V¨¦rtigo
Primero fueron las pol¨ªticas econ¨®micas. Luego las medioambientales. En los dos ¨²ltimos meses las energ¨¦ticas. Y luego el entero cap¨ªtulo de las pol¨ªticas exteriores. El v¨¦rtigo se ha apoderado de los conductores, los grandes jugadores de la escena internacional, desconcertados por los cambios del mundo y obligados ellos tambi¨¦n a adaptarse e inventarse una nueva forma de resolver los problemas.
Algo similar ocurri¨® con las pol¨ªticas medioambientales, organizadas alrededor del m¨¦todo multilateral del protocolo de Kioto, en el marco de Naciones Unidas, hasta su quiebra en la Cumbre de Copenhague, en diciembre de 2009, cuando los BRIC (Brasil, Rusia, India y China), m¨¢s los Estados Unidos de Obama, cambiaron definitivamente el paso en las negociaciones sobre reducci¨®n de emisiones.
Y por si alguien ten¨ªa dudas de que ven¨ªan curvas y fuertes ah¨ª est¨¢n las dos ¨²ltimas pruebas suministradas por circunstancias violentas. El accidente m¨²ltiple de la planta nuclear de Fukushima ha obligado en cuesti¨®n de horas a que los pa¨ªses con mayor n¨²mero de reactores y de proyectos de construcci¨®n de nuevas plantas cambiaran bruscamente sus discursos y sus agendas: de lo que ya se anunciaba como un renacimiento nuclear hemos pasado sin transici¨®n al horizonte de una nueva ¨¦poca de desnuclearizaci¨®n. Y la crisis b¨¦lica en Libia nos ha hecho entrar en la curva m¨¢s acentuada y peligrosa, en la que se descacharran las pol¨ªticas exteriores de las grandes potencias, en el mismo momento en que se est¨¢n averiando las pol¨ªticas energ¨¦ticas.
En Estados Unidos el desconcierto es colosal y transversal: la tercera guerra emprendida por Obama sobre territorio ¨¢rabe divide a expertos y think tanks, a cada uno de los partidos, al Congreso e incluso a la Casa Blanca. Lo mismo sucede en Europa: entre los 27; en el seno de la OTAN, incapaz de liderar una acci¨®n militar en su vecindario; y en la UE, ausente y son¨¢mbula cada vez que las circunstancias exigen una voluntad y una voz exterior europea.
El v¨¦rtigo atrae a los aventureros y amedrenta a los aburguesados. Es lo que les sucede, respectivamente, a Francia y Alemania, a Sarkozy y Merkel. El primero saca rendimientos del desconcierto, para s¨ª mismo y para su pa¨ªs. La segunda se atrinchera en la cocina dom¨¦stica, para huir de la energ¨ªa nuclear y de la guerra libia. Est¨¢n juramentados ambos en salvar el euro, pero est¨¢n en desacuerdo en todo lo dem¨¢s. Tambi¨¦n la disonancia franco-alemana produce v¨¦rtigo a todos los otros socios.
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