac¨ªa mucho. Despu¨¦s de consultar con nuestros aliados, anunci¨¦ luego una estrategia que reconoc¨ªa la intr¨ªnseca conexi¨®n de nuestros esfuerzos b¨¦licos en Afganist¨¢n y los refugios para extremistas en Pakist¨¢n. Establec¨ª el objetivo que se defini¨® espec¨ªficamente como desbaratar, desmantelar y derrotar a Al Qaeda y a sus aliados extremistas, y promet¨ª coordinar mejor nuestros esfuerzos civiles y militares.

Desde entonces, hemos alcanzado logros en varios objetivos importantes. L¨ªderes extremistas de alto rango de Al Qaeda y de los talibanes han sido eliminados, y hemos aumentado la presi¨®n sobre Al Qaeda en todo el mundo. En Pakist¨¢n, el Ej¨¦rcito de ese pa¨ªs ha entablado la mayor ofensiva en a?os. En Afganist¨¢n, nosotros y nuestros aliados evitamos que los talibanes impidieran las elecciones presidenciales, y ese proceso electoral, aunque empa?ado por el fraude, produjo un gobierno conforme a las leyes y constituci¨®n de Afganist¨¢n.

Sin embargo, quedan enormes desaf¨ªos. No hemos perdido Afganist¨¢n, pero durante a?os, ha retrocedido. No hay amenaza inminente de que el gobierno sea depuesto, pero los talibanes han ganado impulso. Al Qaeda no ha resurgido en Afganist¨¢n con los mismos n¨²meros que antes del 11 de septiembre, pero conserva sus refugios a lo largo de la frontera. Y nuestras tropas carecen del pleno respaldo que necesitan para capacitar eficazmente y aliarse con las Fuerzas de Seguridad de Afganist¨¢n con el fin de proteger mejor a la poblaci¨®n. Nuestro nuevo comandante en Afganist¨¢n, el general McChrystal, ha informado que las condiciones de seguridad son peores de lo que anticipaba. En resumen: el status quo es insostenible.

Como cadetes, ustedes se ofrecieron voluntariamente para prestar servicios durante estos tiempos de peligro. Algunos de ustedes lucharon en Afganist¨¢n. Algunos de ustedes ser¨¢n desplegados all¨¢. Como su Comandante en Jefe, mi deber para con ustedes es una misi¨®n claramente definida y merecedora de sus servicios. Y es por eso, despu¨¦s de que terminaron las elecciones afganas, insist¨ª en un an¨¢lisis meticuloso de nuestra estrategia. Ahora, perm¨ªtanme ser claro: nunca hubo ante m¨ª una opci¨®n que solicitara env¨ªo de tropas antes del 2010, de modo que no ha habido demoras ni se rechazaron recursos necesarios para las operaciones de guerra durante este periodo de an¨¢lisis. Al contrario, este an¨¢lisis me permiti¨® hacer las preguntas dif¨ªciles y explorar todas las diferentes opciones junto con mi equipo de seguridad nacional, nuestros l¨ªderes civiles y militares en Afganist¨¢n, y con nuestros principales aliados. Y considerando lo que est¨¢ en juego, era lo menos que deb¨ªa hacer por el pueblo estadounidense y por nuestras tropas.

El an¨¢lisis ya se realiz¨®. Y como Comandante en Jefe, he decidido que es vital para nuestros intereses nacionales el env¨ªo de 30.000 soldados estadounidenses adicionales a Afganist¨¢n. Despu¨¦s de 18 meses, nuestras tropas empezar¨¢n a regresar a casa. ?stos son los recursos que necesitamos para retomar la iniciativa, a la vez que ampliamos la capacidad de Afganist¨¢n para poder permitir una transici¨®n responsable de nuestras tropas y salir de Afganist¨¢n.

