?De qu¨¦ te acuerdas cuando r¨ªes, mexicano?
El asesinato de un ex polic¨ªa dispara, a trav¨¦s de las redes sociales, el humor que acompa?a en M¨¦xico a las tragedias
O nos seguimos riendo, o nos carga la realidad. Porque para sobrellevar las cosas en este querido M¨¦xico se necesita, qu¨¦ duda cabe, una dosis de inconciencia, algo de caradura, una pizca de cinismo y mucho, mucho, much¨ªsimo sentido del humor. Pero de ese humor que dignifica, ?vaya!, porque la risa tonta como que tampoco.
Un asesinato m¨¢s. S¨ª y no. Uno m¨¢s, en el M¨¦xico que decidi¨® declararle la guerra al crimen y vive, tiro por viaje (nunca mejor dicho, por cierto) asesinatos reales e imaginados. Pero no uno m¨¢s, porque sucedi¨® en lugar y circunstancia de esos que asustan, cuando penetran los espacios habituales de los ciudadanos que suelen llevar las cosas en paz y gustan en ir de sus corazones a sus asuntos.
La historia en breve: el martes 1 de diciembre, a eso del mediod¨ªa, en conocida cafeter¨ªa (Starbucks, para mayor se?a) de la Colonia del Valle de la Ciudad de M¨¦xico, asesinaron a ?dgar Enrique Bayardo del Villar, testigo protegido de la Procuradur¨ªa General de la Rep¨²blica. Lo que se sabe es que entraron, lo asesinaron y se fueron. En el camino qued¨® herido un escolta de Bayardo y una mujer que tuvo la mala suerte de estar en espacio y tiempo equivocados. Las interpretaciones de lo sucedido son muchas, e implican v¨ªnculos con grupos del crimen organizado. Pero eso es asunto de especialistas; lo importante para los simples mortales como yo es que en conocida cafeter¨ªa, a plena luz del d¨ªa, en una colonia de clase media de la siempre ajetreada Ciudad de M¨¦xico, entraron, asesinaron y se fueron.
No hab¨ªan pasado minutos siquiera de que la noticia corriera, cuando el mexican¨ªsimo sentido del humor se hab¨ªa desatado. En las redes sociales, en las conversaciones de la calle, entre algunos conductores medi¨¢ticos: desde el ya muy trillado y bobo "quieres que te dispare un caf¨¦" (en M¨¦xico, disparar, en un contexto as¨ª, significa invitar, convidar, regalar) -que por cierto, hab¨ªa sido chiste socorrido cuando hace muchos a?os asesinaron al conductor-comediante Paco Stanley en una taquer¨ªa del Sur de la Ciudad de M¨¦xico-, hasta la broma, un poco pesada y de ¨¢cido tono seinfeldiano, sobre la cantidad de 'shots' (disparos) extras con que uno pedir¨ªa a partir de ahora, su caf¨¦ en Starbucks. Otros mostraban el orgullo patrio ("por eso yo compro caf¨¦ de Chiapas"), se jactaban del desd¨¦n de clase ("por eso en mi cafecito barriobajero no voy a poner Internet") o de plano apelaban a la incontinencia cafetera ("ve corriendo al Starbucks, ya ves que ah¨ª te despachan rapidito"). La broma, s¨ª. Dicen, en afirmaci¨®n folclorista, que a los mexicanos nos gusta re¨ªrnos hasta de la muerte.
Por supuesto no a todos place este sentido del humor, que se va haciendo cada vez m¨¢s negro. No reconoce el dolor humano y es de mal gusto, argumentan; no respeta a las v¨ªctimas ni advierte la profundidad del drama, reclaman. Lo cual puede ser cierto. Pero m¨¢s que excusarlo, yo lo entiendo como necesaria v¨¢lvula de escape de las tensiones de una sociedad que se siente agraviada, se sabe dolida y se reconoce poco atendida por quienes debieran velar por su bienestar. Lo han dicho todos, desde Bajt¨ªn hasta Zizek, de Paz a Portilla, y hasta Serrat pues: cuando la verdad ha perdido sentido, la ¨²nica forma de expresarla es a trav¨¦s del chiste, y con la risa que subvierte.
Un buen amigo, lagunero de origen -esa tambi¨¦n vapuleada zona del Norte mexicano- me contaba que en una de sus recientes visitas a su ciudad natal, hab¨ªa estado conviviendo con amigos. La costumbre dicta que, para pasar el rato, los locales suelen cargar neveras port¨¢tiles llenas de cervezas, y recorrer en sus camionetas la zona, mientras escuchan m¨²sica y conversan. En d¨ªas pasados, sin embargo, se hab¨ªa suscitado un ajuste de cuentas entre bandas criminales rivales, y en una nevera hab¨ªa aparecido la cabeza cercenada de uno de los implicados. Desde entonces corre la broma entre los lugare?os: "ac¨¢ tengo la nevera, ?qu¨¦ quieres?, ?cerveza o cabeza?" Mi amigo, que tiene buen sentido del humor, reconoci¨® que ante la an¨¦cdota sinti¨® fr¨ªo. Porque hasta la risa por usarse se agota, sobre todo cuando la realidad se impone.
Para muchos habitantes de la Ciudad de M¨¦xico, en especial de un sector de la poblaci¨®n que se sent¨ªa a salvo de estos infortunios, el primero de diciembre quedar¨¢ como un d¨ªa en que se mostr¨® que, como en otros lugares del mundo y en otros momentos de la historia, lo malo tambi¨¦n puede tocar a nuestra puerta. Pero la vida sigue, los caf¨¦s contin¨²an atestados, las calles mantienen su ir y venir, y todos encontramos la forma de conferir sentido a un M¨¦xico que se niega a dejar de ser. Es justo por eso que celebro que a la tragedia siga de inmediato el chiste y se mantenga el sentido del humor. Lo vivimos en el terremoto del 85, en las explosiones, vaya hasta en la reciente crisis por la Influenza AH1N1. Y espero lo sigamos pudiendo hacer, porque de mucho nos acordamos cuando re¨ªmos los mexicanos; si no de otra cosa, por lo menos de nosotros mismos.
Entonces qu¨¦, ?quieres que te dispare un caf¨¦?
Gabriela Warkentin es directora del Departamento de Comunicaci¨®n de la Universidad Iberoamericana, Ciudad de M¨¦xico; Defensora del Televidente de Canal 22; conductora de radio y TV; articulista.
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