"Nosotros somos los que estamos bajo tierra. Si esto se derrumba, imaginen"
Uno de los 33 mineros atrapados en Chile cuestiona el aire de victoria que rodea las condiciones del rescate
Edison Fernando Pe?a, de 34 a?os y sin hijos, es el ¨²nico minero de los 33 enterrados en Chile que ha expresado abiertamente su desesperaci¨®n. En el primero de los dos v¨ªdeos que el grupo de los 33 envi¨® a la superficie, confes¨®: "Quiero salir luego", expresi¨®n chilena que se podr¨ªa traducir como "Quiero salir ya". Aquel no era el mismo electromec¨¢nico que en Santiago de Chile practicaba triatl¨®n, cantaba de memoria las canciones de Elvis Presley y de todo se re¨ªa. Llevaba s¨®lo cinco meses en esa empresa. Y a su padre ya le hab¨ªa dicho que ese trabajo era muy peligroso. Pero entr¨® en la mina por amor. Y al amor de Ang¨¦lica ?lvarez, de 43 a?os, se aferra para seguir viviendo. En frases espaciadas con guiones, Edison le cuenta c¨®mo se siente a 700 metros bajo tierra:
-Tengo ansiedad y me dan ganas de correr.
-Cuando quiero escapar mentalmente, te juro que me imagino que hacemos viajes. No s¨¦, playa, campo, todo, todo.
-Quiero estar libre, quiero ver el sol.
-Duermo poco, casi nada, me cuesta tener sue?o.
Ang¨¦lica, madre de tres hijos adultos de su difunto esposo y una hija de tres a?os de una relaci¨®n anterior a la de Edison, relata c¨®mo conoci¨® a Edison: "Yo tengo una casona en pleno centro de Copiap¨® con capacidad para 26 personas y doy alojamiento para empresas. A ¨¦l lo envi¨® su empresa desde Santiago a finales de 2007. Y en mi casa lo conoc¨ª. ?l hac¨ªa muchas cosas para llamar mi atenci¨®n. Me cantaba delante de todos sus compa?eros y yo me sonrojaba. De repente, sin yo tener a¨²n nada con ¨¦l, ven¨ªa y me daba un beso... Y yo me volv¨ªa a enojar. Le cost¨® mucho conquistarme. Pero era muy alegre, muy entrador, muy canchero (bromista). De cualquier situaci¨®n sacaba un chiste. Iniciamos una relaci¨®n, pero ¨¦l se tuvo que ir a seguir con su trabajo a Santiago. Viajaba desde all¨ª todos los fines de semana 12 horas en bus s¨®lo para verme. Sal¨ªa el viernes, llegaba el s¨¢bado por la ma?ana y se iba el domingo por la noche para estar all¨ª el lunes por la ma?ana. Hasta que yo le consegu¨ª el trabajo en esta mina. Y entonces, lo dej¨® todo en Santiago para venirse conmigo: pap¨¢, mam¨¢, hermanos, trabajo...".
En otra de sus cartas Edison le confiesa su recelo sobre el aire festivo que se puede vivir en la superficie:
-La parte de todo esto que est¨¢n viviendo ustedes all¨¢ afuera, con entrevistas, acoso period¨ªstico, todo el movimiento que esto ha generado, beneficios de una u otra parte, que no se hubieran dado sin esta tragedia nacional, en una fiesta donde participan grupos art¨ªsticos para alegrar a la gente y hacer la espera m¨¢s grata para alegrar a todos esos familiares que esperan a los mineros...
Adem¨¢s de decenas de reporteros, en apenas dos semanas han pasado por la mina muchos , artistas, algunos de ellos muy reconocidos en Chile: Los Charros de Lumaco, Atahualpa Yupanqui, un grupo folcl¨®rico de Copiap¨® que bail¨® 33 cuecas -el baile m¨¢s representativo de Chile-, los payasos Corchito y Perlita, el pianista Roberto Bravo y hasta una pe?a de los hinchas de la U, uno de los equipos de f¨²tbol que m¨¢s seguidores tienen entre los enterrados y sus familiares. Todos llegaron de forma desinteresada y dejaron al irse un ambiente mucho m¨¢s alegre que el que se encontraron. Pero Edison Pe?a le comenta a su novia:
-Y de pronto se genera la pregunta: ?No nos estaremos olvidando del real sentido, de lo que realmente nos convoca, que es el sacar lo m¨¢s pronto posible a esos 33 desafortunados que en un momento, cuando se acababa el alimento que compart¨ªan y el tiempo pasaba sin poder tener contacto con la superficie y sin poder decirles a todo el mundo "estamos vivos"...
-Nosotros somos los que estamos bajo tierra.
-Si nos falla el aire, imaginen.
-Si esto se derrumba, imaginen.
-Si alguien se accidenta gravemente, imaginen qu¨¦ hacemos aqu¨ª dentro con esa persona.
-No nos apartemos del real sentido de esto y lo grave que podr¨ªa ponerse.
-Ojal¨¢ no se transforme en otra cosa algo tan importante.
-Nosotros estamos aqu¨ª dentro, en la oscuridad.
-Nosotros no hemos cantado victoria.
-Podemos morir en cualquier momento por un derrumbe.
-Por ah¨ª le he escuchado a compa?eros, y yo tambi¨¦n lo creo, que s¨®lo estaremos tranquilos y respiraremos aliviados cuando nos saquen. Antes, no. Todo puede pasar.
Ang¨¦lica dobla la carta, la mete junto con las otras en su bolso y se marcha hacia Copiap¨® con la ni?a dormida en sus brazos en el autob¨²s de las siete de la noche. Llegar¨¢ a casa una hora m¨¢s tarde, puede que escriba alguna carta antes de dormirse. A la diez de la ma?ana volver¨¢ a montarse con la ni?a en otro autob¨²s junto al resto de familiares, atravesar¨¢ un buen trecho del desierto florido de Atacama y una hora despu¨¦s llegar¨¢ a la mina. As¨ª, hasta que saquen a Edison.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.