Secretos de Estado
La filtraci¨®n anuncia un nuevo ritmo en los estudios hist¨®ricos y la necesidad de repensar las relaciones internacionales
Los historiadores necesitamos a?os, d¨¦cadas, para averiguar los hechos m¨¢s relevantes del pasado, reconstruir el curso de los acontecimientos, sacar a la luz las intenciones de sus protagonistas. Una mirada rigurosa a la historia exige para nosotros, necesariamente, la aplicaci¨®n de m¨¦todos cr¨ªticos para evaluar las fuentes, la adopci¨®n de t¨¦cnicas reconocidas para presentar y editar el material y un notable ingenio para detectar los errores en la transmisi¨®n de la informaci¨®n y determinar la fiabilidad de los testimonios individuales.
Y, de repente, en apenas unos d¨ªas, la filtraci¨®n de una masa ingente de material diplom¨¢tico, obtenida por Wikileaks y divulgada por algunos de los m¨¢s prestigiosos medios de comunicaci¨®n internacionales, proporciona una minuciosa cr¨®nica de la relaci¨®n de Estados Unidos de Am¨¦rica, el pa¨ªs m¨¢s poderoso de la Tierra, con el resto del planeta. Un cuarto de mill¨®n de mensajes de m¨¢s de 250 Embajadas, algunos enviados este mismo a?o. Estamos, sin duda, ante una ruptura de las leyes generales y de los principios morales que hab¨ªan regido hasta ahora el conocimiento de las relaciones internacionales y del balance de poder entre los grandes Estados. La historia se acelera y ya no podemos aspirar a comprender las cosas pasado el tiempo, con el obligado reposo de las fuentes en los archivos, con el uso de m¨¦todos cr¨ªticos para interpretar los textos y la informaci¨®n. Tiene que ser ahora, hoy mejor que ma?ana, aunque eso pueda conducir a una versi¨®n mutilada y deformada de los hechos.
No resulta extra?o, por lo tanto, que tanta revelaci¨®n, previamente secreta, sobre la estrategia militar y pol¨ªtica de los servicios de inteligencia norteamericanos haya hecho saltar las alarmas de una parte sustancial de la diplomacia internacional. Estados Unidos se enfrenta a una crisis diplom¨¢tica de imprevisibles consecuencias. Y todo ello ocurre en un momento de quiebra econ¨®mica aguda, en medio de una notable ausencia de liderazgo pol¨ªtico y con varios frentes de guerra y amenaza terrorista abiertos en el mundo. Es para estar preocupados, aunque algunos piensen que solo "los otros" deber¨ªan estarlo. Porque las complejas conexiones que una red de informantes esparcida por el mundo tej¨ªa en secreto han quedado al desnudo.
Es dif¨ªcil no reconocer, por otro lado, el gran salto adelante que todo esto supone para el conocimiento de c¨®mo funciona el poder; un poder, en este caso, con una ya larga historia de agresividad imperialista, de cr¨ªtica y destrucci¨®n de las posiciones contrarias a sus intereses. Bajo la aparente defensa de un orden pol¨ªtico y econ¨®mico beneficioso para el capitalismo y la democracia, aparecen ahora pruebas s¨®lidas de la subordinaci¨®n de ese orden a las exigencias de la pol¨ªtica exterior norteamericana en Europa, Oriente Pr¨®ximo o China.
En esos miles y miles de mensajes, de informaci¨®n diplom¨¢tica elaborada la mayor¨ªa de ella en la ¨²ltima d¨¦cada, aparecen grandes temas e ilustres personajes, desde el terrorismo yihadista a la proliferaci¨®n nuclear, pasando por las estrechas relaciones entre Vlad¨ªmir Putin y Silvio Berlusconi. La relevancia de esos documentos oficiales la resumi¨® The New York Times en la nota que dirigi¨® a sus lectores el pasado domingo 28 de noviembre para explicar las razones de su difusi¨®n: se trata de prestar un importante servicio p¨²blico, aclarando "los objetivos, ¨¦xitos, compromisos y frustraciones de la diplomacia estadounidense". Eso es lo que han pensado tambi¨¦n las otras cuatros publicaciones que, de com¨²n acuerdo y tras semanas de an¨¢lisis minucioso, han tomado la misma decisi¨®n: The Guardian en el Reino Unido; Der Spiegel en Alemania; Le Monde en Francia y EL PA?S en Espa?a.
Este puede ser el origen de un gran debate internacional. Porque, desde la perspectiva norteamericana, como ha aclarado su ministro de Defensa, Robert M. Gates, los otros Gobiernos, cuando mantienen relaciones con Estados Unidos, tambi¨¦n defienden sus propios intereses. Algunos temen su poder, otros lo respetan y la mayor¨ªa necesitan a Estados Unidos, todav¨ªa, por lo menos hasta hoy, "la naci¨®n indispensable".
Las filtraciones afectan fundamentalmente a Estados Unidos, entre otras razones porque Julian Assange, el fundador y principal organizador e ide¨®logo de Wikileaks, ha considerado m¨¢s relevante y provechoso centrarse en el gran imperio. Pero al ritmo que se mueven las nuevas tecnolog¨ªas, van a surgir nuevos competidores que reclamen que esa misma transparencia se extienda a otros pa¨ªses.
Revelar lo profundo, los rec¨®nditos mecanismos que ponen en marcha las relaciones internacionales, el funcionamiento de la pol¨ªtica. Ese es el lado positivo y feliz del ineludible derecho a la informaci¨®n y de la necesidad de comprender que tenemos como ciudadanos de las democracias. La informaci¨®n y el conocimiento no deber¨ªan generar inestabilidad ni la ruina del sistema. Son las malas pol¨ªticas, las que pierden el contacto con la realidad, y la voracidad de muchos capitalistas y grupos financieros las que pueden provocarlas. La nostalgia por el mundo pr¨®spero que se fue, incluidos los buenos tiempos de la diplomacia, no sirve de nada. Necesitamos otra organizaci¨®n, un cambio de rumbo. Antes de que se apaguen las luces que todav¨ªa nos quedan.
Juli¨¢n Casanova es catedr¨¢tico de Historia Contempor¨¢nea en la Universidad de Zaragoza.
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