"Escapo de Sendai hacia el oeste"
Un cient¨ªfico espa?ol, actualmente en Jap¨®n, cuenta c¨®mo est¨¢ viviendo el terremoto y su odisea para salir del pa¨ªs
Esta ma?ana, cuando vi salir los ¨²nicos cuatro autobuses que part¨ªan desde Sendai hacia Niigata, casi me vengo abajo. No hab¨ªa suficiente combustible y no pod¨ªan salir m¨¢s. Hoy no y ma?ana no se sabe (a estas alturas he entendido que a los japoneses no se les da bien hacer c¨¢lculos). Estaba al principio de la cola en lista de espera. Cuando los autobuses iban a partir no pude evitar acercarme al jefe de la operaci¨®n y preguntarle: "?No podr¨ªamos ir algunos m¨¢s sentados en el pasillo?" Me contest¨® educadamente: "No es legal". Volv¨ª a la cola doblemente triste por haber hecho esa pregunta y por quedarme en Sendai. Porque ya hab¨ªa decidido irme, escapar.
Ayer domingo, ya con conexi¨®n a Internet y electricidad, Martha y Andrea, mi mujer e hija, as¨ª como mis amigos, me ped¨ªan que volviera, que la situaci¨®n era muy dif¨ªcil de controlar. Yo ten¨ªa y tengo fe en el poder de este pueblo para salir de esto. Comenc¨¦ a googlear los peri¨®dicos importantes y me encontr¨¦ con las dos centrales nucleares que han fallado. Me entr¨® el p¨¢nico, el que no le deseo a ning¨²n defensor de las centrales nucleares en Espa?a. Porque... ?qu¨¦ haces ante eso? ?c¨®mo te defiendes? Busqu¨¦ c¨®mo defenderse de ello, y encontr¨¦ "yodo, encerrarte en tu casa, cerrar las ventanas..." ?Cerrar las ventanas a qu¨¦? La naturaleza es un toro, una bestia con cara, a veces traicionera, que no da respiro, como ese tsunami asesino que corri¨® por las costas japonesas el 11 de marzo; pero una contaminaci¨®n nuclear es un fantasma que no tiene cara, del que no puedes librarte, que solo te produce p¨¢nico.
A medida que corr¨ªa la tarde, la informaci¨®n era m¨¢s alarmante. La Universidad de Tohoku estaba cerrada y todav¨ªa no sab¨ªa cu¨¢ndo podr¨ªa abrirla, luego no pod¨ªa hacer nada all¨ª. Escaseaba la gasolina, as¨ª que una salida de emergencia en taxi o coche particular si la cosa iba a peor era imposible. No hab¨ªa comida en los supermercados y llevaba comiendo dos d¨ªas de la ayuda humanitaria bien organizada por las tiendas del barrio. Finalmente, mis colegas me llamaron para decirme que se esperaba, con un 75% de probabilidad, otro terremoto, una r¨¦plica que pod¨ªa ser de hasta 7 de intensidad antes del mi¨¦rcoles y que lo mejor era irme, pero que no sab¨ªan todav¨ªa c¨®mo sacarme. Y entonces, de la mano de Alicia Rivera, de EL PA?S, apareci¨® Georgina Higueras, que me dijo exactamente lo que ten¨ªa que hacer. Tard¨¦ en convencer a mis colegas que la propuesta de la periodista era la mejor y a las dos de la ma?ana llegaron dos estudiantes a mi apartamento para acompa?arme a las seis hacia la estaci¨®n de autobuses, a una l¨ªnea especial que hab¨ªan abierto hacia Niigata, y ayudarme a comprar el billete.
Estaba casi hundido. No estaba hundido del todo porque pensaba que, al fin y al cabo, me esperaba lo mismo que a estos dos estudiantes, excepto que no pod¨ªa comunicarme ni valorar la situaci¨®n en cada momento y ni siquiera comprender las ordenes en caso de emergencia. De pronto, a eso de las ocho y cuarto decidieron que otro autob¨²s pod¨ªa salir. En el autob¨²s en el que ahora atravieso los paisajes helados, -bell¨ªsimos- de la atormentada geograf¨ªa japonesa. No hay signos del terremoto, excepto las colas a veces muy largas en las gasolineras y que las carreteras locales por las que vamos el tr¨¢fico es muy lento, y tardaremos ocho horas en llegar. Las autopistas por la que deber¨ªa ir este autob¨²s est¨¢n exclusivamente destinadas al transporte de v¨ªveres, gasolina y material para la emergencia. El ¨¢rea de servicio donde hemos hecho la parada t¨¦cnica estaba colmada de v¨ªveres. No se notaba escasez. Estoy seguro que saldr¨¢n de esta si el fantasma nuclear no termina por salir de su castillo.
Su confianza es tanta que, por ejemplo, mi anfitri¨®n, el profesor Tsukamoto, me espera en Tokio porque mantiene la realizaci¨®n de los experimentos en vuelos parab¨®licos prevista para la pr¨®xima semana en Nagoya, a los que yo iba a acompa?arles. "Juanma, los estudiantes no pueden usar los laboratorios en Sendai y es mejor tenerlos ocupados, es mejor hacerlo". Dos de esos estudiantes que ir¨¢n a Nagoya son Yuki Araki y Yamasaki, los dos que me acompa?aron de madrugada a la estaci¨®n. Cuando me sub¨ªa al autob¨²s, Yuki, que estuvo en mi laboratorio en Granada, me dijo: "Tengo un regalo para usted". Y me dio un pa?uelo primorosamente atado. Conten¨ªa dos bolas de arroz cocido. Le di un beso. Nos vemos en Granada en mayo. Y escap¨¦.
Faltan dos horas para llegar a Niigata donde espero poder tomar el tren bala a Tokio.
Juan Manuel Garc¨ªa Ruiz es cristal¨®grafo, investigador del CSIC en la Universidad de Granada, y actualmente est¨¢n en Jap¨®n, en la Universidad de Tohoku.
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