No tomo esta decisi¨®n a la ligera. Me opuse a la guerra en Irak precisamente porque creo que debemos restringirnos en el uso de la fuerza militar y siempre debemos considerar las consecuencias a largo plazo de nuestros actos. Ya hemos estado en guerra durante ocho a?os y hemos pagado un precio enorme en vidas y recursos. Los a?os del debate sobre Irak y el terrorismo han hecho pedazos nuestra unidad en materia de seguridad nacional y han creado un trasfondo muy polarizado y partidista para este esfuerzo. Y es comprensible que despu¨¦s de haber pasado por la peor crisis econ¨®mica desde la Gran Depresi¨®n, el pueblo estadounidense est¨¦ concentrado en la reconstrucci¨®n de nuestra econom¨ªa y que la gente vuelva a trabajar aqu¨ª en casa.

Lo que es m¨¢s importante, s¨¦ que esta decisi¨®n exige incluso m¨¢s de ustedes, miembros de las fuerzas armadas que, junto con su familia, ya vienen llevando la carga m¨¢s pesada. Como Presidente, he firmado una carta de condolencia para cada familia de cada estadounidense que perdi¨® la vida en estas guerras. He le¨ªdo las cartas de padres y c¨®nyuges de soldados en el extranjero, he visitado a nuestros valerosos combatientes heridos en Walter Reed. Viaj¨¦ a Dover para recibir los ata¨²des envueltos en banderas de 18 estadounidenses que regresaban a casa para ir a su lugar de descanso eterno. Veo de primera mano las terribles consecuencias de la guerra. Si no creyera que la seguridad de Estados Unidos y la seguridad del pueblo estadounidense no estuvieran en juego en Afganist¨¢n, con gusto dar¨ªa la orden de que cada uno de nuestros soldados regresara a casa ma?ana.

As¨ª que no, no tomo esta decisi¨®n a la ligera. Tomo esta decisi¨®n porque estoy convencido de que nuestra seguridad est¨¢ en juego en Afganist¨¢n y Pakist¨¢n. ?se es el epicentro del extremismo violento practicado por Al Qaeda. Desde all¨¢ nos atacaron el 11 de septiembre y es desde all¨¢ que se est¨¢n planeando nuevos ataques en estos precisos momentos. Este peligro no es insustancial, no es una amenaza hipot¨¦tica. En apenas los ¨²ltimos meses, hemos arrestado a extremistas dentro de nuestras fronteras que fueron enviados aqu¨ª desde la regi¨®n fronteriza de Afganist¨¢n y Pakist¨¢n para cometer nuevos actos de terrorismo. Y este peligro s¨®lo se incrementar¨¢ si la regi¨®n vuelve a recaer y Al Qaeda puede operar con impunidad. Debemos mantener la presi¨®n sobre Al Qaeda y para hacerlo, debemos incrementar la estabilidad y capacidad de nuestros aliados en la regi¨®n.

Por supuesto que esta carga no es solamente nuestra. ?sta no es s¨®lo la guerra de Estados Unidos. Desde el 11 de septiembre, los refugios de Al Qaeda han sido la fuente de ataques contra Londres y Am¨¢n y Bali. Los pueblos y gobiernos de tanto Afganist¨¢n como Pakist¨¢n est¨¢n en peligro. Y lo que se arriesga es incluso mayor dentro de un Pakist¨¢n con armas nucleares, porque sabemos que Al Qaeda y otros extremistas procuran obtener armas nucleares, y tenemos todas las razones del mundo para creer que podr¨ªan usarlas.

Estos hechos nos obligan a actuar junto con nuestros amigos y aliados. Nuestro objetivo central sigue siendo el mismo: detener, desmantelar y vencer a Al Qaeda en Afganist¨¢n y Pakist¨¢n, y quitarles la capacidad de amenazar a Estados Unidos y nuestros aliados en el futuro.

Para cumplir con esa meta, nos fijaremos los siguientes objetivos en Afganist¨¢n. Debemos negarle refugio a Al Qaeda. Debemos frenar el avance de los talibanes e impedir que adquieran la capacidad de derrocar al gobierno. Y debemos aumentar el poder¨ªo de las Fuerzas de Seguridad y el gobierno de Afganist¨¢n, para que puedan encabezar la tarea y asumir la responsabilidad por el futuro de Afganist¨¢n.

Cumpliremos con estos objetivos de tres maneras. En primer lugar, seguiremos una estrategia militar que frenar¨¢ el impulso de los talibanes y aumentar¨¢ la capacidad de Afganist¨¢n en los pr¨®ximos 18 meses.

