El l¨ªder que se perfila
La reforma sanitaria defini¨® su pol¨ªtica nacional; ahora se empieza a definir su pol¨ªtica exterior
As¨ª como la reforma sanitaria define por ahora -quiz¨¢ para siempre- la pol¨ªtica nacional de Barack Obama, la reciente cumbre de Washington ayuda a definir -aunque todav¨ªa no del todo- su pol¨ªtica exterior.
La grandeza de un presidente de Estados Unidos se decide en ambos terrenos, sin compensaci¨®n. Como afirma Peter Rodman en Presidential Command, "un presidente que no muestra maestr¨ªa en pol¨ªtica exterior o que escoge no involucrarse sistem¨¢ticamente est¨¢ condenado al fracaso". Lyndonn Johnson no consigui¨® que la hist¨®rica aprobaci¨®n de la Ley de Derechos Civiles compensase el desastre de Vietnam.
La pol¨ªtica nacional se define inexorablemente en t¨¦rminos ideol¨®gicos. Ning¨²n tecn¨®crata har¨¢ historia. Ronald Reagan fue un gran presidente por la consumaci¨®n de un proyecto conservador dominante en la sociedad norteamericana hasta la fecha. Obama intenta ser el gran presidente que reconduzca al pa¨ªs en torno a un proyecto progresista.
La pol¨ªtica internacional se puede definir, en cambio, en t¨¦rminos ideol¨®gicos o pr¨¢cticos. George Bush padre renunci¨® a imponer la democracia en Irak para salvar la coalici¨®n internacional que apoy¨® la Guerra del Golfo, mientras que George Bush hijo arruin¨® todo el prestigio de Estados Unidos en post de una idea, la extensi¨®n sin l¨ªmites del modelo pol¨ªtico norteamericano.
"Si hay que situarle en alguna categor¨ªa, Obama es m¨¢s un realista, un realpolitik, como Bush padre", afirma en The New York Times Rahm Emmanuel, el jefe de Gabinete de la Casa Blanca. Thomas Friedman cree, por el contrario, que aunque Obama empez¨® afrontando el conflicto de Afganist¨¢n de forma realista, el tiempo lo ha convertido en un idealista. Su estrategia hoy, destaca el columnista, exige la democratizaci¨®n del sistema pol¨ªtico en Afganist¨¢n.
Obama no se ha decantado a¨²n con claridad por ninguno de los dos campos. Unas veces asoma el idealista que promete un mundo sin armas nucleares, otras vemos al pragm¨¢tico que relega los derechos humanos para fortalecer las relaciones con China. Falta a¨²n un hecho decisivo de similar categor¨ªa a la reforma sanitaria para definir con claridad la pol¨ªtica exterior de su presidencia. Su apuesta por la desnuclearizaci¨®n podr¨ªa acabar si¨¦ndolo, pero de momento es demasiado vaga y lejana.
La cumbre de Washington ha sido, no obstante, la culminaci¨®n de una cadena de ¨¦xitos internacionales de Obama que, adem¨¢s de fortalecer su liderazgo, ayudan a esclarecer su pensamiento.
Obama se decanta hacia el realismo. Su papel en la cumbre no fue, principalmente, la del referente moral que toca la conciencia del mundo sino la del esforzado intermediario que consume horas al tel¨¦fono hasta construir un consenso dif¨ªcil. Entiende las reglas de la negociaci¨®n y el sacrificio del pacto. Para alcanzar la actual luna de miel con Rusia renunci¨® al escudo antimisiles en Europa y se olvid¨® de invitar a Georgia a esta cumbre. Para traer a Hu Jintao a Washington evit¨® denunciar la manipulaci¨®n de la moneda china en el informe semestral del Tesoro. No han sido concesiones gratuitas: el r¨¦gimen religioso de Ir¨¢n vive en el mayor aislamiento de su historia, Estados Unidos alcanza las m¨¢s altas cotas de popularidad y, entre otras cosas, el mundo vive un momento de mayor tranquilidad y optimismo.
Su experiencia personal empuja a Obama hacia el realismo; su fe en los valores norteamericanos, hacia el idealismo. Es todav¨ªa una tensi¨®n sin resolver.
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