Mensajes desde el ¨²nico ordenador de Robinson Crusoe
Los correos son el mayor nexo de la isla con el exterior despu¨¦s del terremoto
Todos los isle?os se agolpan alrededor del ¨²nico ordenador que se ha salvado del tsunami. Todos quieren mandar mensajes. Para algunos, tranquilizadores, porque se han salvado; para otros, en cambio, toca comunicar la desaparici¨®n de amigos y familiares tras el maremoto que arras¨® en la madrugada del pasado s¨¢bado la isla Robinson Crusoe. Es dif¨ªcil comunicarse con la isla por tel¨¦fono, por no decir imposible, pero Internet sigue funcionando a pesar del desastre.
Es el caso de Miguel Rojas. Un joven de 38 a?os, que, a pesar de haberlo perdido todo, todav¨ªa tiene fuerzas para comunicarse y contar lo que ha vivido. Era de madrugada cuando los isle?os fueron alertados por Martina Maturana, una ni?a de 12 a?os que toc¨® el gong de la plaza del pueblo para avisar a la gente de que algo raro pasaba. Hab¨ªa o¨ªdo hablar a su padre por tel¨¦fono con su abuelo en Valpara¨ªso del se¨ªsmo de 8,8 grados que acababa de sacudir a todo el pa¨ªs.
"A las 3.40 de la ma?ana nos despert¨® un temblor de baja intensidad, pero muy largo, de unos 80 segundos. Me comuniqu¨¦ con mi familia en Santiago para saber de ellos y me contaron lo del tremendo terremoto. No ca¨ª en que pod¨ªa venir un tsunami y nos volvimos a acostar de nuevo mi mujer y mi hijo", relata Miguel Rojas a EL PA?S a trav¨¦s de un correo electr¨®nico.
Pero a las 4.35 son¨® el aviso de alerta. "Martina, hija del carabinero Ignacio Maturana, nos salv¨® la vida. Al o¨ªrlo nos vestimos y salimos corriendo en direcci¨®n a la calle principal que sube hacia los cerros y corrimos por nuestra vida", explica Rojas, que ten¨ªa a un equipo de bi¨®logos marinos alojados en su casa. La ¨²nica mujer del grupo intent¨® refugiarse tras la pared de una casa, pero se la llev¨® el mar. Apareci¨® muerta al d¨ªa siguiente en el otro extremo del pueblo.
"Estamos muy afectados. Lo perd¨ª todo, nos hemos quedado sin nada. Mi casa, mis enseres;hemos ido encontrando algunas ropas... Disculpa si no te puedo escribir m¨¢s, pero estamos compartiendo el ¨²nico computador que queda entre todos", cuenta Rojas, que lleg¨® a Robinson Crusoe hace cuatro a?os desde Santiago junto a su mujer, Mariela, en busca de trabajo para que su hijo creciese "en un lugar id¨ªlico, tranquilo, lejos de las prisas mundanas", porque le hab¨ªan dicho que all¨ª era m¨¢s f¨¢cil ser feliz. Ahora intenta digerir la nueva situaci¨®n y empezar de cero. No sabe si en la isla o en el continente. De momento, viajar¨¢ a Santiago de Chile para reunirse con su familia y reponer fuerzas.
Como otros muchos isle?os, Pedro Niada y su mujer, Fabiana, tambi¨¦n han perdido todo. Propietarios de la hoster¨ªa El Pez Volador y gu¨ªas de buceo, hab¨ªan construido con sus propias manos un negocio que regentaban desde hac¨ªa cuatro a?os. Hoy la hoster¨ªa ha desaparecido bajo el mar. Ahora se encuentra m¨¢s cerca de los tesoros sumergidos en la bah¨ªa Cumberland, donde Pedro acostumbraba a bucear junto a los buscadores de tesoros que visitaban la isla.
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