Los 30,000 soldados adicionales que estoy anunciando esta noche ser¨¢n desplegados a inicios del 2010 - al paso m¨¢s r¨¢pido posible- para que puedan ir en pos de los insurgentes y resguardar centros poblados clave. Aumentar¨¢n nuestra capacidad de entrenar a Fuerzas de Seguridad afganas competentes y de asociarnos con ellas para que m¨¢s afganos puedan participar en la lucha. Y ayudar¨¢n a crear las condiciones para que Estados Unidos transfiera responsabilidades a los afganos.

Debido a que ¨¦ste es un esfuerzo internacional, he pedido que nuestro compromiso est¨¦ acompa?ado por aportes de parte de nuestros aliados. Algunos ya han proporcionado tropas adicionales, y estamos seguros de que habr¨¢ aportes adicionales en los d¨ªas y las semanas venideros. Nuestros amigos han luchado y derramado sangre y muerto a lado nuestro en Afganist¨¢n. Y ahora, debemos unirnos para acabar con esta guerra de manera exitosa, pues lo que est¨¢ en juego no es simplemente una prueba de la credibilidad de la OTAN; lo que est¨¢ en juego es la seguridad de nuestros aliados y la seguridad com¨²n del mundo.

Pero en conjunto, estos soldados estadounidenses e internacionales adicionales nos permitir¨¢n acelerar la transferencia de responsabilidad a las fuerzas afganas y nos permitir¨¢n comenzar el proceso de sacar a nuestras fuerzas de Afganist¨¢n en julio del 2011. As¨ª como lo hemos hecho en Irak, realizaremos esta transici¨®n de manera responsable, tomando en cuenta las condiciones en el terreno. Continuaremos asesorando y ayudando a las Fuerzas de Seguridad de Afganist¨¢n para cerciorarnos de que puedan tener ¨¦xito a largo plazo. Pero quedar¨¢ claro para el gobierno de Afganist¨¢n -y lo que es m¨¢s importante aun, el pueblo de Afganist¨¢n- que a fin de cuentas, ellos ser¨¢n responsables por su propio pa¨ªs.

En segundo lugar, colaboraremos con nuestros aliados, las Naciones Unidas y el pueblo afgano para seguir una estrategia civil m¨¢s eficaz, de manera que el gobierno pueda aprovechar las mejoras de seguridad.

Este esfuerzo debe basarse en el desempe?o. Se acabaron los d¨ªas en que se escrib¨ªan cheques en blanco. El discurso de investidura del Presidente Karzai envi¨® un mensaje acertado sobre tomar un nuevo curso. Y de ahora en adelante, seremos claros sobre lo que esperamos de quienes reciben nuestra ayuda. Apoyaremos a los ministros, gobernadores y l¨ªderes locales de Afganist¨¢n que combaten la corrupci¨®n y producen resultados a favor del pueblo. Esperamos que quienes son ineficaces o corruptos rindan cuentas. Y tambi¨¦n dirigiremos nuestra asistencia a sectores como agricultura que pueden tener un impacto inmediato en la vida de los afganos.

El pueblo de Afganist¨¢n ha sufrido violencia durante d¨¦cadas. Han enfrentado ocupaci¨®n: por la Uni¨®n Sovi¨¦tica y luego por los combatientes extranjeros de Al Qaeda que usaron el territorio de Afganist¨¢n para sus prop¨®sitos. Por lo tanto, esta noche deseo que el pueblo afgano comprenda que Estados Unidos busca el fin de esta era de guerra y sufrimiento. No estamos interesados en ocupar su pa¨ªs. Apoyaremos los esfuerzos por el gobierno de Afganist¨¢n de abrirles la puerta a los talibanes que abandonen la violencia y respeten los derechos humanos de sus conciudadanos. Y procuraremos una alianza con Afganist¨¢n basada en el respeto mutuo, para aislar a quienes destruyen; darles fuerza a quienes edifican; acelerar el d¨ªa en que nuestras tropas se marchen, y forjar una amistad perdurable en la que Estados Unidos es su aliado y nunca su patr¨®n.

