La violencia sectaria en Bahr¨¦in golpea a los inmigrantes
Los ataques contra asi¨¢ticos, paquistan¨ªes, indios y bangladesh¨ªes, que ya han dejado cuatro muertos, han desatado el p¨¢nico entre la comunidad internacional
"Prendieron fuego a un colch¨®n y me empujaron contra las llamas", relata a¨²n con el susto en el cuerpo Mohamed Wakar, uno de los paquistan¨ªes que ha sido v¨ªctima de la violencia sectaria en Bahr¨¦in. Desde el pasado domingo, un goteo de ataques contra emigrantes asi¨¢ticos, paquistan¨ªes, indios y bangladesh¨ªes sobre todo, ha desatado el p¨¢nico de esas comunidades. En el Club de Pakist¨¢n en Manama, todo el mundo culpa a los chi¨ªes, aunque hay algunos datos que no encajan. Sean quienes sean los responsables, ya van por lo menos cuatro muertos y decenas de heridos.
Ante la situaci¨®n de alarma, ese centro social ha abierto sus puertas a modo de refugio para aquellos que se sientan inseguros, explica su presidente, Muhammad Said. Estima que hay entre 60.000 y 70.000 paquistan¨ªes en Bahr¨¦in, al menos la mitad de ellos obreros, aunque tambi¨¦n algunos empresarios, empleados de banca y miembros de las fuerzas de seguridad. Dos centenares de ellos se api?an en el sal¨®n de actos para escuchar las recomendaciones de varios l¨ªderes de la comunidad. "Quedaros en casa, evitad salir si no es estrictamente necesario y no llam¨¦is la atenci¨®n", les recomienda Malek, uno de los voluntarios.
Pero hay que sobrevivir. Abdul Malik Qualam muri¨® el s¨¢bado tras ser atacado cuando iba a comprar comida. Desde entonces, las violentas agresiones de los misteriosos somatenes han dejado otros dos paquistan¨ªes muertos y seis hospitalizados con pron¨®stico grave, explica Said, un empresario que logr¨® la nacionalidad bahrein¨ª hace cinco a?os despu¨¦s de 25 en el pa¨ªs. Wakar ni siquiera estaba en la calle.
"Llamaron a la puerta hacia las diez de la noche del domingo y antes de que pudi¨¦ramos reaccionar una veintena de hombres entraron en nuestro piso y empezaron a golpearnos", relata rodeado de otros compatriotas tambi¨¦n heridos. Sus historias son coincidentes. Los asaltantes, siempre en grupos, van armados con espadas, cuchillos y palos y se ensa?an con los emigrantes, a los que al parecer acusan de robarles el trabajo. Varios de los presentes tienen vendajes en la cabeza, otros brazos rotos y alguno ha estado a punto de perder la nariz de un tajo de espada.
Lo que hace diferente la historia de Wakar es que los malhechores aprovecharon la bombona de gas de una estufa para prender un camastro y le lanzaron sin piedad contra el fuego. Cay¨® del lado izquierdo. Los dedos que asoman del vendaje est¨¢n llenos de ampollas y tambi¨¦n tiene parte de la cara y el pelo chamuscados.
?Qui¨¦n est¨¢ detr¨¢s de semejante crueldad? Los paquistan¨ªes se?alan sin dudarlo a los chi¨ªes. Dicen que les reconocen por la forma en que hablan, aunque la mayor¨ªa admite no entender el ¨¢rabe. Tambi¨¦n que salen desde la plaza de la Perla, a pesar de que los ataques se producen dentro de las casas y resulta improbable que les hayan visto llegar. Da la impresi¨®n de que ante la duda sobre su identidad, se dejan llevar por el ambiente imperante y los propios prejuicios de su sociedad, donde los chi¨ªes tampoco est¨¢n bien considerados. Todos los presentes se declaran sun¨ªes.
Desde la comunidad chi¨ª se acusa a las bandas de matones al servicio del Gobierno. "Es posible que est¨¦n actuando as¨ª para empa?ar la imagen de los opositores", se?ala una fuente diplom¨¢tica para quien los ataques refuerzan la tesis oficial de que hay un problema sectario, algo que niegan los activistas.
Sea como fuere los emigrantes asi¨¢ticos (ayer un bangladesh¨ª result¨® muerto en Sitra y tambi¨¦n algunos indios han tenido problemas) est¨¢n pagando el precio de un conflicto interno que ha abierto una profunda brecha entre los bahrein¨ªes. En la base de la pir¨¢mide social, ellos son el eslab¨®n m¨¢s d¨¦bil de la cadena. Aunque unos pocos, sobre todo entre los integrantes de las fuerzas de seguridad, han logrado acceder a la nacionalidad, la mayor¨ªa depende de un controvertido sistema de patrocinio (el sponsor) que les condena a la semiesclavitud.
Wakar, de 20 a?os, lleva a?o y medio en Bahrein y se ganaba la vida como pintor de brocha gorda. Hasta ahora no hab¨ªa tenido queja. A pesar de las dificultades, pod¨ªa enviar todos los meses 25 dinares (50 euros) a su familia, la cuarta parte de su sueldo. Ahora s¨®lo piensa en volver a su pueblo en el Punjab. "De momento, no puedo hacerlo porque a¨²n no he pagado a mi sponsor los 2.000 dinares del visado", explica con resignaci¨®n. Ese permiso cuesta en realidad 450 dinares por dos a?os, pero muchos bahrein¨ªes viven de revender los visados a los que les da derecho su negocio y que en realidad no necesitan. Obligados por esa deuda, a los emigrantes no les queda otro remedio que aceptar salarios irrisorios y condiciones de trabajo inhumanas.
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