Viejos m¨¦todos para nuevas revoluciones
El Ej¨¦rcito maltrata en plena calle a supuestos delincuentes, pese a que se comprometiera a respetar los tratados internacionales tras la ca¨ªda de Mubarak
Hace rato que ha amanecido en El Cairo, una ciudad que tarda en irse a dormir, a pesar del toque de queda, y es perezosa despertando. En Garden City, un barrio de clase alta, cercano a la plaza de la Liberaci¨®n (Tahrir), se oye un chasquido y despu¨¦s un chisporroteo seguidos de sendos alaridos (ver v¨ªdeo y foto). Varios militares ayudados por un polic¨ªa zarandean a un hombre desnudo de cintura para arriba al que golpean con un l¨¢tigo mientras le interrogan: "?De d¨®nde vienes? ?Qui¨¦n eres? ?Ladr¨®n! ?Mat¨®n!" De cuando en cuando le acercan una porra el¨¦ctrica. Al cuerpo, a la cara, a la boca. El hombre se retuerce y chilla.
La noche anterior la escena fue similar. Dos hombres son detenidos en un control militar. Se les vac¨ªan los bolsillos y se les golpea violentamente: detr¨¢s de las piernas, en la espalda. Uno de los soldados les da palmaditas tranquiliz¨¢ndoles antes de abrirse paso a un lado para que su compa?ero le meta a uno la porra el¨¦ctrica en la boca y aplique una descarga. La oscuridad se rompe con el chispazo.
Les acusan de ladrones. Al hombre que han capturado a primera hora afirman haberle confiscado un machete de grandes proporciones, dos tel¨¦fonos m¨®viles y 3.000 libras egipcias (unos 400 euros). Lo llevan a un callej¨®n con valla que da acceso a una vivienda sin inquilinos. Le golpean sin cesar. Un militar le echa un jarro de agua por encima antes de que su compa?ero le ponga la porra el¨¦ctrica encima haciendo que caiga de rodillas. De vez en cuando le dan un descanso y se van turnando para pegarle con el l¨¢tigo o la porra. Los vecinos y curiosos se acercan a contemplar el espect¨¢culo. Algunos intentan grabar a hurtadillas la escena con sus m¨®viles.
Un portero se marcha tap¨¢ndose la boca con la mano frustrado y se?ala lejos de los militares que no pueden hacer nada. Nada que decir. El grupo de soldados hace turnos en el barrio desde el 28 de enero. Han fumado y departido con los vecinos y han bebido t¨¦ juntos. Durante las protestas en el mismo lugar tuvieron a un detenido atado a un ¨¢rbol de pie toda la noche.
Media hora m¨¢s tarde otros cinco varones son capturados en una calle cercana, les quitan las camisetas y les introducen en un garaje donde les atan las manos a la espalda y les golpean. Dicen que son ladrones y se?alan los tatuajes que muchos llevan en brazos o manos. Algo que no justifica la violencia utilizada. Porque los soldados se emplean a fondo. Bromean, se pasan la porra. Dan un par de latigazos y vuelven a recostarse en los coches. Finalmente les trasladan al callej¨®n contiguo donde los chavales, ninguno de los cuales supera los 20 a?os, esperan aterrorizados y temblorosos la siguiente descarga., Poco a poco en sus espaldas brota la sangre y las marcas. Algunos intentan aflojar sus ligaduras. No les da tiempo. Una hora despu¨¦s se los llevan en un furg¨®n policial. Pero antes, un soldado les despide junto a la verja con una descarga.
El 12 de febrero, un d¨ªa despu¨¦s de que el presidente Hosni Mubarak claudicara, el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas anunci¨® que Egipto acatar¨ªa los tratados internacionales de los que forma parte, entre ellos la Convenci¨®n contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes, desde 1987. El art¨ªculo 1 de este texto define tortura como "todo acto por el cual se inflija intencionadamente a una persona dolores o sufrimientos graves, ya sean f¨ªsicos o mentales, con el fin de obtener de ella o de un tercero informaci¨®n o una confesi¨®n, de castigarla por un acto que haya cometido, o se sospeche que ha cometido, o de intimidar o coaccionar a esa persona o a otras, o por cualquier raz¨®n basada en cualquier tipo de discriminaci¨®n, cuando dichos dolores o sufrimientos sean infligidos por un funcionario p¨²blico u otra persona en el ejercicio de funciones p¨²blicas, a instigaci¨®n suya, o con su consentimiento o aquiescencia".
Denuncias de organizaciones internacionales
La tortura es una pr¨¢ctica habitual en las c¨¢rceles y comisar¨ªas egipcias, seg¨²n han denunciado durante a?os organizaciones internacionales de derechos humanos de todo el mundo, mientras desde Occidente se hac¨ªan tibias condenas y no verdaderas presiones para acabar con estos m¨¦todos. La polic¨ªa ha sido la receptora de las principales acusaciones, aunque la hoja de servicios del Ej¨¦rcito no ha permanecido sin m¨¢cula.