En tercer lugar, actuaremos con pleno reconocimiento de que nuestro ¨¦xito en Afganist¨¢n est¨¢ inextricablemente ligado a nuestra alianza con Pakist¨¢n.

Estamos en Afganist¨¢n para prevenir que el c¨¢ncer vuelva a propagarse por todo ese pa¨ªs. Pero este mismo c¨¢ncer tambi¨¦n ha echado ra¨ªces en la regi¨®n fronteriza de Pakist¨¢n. Es por eso que necesitamos una estrategia que funcione en ambos lados de la frontera.

En el pasado, ha habido quienes en Pakist¨¢n han argumentado que la lucha contra el extremismo no era su lucha, y que a Pakist¨¢n le conviene hacer poco o buscar un acuerdo con quienes recurren a la violencia. Pero en a?os recientes, con la matanza de inocentes desde Karachi hasta Islamabad, ha quedado claro que el pueblo pakistan¨ª es el m¨¢s amenazado por el extremismo. La opini¨®n p¨²blica ha cambiado. Y el Ej¨¦rcito de Pakist¨¢n ha librado una ofensiva en Swat y Wazirist¨¢n del Sur. Y ahora no cabe duda de que Estados Unidos y Pakist¨¢n tienen un enemigo com¨²n.

En el pasado, demasiado a menudo definimos nuestra relaci¨®n con Pakist¨¢n de manera restringida. Esos d¨ªas han quedado atr¨¢s. De ahora en adelante, estamos comprometidos con una alianza con Pakist¨¢n que tenga como base intereses mutuos, respeto mutuo y confianza mutua. Reforzaremos la capacidad de Pakist¨¢n para ir en pos de estos grupos que amenazan a nuestros pa¨ªses, y hemos dejado en claro que no podemos tolerar un refugio para terroristas con paradero conocido e intenciones claras. Estados Unidos tambi¨¦n est¨¢ proporcionando recursos considerables para apoyar la democracia y el desarrollo de Pakist¨¢n. Somos la mayor fuente internacional de apoyo para los pakistan¨ªes desplazados por la lucha. Y de ahora en adelante, el pueblo pakistan¨ª debe saber: Estados Unidos seguir¨¢ siendo un firme defensor de la seguridad y prosperidad de Pakist¨¢n, mucho despu¨¦s de que las armas se hayan silenciado, para que pueda dar rienda suelta al gran potencial de su pueblo.

?stos son los tres elementos b¨¢sicos de nuestra estrategia: una campa?a militar a fin de crear las condiciones para una transici¨®n; un aumento de personal civil que refuerce medidas positivas, y una alianza eficaz con Pakist¨¢n.

Reconozco que hay una variedad de inquietudes sobre nuestra estrategia. Por lo tanto, perm¨ªtanme tratar brevemente algunos de los argumentos prominentes que he o¨ªdo, los cuales me tomo muy en serio.

En primer lugar, hay quienes insin¨²an que Afganist¨¢n es otro Vietnam. Alegan que no es posible crear estabilidad all¨ª y que nos resulta m¨¢s conveniente cortar por lo sano y retirarnos r¨¢pidamente. Yo creo que este argumento se basa en una interpretaci¨®n falsa de la historia. A diferencia de Vietnam, nos acompa?a una extensa coalici¨®n de 43 pa¨ªses que reconocen la legitimidad de nuestros actos. A diferencia de Vietnam, no enfrentamos una insurgencia popular general. Y lo m¨¢s importante, a diferencia de Vietnam, el pueblo estadounidense fue atacado salvajemente desde Afganist¨¢n, y sigue siendo blanco de los mismos extremistas que complotan a lo largo de su frontera. Abandonar esta zona ahora- y depender solamente de esfuerzos contra Al Qaeda desde lejos- perjudicar¨ªa seriamente nuestra capacidad de seguir ejerciendo presi¨®n sobre Al Qaeda y crear¨ªa un riesgo inaceptable de ataques adicionales contra nuestro territorio y nuestros enemigos.

