Los reformistas de Arabia Saud¨ª, frustrados por el fracaso de las protestas
El discurso oficial mantiene que una mano extranjera alienta las manifestaciones. - Los expertos analizan la pasividad de una sociedad "conservadora y religiosa"
Los reformistas saud¨ªes se muestran desilusionados y un tanto avergonzados por el fracaso de su D¨ªa de la Ira. Las redes sociales se han llenado de explicaciones. Sea cual sea la causa, insisten en que el descontento est¨¢ ah¨ª y que su estallido es cuesti¨®n de tiempo. Aunque a nivel privado algunos responsables admiten los problemas que denuncian los activistas, el discurso oficial mantiene que una mano extranjera (l¨¦ase Ir¨¢n) alienta las protestas y que pueblo y gobernantes est¨¢n unidos.
"Si todo el mundo les quiere tanto y est¨¢ tan encantado, ?por qu¨¦ han tenido que hacer semejante despliegue policial?", plantea Mohammad al Qahtani, el responsable de la Asociaci¨®n por los Derechos Civiles y Pol¨ªticos.
Algunos activistas defienden que haber provocado esa respuesta del Gobierno es en s¨ª mismo un triunfo. Otros subrayan la enorme presi¨®n que precedi¨® a la convocatoria. Los medios de comunicaci¨®n (bajo control estatal) bombardearon con la idea de que el llamamiento era un complot extranjero, los m¨®viles se llenaron de mensajes advirtiendo de multas y castigos hasta por observar la manifestaci¨®n, y las autoridades religiosas emitieron una fetua que declaraba pecado cualquier protesta.
Para Al Qahtani ese punto fue decisivo. "Esta es una sociedad muy religiosa", asegura insistiendo sobre lo que ya se ha convertido en un estereotipo. Una observadora occidental va m¨¢s all¨¢ e incluso afirma que "la poblaci¨®n es m¨¢s conservadora que sus dirigentes". Abdulaziz Algasim discrepa. "No somos m¨¢s religiosos que los dem¨¢s, lo que sucede es que la ¨¦lite gobernante utiliza la religi¨®n para evitar la modernizaci¨®n de la vida pol¨ªtica", sostiene este ex juez que ahora codirige un bufete de abogados.
M. H., un profesor universitario que prefiere preservar el anonimato, coincide con Algasim en que si los saud¨ªes tuvieran verdadera libertad para expresarse se ver¨ªa que tienen enormes deseos de cambio. Mientras, sin elecciones ni encuestas de opini¨®n fiables resulta dif¨ªcil saber en qu¨¦ medida apoyan las peticiones de reforma que han salido a la luz animadas por las revueltas ¨¢rabes.
"Existen motivos de descontento similares a los de otros pa¨ªses de nuestro entorno", reconoce un ex ministro ahora jubilado. Este hombre, que sigue manteniendo buenas relaciones con las autoridades, cita la diferencia generacional entre gobernantes y gobernados, la corrupci¨®n y el desempleo como los principales problemas. "Me consta que las autoridades los conocen, pero diagnosticar el mal es s¨®lo el primer paso, hace falta poner remedio", se?ala.
De forma casi refleja, la primera reacci¨®n del rey Abdal¨¢ ante el malestar ha sido ofrecer un paquete econ¨®mico. Es la respuesta que el Estado rentista construido sobre los beneficios del petr¨®leo ha dado a los problemas de sus ciudadanos desde su fundaci¨®n hace 79 a?os. Pero, como recuerda el soci¨®logo Khalid al Dakhil, "la sociedad ha cambiado y el pacto establecido entonces ya no vale". As¨ª que por m¨¢s generoso que sea el plan anunciado (se estima en unos 25.000 millones de euros), va a resultar insuficiente si no se acompa?a de medidas pol¨ªticas.
"Falta la identidad nacional"
"Alcanzado cierto nivel de bienestar material, la gente tiene otras necesidades", admite el exministro que recuerda que en T¨²nez y en Egipto ha sido la clase media la que ha alentado las revueltas. ?Por qu¨¦ entonces la pasividad saud¨ª? La mayor¨ªa de los consultados coincide en que la poblaci¨®n a¨²n no se encuentra entre la espada y la pared. De hecho, los activistas no cuestionan la monarqu¨ªa s¨®lo piden reformas que permitan la participaci¨®n de los ciudadanos en la gesti¨®n del pa¨ªs, lo que deja margen para atajar la crisis.
"Es imposible. Incluso si la familia real aceptara los cambios que pedimos, el sistema est¨¢ tan corrompido que la regeneraci¨®n es imposible", considera M.H., el profesor. Como el resto, menciona el deterioro de la ense?anza y la sanidad p¨²blicas, la falta de infraestructuras al nivel de los ingresos del pa¨ªs, y la alianza entre el empresariado y la familia real que convierte los negocios en un coto. No es el ¨²nico que opina que s¨®lo falta el detonante para que estalle el descontento. Las posibilidades van desde un uso excesivo de la fuerza en la eventualidad de una protesta, hasta roces en el complicado proceso de sucesi¨®n que se avecina, pasando por los encarcelados sin juicio.
En cualquier caso, las diferencias con T¨²nez y Egipto tambi¨¦n son importantes y sin duda pesan para que los saud¨ªes no se hayan movilizado. "A diferencia de esos pa¨ªses a aqu¨ª no tenemos instituciones como sindicatos o partidos pol¨ªticos, ni siquiera el Ej¨¦rcito es una instituci¨®n porque hasta los mandos intermedios lo son por v¨ªnculos familiares; tampoco tenemos una identidad nacional", advierte el ex ministro. Y es que mientras los manifestantes de Tahrir cantaban "Egipto, Egipto", corear el nombre de este pa¨ªs es corear el nombre de la familia real, los Al Saud.
Tal vez por eso, los saud¨ªes est¨¢n m¨¢s pendientes del resultado del levantamiento en Libia que de ning¨²n otro pa¨ªs de su entorno. "Gadafi utiliza para mantenerse en el poder los mismos argumentos que la monarqu¨ªa saud¨ª: las tribus, Al Qaeda y la fuerza bruta", apunta uno de los entrevistados. Su implicaci¨®n es que si los libios logran poner fin a su tiran¨ªa, marcar¨ªan el camino. Los saud¨ªes temen el caos m¨¢s que la falta de libertad. Es la carta que est¨¢n jugando las autoridades y lo que mantiene a muchos en silencio.
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