Monterrey a trav¨¦s del espejo
Otrora pujante, la ciudad mexicana hoy paga las consecuencias de haber aceptado a los narcotraficantes
?Qu¨¦ le pas¨® a Monterrey? La gran ciudad industrial de M¨¦xico, la echada para adelante, la que tuvo m¨¢s desarrollo en los ¨²ltimos 30 a?os, la de los ahorradores, los que encaraban al centro con la frente en alto, los que presum¨ªan tener controlada su seguridad, est¨¢n hoy en la peor crisis de su historia. El narco tom¨® la ciudad y al inexperto gobernador Rodrigo Medina no se le ocurre mejor cosa que llamar a los ciudadanos a una manifestaci¨®n, como si encabezar la marcha le permitiera trasladar su responsabilidad a otra parte. La explicaci¨®n simplista es decir que la guerra al narco, la estrategia fallida de Calder¨®n, est¨¢ golpeando a la inocente e industriosa ciudad de Monterrey. Pero la descomposici¨®n social de la Sultana del Norte, como tambi¨¦n es conocida, es anterior.
Los valores esenciales del Monterrey pujante de la segunda mitad del siglo XX se perdieron. La cultura del esfuerzo, el sentido de unidad y esa convicci¨®n de tomar el futuro en sus propias manos se fueron transformando en una cultura de consumo y desprecio a lo que no era como ellos, pensaron que el futuro lo ten¨ªan no solo ganado, sino merecido. La ciudad orgullosa se volvi¨® vanidosa. No es gratuito que la crisis social de la ciudad coincida con la estrepitosa ca¨ªda de la imagen del fundador de los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel. La gran mayor¨ªa de la elite social del Monterrey pas¨® por las escuelas legionarias que formaron una generaci¨®n insulsa, pagada de s¨ª misma, volcada al consumo y la presunci¨®n, pero sobre todo alejada del pensamiento cr¨ªtico. Nada mejor para el aterrizaje del narco que una ¨¦lite pagada de s¨ª misma y fascinada con su propia imagen.
Lo que le est¨¢ pasando hoy a Monterrey le sucedi¨® a Guadalajara en los a?os setenta y ochenta. La crisis de una generaci¨®n que fund¨® su futuro en el pasado, que sent¨ªa merecerlo todo por su heredad, puso la cama a la llegada del narco y luego se acost¨® con ¨¦l. El narco se vuelve "intolerable" cuando los muertos tocan a las ¨¦lites. En Guadalajara tuvo que caer un Cardenal, en Monterrey dos estudiantes del Tec. En Guadalajara nadie se acuerda de los otros seis muertos el aeropuerto aquel 24 de mayo de 1993, cuando muri¨® el purpurado; en Monterrey nadie habla de los otros dos civiles que cayeron ese mismo fin de semana v¨ªctimas del fuego cruzado. En Jalisco tambi¨¦n hubo un gobernador que pens¨® que la mejor forma de evadir su responsabilidad era sum¨¢ndose a una marcha contra la violencia.
La crisis de Monterrey no se resolver¨¢ f¨¢cil ni r¨¢pido. Lo que sigue es el auto exilio de las ¨¦lites con consecuencias sociales y econ¨®micas importantes. A Guadalajara le cost¨® muchos a?os entender que el problema no "ven¨ªa de fuera" sino que fue su propia sociedad la que entr¨® en crisis y el narco no fue sino una consecuencia de ello. El atajo, la v¨ªa r¨¢pida, se llama autocr¨ªtica: reconocerse en el espejo, y plantearse lo m¨¢s r¨¢pido posible la renovaci¨®n de su ¨¦lites. El asesinato de los dos j¨®venes del Tec no es el final de un proceso de descomposici¨®n, sino el arranque de un largo camino hacia la reinvenci¨®n.
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