En segundo lugar, hay quienes reconocen que no podemos dejar a Afganist¨¢n en su situaci¨®n actual, pero que sugieren que prosigamos con las mismas tropas que ya tenemos all¨ª. Pero esto simplemente mantendr¨ªa el status quo en el que tratamos dif¨ªcilmente de abrirnos paso y permitir¨ªa un lento deterioro. Finalmente resultar¨ªa m¨¢s costoso y prolongar¨ªa nuestra permanencia en Afganist¨¢n, porque nunca podr¨ªamos crear las condiciones necesarias para entrenar a las Fuerzas de Seguridad de Afganist¨¢n y darles el espacio para hacerse cargo.

Finalmente, hay quienes se oponen a designar un cronograma para nuestra transici¨®n y para que Afganist¨¢n asuma la responsabilidad. De hecho, hay quienes proponen una intensificaci¨®n m¨¢s dr¨¢stica y sin limitaciones de nuestro esfuerzo b¨¦lico, que nos comprometa a un proyecto de reconstrucci¨®n nacional que tomar¨ªa hasta una d¨¦cada. Rechazo este curso porque fija objetivos que van m¨¢s all¨¢ de lo que se puede lograr a un costo razonable y lo que necesitamos lograr para proteger nuestros intereses. Adem¨¢s, la ausencia de un cronograma para la transici¨®n nos negar¨ªa todo sentido de urgencia al trabajar con el gobierno de Afganist¨¢n. Debe quedar claro que los afganos deber¨¢n asumir responsabilidad por su seguridad y que Estados Unidos no est¨¢ interesado en librar una guerra interminable en Afganist¨¢n.

Como Presidente, me reh¨²so a fijar objetivos que van m¨¢s all¨¢ de nuestras responsabilidades, nuestros medios o nuestros intereses. Y debo sopesar todos los desaf¨ªos que enfrenta nuestra naci¨®n. No tengo el lujo de comprometerme a s¨®lo uno. De hecho, tengo muy en cuenta las palabras del Presidente Eisenhower, quien al hablar sobre nuestra seguridad nacional, dijo, "Cada propuesta debe sopesarse en vista de una consideraci¨®n m¨¢s extensa: la necesidad de mantener el equilibrio en los programas nacionales y entre ellos".

En a?os recientes, hemos perdido ese equilibrio. No hemos apreciado la relaci¨®n entre nuestra seguridad nacional y nuestra econom¨ªa. Como consecuencia de una crisis econ¨®mica, demasiados de nuestros vecinos y amigos no tienen trabajo y pasan apuros para pagar sus cuentas. Demasiados estadounidenses se preocupan por el futuro que enfrentar¨¢n nuestros hijos. Mientras tanto, la competencia en la econom¨ªa mundial se ha vuelto m¨¢s feroz. Entonces, simplemente no podemos darnos el lujo de hacer caso omiso de los costos muy reales de estas guerras.

A fin de cuentas, cuando asum¨ª el mando, el costo de las guerras en Irak y Afganist¨¢n llegaba al bill¨®n de d¨®lares. De ahora en adelante, me comprometo a tratar estos costos abierta y francamente. Nuestra nueva estrategia en Afganist¨¢n probablemente nos cueste aproximadamente $30,000 millones para las fuerzas armadas este a?o y trabajar¨¦ estrechamente con el Congreso para abordar estos costos mientras nos esforzamos por reducir nuestro d¨¦ficit.

Pero a medida que nos acerquemos al fin de la guerra en Irak y hagamos la transici¨®n de responsabilidad en Afganist¨¢n, debemos recuperar la solidez aqu¨ª, dentro del pa¨ªs. Nuestra prosperidad es la base de nuestro poder. Beneficia a nuestras fuerzas armadas. Respalda nuestra diplomacia. Aprovecha el potencial de nuestro pueblo y permite la inversi¨®n en sectores nuevos. Y nos permitir¨¢ competir en este siglo con el mismo ¨¦xito que lo hicimos en el anterior. Es por eso que nuestro compromiso de tropas en Afganist¨¢n no puede ser ilimitado, porque el pa¨ªs que m¨¢s me interesa construir es nuestro propio.

