El 23-F de los ecuatorianos
Los ciudadanos siguieron la rebeli¨®n policial y las escenas de violencia en las calles pegados a la televisi¨®n estatal, difundida a trav¨¦s de todos los canales
Las calles de las ciudades ecuatorianas han amanecido hoy con un profundo sentimiento de luto. Han muerto tres polic¨ªas, un militar y un estudiante, pero todos sienten que las principales v¨ªctimas son la paz y, sobre todo, el sentido com¨²n. La imagen de los agentes enfrent¨¢ndose a tiros con los militares se convirti¨® en un cuadro inveros¨ªmil, nunca antes visto en la historia democr¨¢tica del pa¨ªs andino.
Luc¨ªa Sotomayor, una estudiante de arquitectura que vive en Quito, la capital, asegura en una conversaci¨®n telef¨®nica, que el jueves 30 de septiembre de 2010 pasar¨¢ a la historia como un d¨ªa dominado por la angustia. A primera hora, centenares de polic¨ªas hab¨ªan salido a las calles en protesta por un recorte en sus beneficios salariales. Ella tambi¨¦n sali¨® temprano de casa: "Me fui llena de nervios porque ya sab¨ªa que no hab¨ªa polic¨ªas en la calle, pero fue a mediod¨ªa cuando vi en los telediarios que el asunto se estaba agravando y regres¨¦ a casa. Esa es una hora punta de tr¨¢fico y Quito ya era fantasmal. No sab¨ªa qu¨¦ iba a pasar".
A esa misma hora conduc¨ªa su taxi Washington Ter¨¢n, de 50 a?os. Se vio obligado a regresar a su casa, en el sur de la ciudad. "Ya era imposible trabajar. Los polic¨ªas estaban por la calle quemando neum¨¢ticos, y por la central de radio nos advirtieron que los delincuentes ya estaban haciendo de las suyas", relata mientras conduce su coche. En esos momentos, el presidente Rafael Correa se enfrentaba verbalmente con los agentes sublevados en un cuartel policial.
Como todos los ecuatorianos, tanto Luc¨ªa como Washington estuvieron pegados a las pantallas de televisi¨®n durante toda la tarde. Ella, indignada por la actitud de los polic¨ªas, pero tambi¨¦n por las actuaciones de un gobernante que considera populista. ?l, a punto de salir a la calle para "defender al presidente".
Cuando el ambiente se volvi¨® m¨¢s denso y los fantasmas del golpe de Estado y la guerra civil planeaban sobre las mentes de los residentes en Quito, en Guayaquil, la ciudad m¨¢s grande del pa¨ªs, los ataques de los malhechores desataban el p¨¢nico. Dos sucursales bancarias fueron asaltadas. Varios supermercados, saqueados. La incertidumbre era generalizada. Incluso los payasos de pl¨¢stico de tama?o real que se ubican junto a las puertas de los restaurantes McDonald's fueron arrancados por los ladrones. El presidente intentaba salir del cuartel, pero era retenido por los insurrectos en un hospital. Mientras tanto, Andrea Regalado, una joven periodista que no ten¨ªa que trabajar en la ma?ana del jueves, aprovech¨® para ir al banco. Como el sentimiento de inseguridad ya era general en Quito, tuvo que someterse a un cacheo para entrar al banco. "Por miedo me regres¨¦ a mi casa. Como vivo cerca del Hospital de la Polic¨ªa, pas¨¦ toda la tarde escuchando sirenas de patrullas y ambulancias", explica. El pa¨ªs estaba ya en estado de excepci¨®n.
Mientras, la estudiante Luc¨ªa Sotomayor segu¨ªa los acontecimientos por televisi¨®n y sent¨ªa ganas de lanzar el aparato por la ventana al ver que la se?al oficial se reproduc¨ªa en cada frecuencia. "Me sent¨ª acorralada, no sab¨ªa si pod¨ªa salir". Esa misma se?al del canal oficial la vio Paola Montenegro, una joven bi¨®loga en la empresa en la que trabaja, y sinti¨® la necesidad urgente de volver a casa con su madre. Tuvo que atravesar una ciudad en silencio, con rastros de neum¨¢ticos quemados y negocios cerrados, pues los choques estaban focalizados en el exterior del Hospital de la Polic¨ªa y ante la sede de la Presidencia. "Pero cuando llegu¨¦, mi madre le gritaba a una amiga por tel¨¦fono: 'Est¨¢n disparando'. Estuvimos frente a la tele las dos llenas de angustia". El Ej¨¦rcito acudi¨® al rescate de Correa y los alrededores del hospital se convirtieron en un campo de batalla.
El presidente logr¨® salir. La noche pas¨®. Pero muchos no pueden presumir hoy de haber disfrutado de un sue?o reparador. El taxista Washington Ter¨¢n ha salido de nuevo a la calle. Asegura que los agentes de polic¨ªa han recuperado el control de la ciudad: "Pero cada vez que uno los mira, bajan la cabeza; como que si sintieran verg¨¹enza".
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