"Estoy en un refugio improvisado en Sendai..."
Un cient¨ªfico espa?ol, actualmente en Jap¨®n, cuenta c¨®mo est¨¢ viviendo el terremoto desde un refugio improvisado en el barrio de Omahi, en Sendai
Recientemente hemos asistido a una serie de terribles cat¨¢strofes naturales: Hait¨ª, Chile, Nueva Zelanda, Australia, China, los nuevos chamanes de la izquierda clamaron que era una clara respuesta de la Tierra a nuestro maltrato. Tambi¨¦n obra de extraterrestres o sofisticadas operaciones militares. Pero no. No hay dioses ni demonios que expliquen esos desastres. Asisto en persona a uno de ellos, aqu¨ª en el centro de Sendai, Jap¨®n. Esto se llama Geolog¨ªa.
Estoy en un refugio improvisado en una escuela en el barrio de Omahi, en puro centro de la ciudad. Hace algo m¨¢s de cuatro horas estaba en mi despacho de profesor Invitado en la Universidad de Tohoku. Todo estaba en orden despu¨¦s del susto de hace un par de d¨ªas en que la tierra tembl¨®, nos levant¨® de la silla, pero no nos sac¨® a la calle.
"Es fuerte pero esta lejos. No es el que esperamos", dijo mi colega el profesor Katsuo Tsukamoto mientras la Facultad se mov¨ªa como un tiovivo. Hoy s¨ª. Hoy el centro del se¨ªsmo estaba a diez kil¨®metros de profundidad y casi en la vertical de la ciudad. Seg¨²n pronto supimos, 8,9 de magnitud. Me dio tiempo a pensar que deb¨ªa desenchufar la tetera, los ordenadores, la l¨¢mpara. Poco m¨¢s. Me un¨ª a los que ya corr¨ªan hacia la escalera de seguridad. Pill¨¦ un casco de los que vi en el camino y baje a trompicones. Cuando llegu¨¦ abajo la tierra segu¨ªa temblando. Me fui hacia un claro con muro al que me agarr¨¦. Trat¨¦ de alejarme del muro para sentirlo mejor, para sentirlo m¨¢s. Pero no me supe mantener en pie, tuve miedo y volv¨ª al muro. Y la tierra segu¨ªa temblando.
Mire al edificio que acababa de abandonar y que con su estructura antis¨ªsmica manten¨ªa el tipo ante semejantes ataque, pues la tierra segu¨ªa temblando. M¨¢s de dos largos minutos, lo que tardar¨¢ en leer este p¨¢rrafo. Ya con las piernas temblando me un¨ª a un grupo que empezaba a formarse en el jard¨ªn anexo. No hubo gritos. No hubo histeria, tanto que coment¨¦ si estaban acostumbrados, pero un colega coment¨® inmediatamente que hab¨ªa sido el mayor de su vida. Todo se organiz¨® inmediatamente. Alguien tom¨® el mando. Con un altavoz empez¨® a dar ¨®rdenes que yo no entend¨ªa. Mi anfitri¨®n estaba de viaje en Tokio, pero mis estudiantes que sab¨ªan ingl¨¦s me tuvieron informado.
Despu¨¦s de que un piquete comprobara los destrozos, pudimos subir de seis en seis, comenzando desde el piso superior, a recoger nuestros abrigos pues empez¨® una fuerte nevaba.
Comenz¨® a llegar informaci¨®n sobre el se¨ªsmo. Todo el mundo ten¨ªa en mente Kobe y estaban preocupados por sus familias y sus casas, pero incre¨ªblemente la ciudad no parec¨ªa estar da?ada, solo algunos incendios. El fr¨ªo arreciaba y alguien orden¨® cobijarnos a la entrada de un refugio que parec¨ªa menos da?ado. All¨ª, mis alumnos empezaron a sacar cajas de v¨ªveres, agua, galletas y una lata de sardinas que guardo ahora por si hace falta ma?ana. ?De d¨®nde hab¨¦is sacado eso? "Llev¨¢bamos diez a?os esper¨¢ndolo, profesor; est¨¢ todo previsto". Todo organizado y adem¨¢s por gente que estaba entrenada para autoorganizarse. Entend¨ª entonces que esta ciudad se hab¨ªa preparado para combatir a este monstruo que esperaban pacientemente. Y lo hab¨ªa hecho con las mejores armas que tenemos: con ciencia y tecnolog¨ªa.
No pod¨ªamos quedarnos en la universidad. Bajamos desde la Colina andando porque el tr¨¢fico estaba colapsado. Una pareja de estudiantes se ofreci¨® a acompa?arme para comprobar los destrozos en mi casa y llevarle a un refugio. Cuando me entere de que no quedaba en el camino de la suya, protest¨¦, pero me dijeron que hab¨ªan pasado un a?o en B¨¦lgica, sab¨ªan lo que es no entender el idioma local y no me pod¨ªan dejar solo. Seguimos caminando bajo la nieve y cuando al cruzar el puente sobre el r¨ªo atisbamos la ciudad, no pude contener la alegr¨ªa de ver a la ciudad en pie, sus casas enteras, sus rascacielos enhiestos, con alg¨²n rasgu?o, pero victoriosa. En la cara de los estudiantes not¨¦ el orgullo de la victoria. Hab¨ªan ganado. El camino a mi casa fue una continua lecci¨®n de comportamiento y al despedirse me dijeron: "Ya sabe profesor: esta noche lo importante es pensar que estamos vivos y que tenemos la obligaci¨®n de seguir vivos".
Aqu¨ª, en el refugio no tengo noticias de la gravedad de los da?os, aunque me imagino que el tsunami posterior ha debido ser tremendo. La tierra sigue -cinco horas despu¨¦s- enviando violentas r¨¦plicas que nos mantiene en vilo pero con la esperanza de salir de esta. Aunque a veces huela a azufre, no son diablos ni dioses quienes las env¨ªan, ni son ejercicios con bombas nucleares, ni es la tierra enfurecida con la humanidad. Esto se llama geolog¨ªa, es ciencia y es tecnolog¨ªa, y lo sabe un pueblo que quiz¨¢s acaba de ganar una batalla hist¨®rica.
Juan Manuel Garc¨ªa Ruiz es cristal¨®grafo, investigador del CSIC en la Universidad de Granada, y actualmente est¨¢n en Jap¨®n, en la Universidad de Tohoku.
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