Ahora, perm¨ªtanme ser claro: Nada de eso ser¨¢ f¨¢cil. La lucha contra el extremismo violento no concluir¨¢ r¨¢pidamente, y se extiende m¨¢s all¨¢ de Afganist¨¢n y Pakist¨¢n. Ser¨¢ una prueba continua de nuestra fuerza como sociedad libre y nuestro liderazgo en el mundo. Y a diferencia de los grandes conflictos de poder y las claras l¨ªneas divisorias que definieron al siglo XX, nuestro esfuerzo involucrar¨¢ regiones alborotadas, estados fracasados, y enemigos difusos.

Entonces, como resultado, Estados Unidos tendr¨¢ que mostrar nuestra fuerza en la manera en que finalizamos guerras y evitamos conflictos, no solo como conducimos las guerras. Tendremos que ser ¨¢giles y precisos en nuestro poder¨ªo militar. Donde Al Qaeda y sus aliados intenten establecer una posici¨®n -ya sea en Somalia o Yemen u otros lugares- deben enfrentar presi¨®n cada vez mayor y alianzas firmes.

Y no podemos contar con tan s¨®lo el poder¨ªo militar. Debemos invertir en nuestra seguridad nacional, porque no podemos capturar ni eliminar a todo extremista violento en el extranjero. Tendremos que mejorar y coordinar mejor nuestros servicios de inteligencia, para que sigan estando un paso por delante de las redes clandestinas.

Tendremos que quitarles las herramientas de destrucci¨®n masiva. Y es por eso que un pilar central de mi pol¨ªtica exterior es impedir que los terroristas tengan acceso a materiales nucleares en circulaci¨®n; detener la propagaci¨®n de armas nucleares, e ir en pos del objetivo de un mundo sin ellas. Porque toda naci¨®n debe comprender que la verdadera seguridad nunca provendr¨¢ de una carrera interminable por armas cada vez m¨¢s destructivas; la verdadera seguridad provendr¨¢ de quienes las rechazan.

Tendremos que usar la diplomacia, porque ning¨²n pa¨ªs puede afrontar los desaf¨ªos de un mundo interconectado actuando solo. He pasado este a?o renovando nuestras alianzas y forjando nuevas sociedades. Y hemos forjado un nuevo inicio entre Estados Unidos y el mundo musulm¨¢n; uno que reconoce que a ambos nos conviene romper el ciclo de conflicto, y que promete un futuro en el que quienes matan a inocentes son aislados por quienes defienden la paz y prosperidad y dignidad humana.

Y finalmente, debemos sacar fortaleza de nuestros valores, ya que quiz¨¢ hayan cambiado los desaf¨ªos que enfrentamos, pero nuestras convicciones no. Por eso debemos promover nuestros valores vivi¨¦ndolos dentro del pa¨ªs, raz¨®n por la cual he prohibido la tortura y cerraremos la prisi¨®n en la bah¨ªa de Guant¨¢namo. Y debemos dejar en claro a todo hombre, mujer y ni?o alrededor del mundo, que vive bajo la sombra de la tiran¨ªa, que Estados Unidos se pronunciar¨¢ a favor de sus derechos humanos y velar¨¢ por la luz de la libertad y la justicia, las oportunidades y el respeto por la dignidad de todos los pueblos. Eso es lo que nos define. He all¨ª el origen, el origen de la autoridad moral de Estados Unidos.

Desde los tiempos de Franklin Roosevelt, y el servicio y sacrificio de nuestros abuelos y bisabuelos, nuestro pa¨ªs ha sobrellevado una carga especial en asuntos internacionales. Hemos derramado sangre estadounidense en muchos pa¨ªses en m¨²ltiples continentes. Hemos gastado nuestros ingresos para ayudar a otros a reconstruir lo que estaba en ruinas y desarrollar sus propias econom¨ªas. Nos hemos unido a otros para ser los arquitectos de varias instituciones -desde las Naciones Unidas hasta la OTAN y el Banco Mundial- que velan por la seguridad y prosperidad com¨²n de los seres humanos.