El pasado 17 de febrero, Amnist¨ªa Internacional instaba al Ej¨¦rcito egipcio a trav¨¦s de un comunicado a adoptar medidas para poner fin al uso de la tortura y otros malos tratos contra detenidos, a medida que se conoc¨ªan nuevos datos sobre abusos. El llamamiento se produjo despu¨¦s de que algunos detenidos declarasen a la organizaci¨®n de defensa de los derechos humanos que fueron torturados con t¨¦cnicas que inclu¨ªan la flagelaci¨®n y las descargas el¨¦ctricas, tras ser arrestados por militares en los d¨ªas previos a la dimisi¨®n del presidente Mubarak.
"Las autoridades militares egipcias se han comprometido p¨²blicamente a crear un clima de libertad y democracia despu¨¦s de tantos a?os de represi¨®n por parte del Estado. Ahora deben hacer realidad sus palabras con medidas directas e inmediatas", declar¨® Malcolm Smart, director del Programa para Oriente Pr¨®ximo y el Norte de ?frica de Amnist¨ªa Internacional. Sin embargo, a un d¨ªa de que se cumpla el primer mes de la ca¨ªda de Mubarak, parece que las t¨¦cnicas del viejo r¨¦gimen permanecen intactas.
"Las autoridades militares deben intervenir para poner fin a la tortura y otros abusos contra los detenidos que, seg¨²n sabemos ahora, se vienen cometiendo bajo custodia militar", segu¨ªa Smart. "Las autoridades deben dejar claro inmediatamente a todas las fuerzas de seguridad y miembros del Ej¨¦rcito que no se tolerar¨¢n ni la tortura ni otros malos tratos, y que los responsables de estos abusos responder¨¢n de sus actos", continuaba.
Un detenido, decorador de 29 a?os de la provincia de Gharbiya, al norte de El Cairo, dijo a Amnist¨ªa Internacional tras ser liberado que unos soldados le torturaron el 3 de febrero en un anexo del Museo de Antig¨¹edades Egipcias: "Me llamaron traidor y agente extranjero y me obligaron a quitarme la ropa salvo la ropa interior y a tumbarme boca abajo en el suelo. Luego me golpearon con un l¨¢tigo y me pisotearon con botas la espalda y las manos. Me dieron puntapi¨¦s. Muchos otros detenidos que estaban ah¨ª tambi¨¦n fueron golpeados con un l¨¢tigo", dijo.
Despu¨¦s de ser interrogado por un hombre vestido de civil, el detenido, cuyo nombre no se da a conocer para proteger su seguridad, fue golpeado con una silla en la cabeza por un soldado, lo que le dej¨® inconsciente. Un d¨ªa despu¨¦s, le trasladaron a otro centro, donde le sometieron a palizas y descargas el¨¦ctricas, y le amenazaron con violarlo, y luego le llevaron a una prisi¨®n militar en El Heikstep, al noreste de El Cairo, donde seg¨²n su testimonio a la ONG, los soldados le propinaron palizas frecuentes hasta que fue puesto en libertad el 10 de febrero.
Otro joven denunciaba: "Me ataron las piernas con una cadena o una cuerda y me izaron, dej¨¢ndome cabeza abajo. De vez en cuando me bajaban hasta un barril lleno de agua. Me ordenaron que confesara que hab¨ªa sido entrenado por Israel o Ir¨¢n. Me dieron descargas el¨¦ctricas en el cuerpo y me desmay¨¦", declar¨®.
"Quienes est¨¢n ahora en el poder deben garantizar que todas las denuncias de tortura y otros malos tratos se investiguen sin demora y de forma exhaustiva e imparcial; que los funcionarios responsables de estos abusos comparecen ante la justicia, y que las v¨ªctimas reciben una reparaci¨®n completa."
Una epidemia
En 2010, la ONG Human Rights Watch denunciaba que la tortura en Egipto se ha convertido en una "epidemia", que afecta a un gran n¨²mero de ciudadanos de a pie que se encuentran bajo custodia policial como sospechosos o est¨¢n relacionados con investigaciones penales. Algunos culpan de esa impunidad a la Ley de Emergencia vigente desde 1981, que da amplios poderes a la polic¨ªa y permite detenciones arbitrarias y abusos por parte de los agentes, y cuya derogaci¨®n han exigido los manifestantes durante las revueltas.
"Las autoridades no investigan la gran mayor¨ªa de las denuncias de tortura a pesar de su obligaci¨®n de hacerlo en la legislaci¨®n egipcia e internacional", afirmaba la organizaci¨®n en su informe. "En los casos en que agentes de la polic¨ªa ordinaria han sido procesados por tortura o malos tratos, los cargos fueron a menudo inapropiadamente indulgentes y las sanciones insuficientes", conclu¨ªa.
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