No siempre nuestros esfuerzos fueron reconocidos, y a veces cometimos errores. Pero m¨¢s que cualquier otro pa¨ªs, Estados Unidos de Norteam¨¦rica ha respaldado la seguridad mundial durante m¨¢s de seis d¨¦cadas, un periodo que, a pesar de todos sus problemas, ha visto muros que caen, y mercados que se abren, y miles de millones que superan la pobreza, logros cient¨ªficos sin paralelo y el avance de las fronteras de la libertad humana.

Porque a diferencia de las grandes potencias del pasado, no hemos tratado de dominar al mundo. Nuestra uni¨®n fue fundada resistiendo la opresi¨®n. No buscamos ocupar otras naciones. No reclamaremos los recursos de otra naci¨®n ni atacaremos a otros pueblos porque su religi¨®n u origen ¨¦tnico es diferente al nuestro. Nuestra lucha fue - sigue siendo por un futuro mejor para nuestros hijos y nietos. Y creemos que su vida ser¨¢ mejor si los hijos y nietos de otros pueblos pueden vivir teniendo libertad y oportunidades. (Aplausos.)

Como naci¨®n, no somos tan j¨®venes -ni quiz¨¢ tan inocentes- como lo ¨¦ramos cuando Roosevelt era Presidente. Sin embargo, todav¨ªa somos herederos de una noble lucha por la libertad. Y ahora debemos recurrir a todo nuestro poder¨ªo y persuasi¨®n moral para enfrentar los desaf¨ªos de la nueva era.

A fin de cuentas, nuestra seguridad y liderazgo no se derivan solamente de la fuerza de nuestras armas. Se derivan de nuestro pueblo, de los trabajadores y empresas que reconstruir¨¢n nuestra econom¨ªa; de los empresarios e investigadores que ser¨¢n los pioneros de nuevos sectores; de los maestros que educar¨¢n a nuestros ni?os; y del servicio de quienes trabajan en nuestras comunidades dentro del pa¨ªs; de los diplom¨¢ticos y los voluntarios del Cuerpo de la Paz que propagan la esperanza en el extranjero, y de hombres y mujeres de uniforme que son parte de una l¨ªnea ininterrumpida de sacrificio que ha hecho que el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo sea una realidad en esta Tierra. (Aplausos.)

Este vasto y diverso grupo de ciudadanos no siempre concordar¨¢ sobre todos los temas, ni debe hacerlo. Pero tambi¨¦n s¨¦ que, como pa¨ªs, no podemos mantener nuestro liderazgo ni enfrentar los enormes desaf¨ªos de nuestros tiempos si permitimos que nos dividan en dos el mismo rencor y cinismo y partidismo que en tiempos recientes han envenenado nuestro di¨¢logo nacional.

Es f¨¢cil olvidar que cuando esta guerra comenz¨®, est¨¢bamos unidos, unidos por el recuerdo reciente de un ataque horrendo y por la determinaci¨®n de defender nuestro territorio y los valores que tenemos. Me reh¨²so a aceptar la noci¨®n de que no podemos volver a convocar esa unidad. (Aplausos.) Creo con todo mi ser que nosotros, como estadounidenses, todav¨ªa nos podemos unir detr¨¢s de un prop¨®sito com¨²n. Porque nuestros valores no son simplemente palabras escritas en pergamino; son un credo que nos llama a la uni¨®n y han permitido que durante las tormentas m¨¢s tenebrosas sigamos siendo una naci¨®n, un pueblo.

Estados Unidos, ¨¦stos son tiempos muy dif¨ªciles. Y el mensaje que enviamos en medio de esta tormenta debe ser claro: que nuestra causa es justa, nuestra determinaci¨®n inquebrantable. Seguiremos adelante confiando en el poder que emana de la justicia de nuestra causa, y con el compromiso de forjar un Estados Unidos m¨¢s seguro, un mundo m¨¢s seguro, y un futuro que representa no los temores m¨¢s profundos, sino nuestras mayores esperanzas. (Aplausos.)

Gracias, que Dios los bendiga, que Dios bendiga a Estados Unidos de Norteam¨¦rica. (Aplausos.) Muchas gracias. Gracias. (Aplausos.)

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