El ¨¢gora ensangrentada
Muchos de nosotros podr¨ªamos haber estado all¨ª, en la cafeter¨ªa Argana o en alguna otra semejante de la plaza de Yemaa el Fna. La primavera es una estupenda estaci¨®n para bajar a Marraquech y cargar all¨ª de nuevo las bater¨ªas de la vida. De hecho, Juan Goytisolo, que vive en la medina, no lejos de la plaza, me acaba de contar por tel¨¦fono que anoche mismo Yemaa el Fna estaba desbordante de turistas, muchos de ellos franceses en sus vacaciones de Pascua de Resurrecci¨®n.
As¨ª que la mente criminal que haya podido planificar el atentado de hace escasas horas en el Argana sab¨ªa muy bien lo que buscaba: una matanza de turistas extranjeros para que el horrorizado impacto de la noticia tuviera una r¨¢pida dimensi¨®n internacional. Para que el miedo al yihadismo volviera a dominar la mirada mundial sobre el mundo ¨¢rabe y musulm¨¢n.
No es dif¨ªcil imaginar tampoco que esa mente criminal busca abortar tanto el movimiento popular democr¨¢tico en curso en Marruecos como las reformas que, como consecuencia del mismo y del clima general de cambio en el mundo ¨¢rabe, ha anunciado el rey Mohamed VI. La plaza de El Tahrir, en El Cairo, fue hace apenas un par de meses el ¨¢gora palpitante y abierto al mundo del actual combate de los ¨¢rabes por la libertad y la dignidad, por la reivindicaci¨®n de su condici¨®n de ciudadanos que no s¨²bditos. Hoy la plaza de Yemaa el Fna ha sido el escenario de la salvaje r¨¦plica de aquellos, sean quienes sean, que quieren volver a encerrar a los ¨¢rabes en el pesadillesco dilema de autocracia o teocracia.
A diferencia de lo ocurrido en otros pa¨ªses del norte de ?frica y Oriente Pr¨®ximo, el movimiento popular democr¨¢tico marroqu¨ª no ven¨ªa planteando un cambio de r¨¦gimen, sino una reforma profunda y verdadera hacia niveles aceptables de libertad, separaci¨®n de poderes, descentralizaci¨®n y honestidad en la gesti¨®n de la cosa p¨²blica. No le estaba diciendo al rey Mohamed VI otra cosa que la siguiente: retoma el impulso reformista con que se abri¨® tu reinado, hace ya una d¨¦cada, y convierte de una vez por todas a Marruecos en una monarqu¨ªa constitucional. A partir de las tradiciones marroqu¨ªes, sin duda, pero caminando hacia una democracia homologable. Sin falsos pasos, sin duda, pero sin pausa.
En 2003 los atentados de Casablanca, atribuidos a grupos yihadistas, sirvieron de pretexto a los sectores m¨¢s inmovilistas del majz¨¦n o aparato de Estado marroqu¨ª para detener las reformas emprendidas o anunciadas por el monarca a su llegada al trono de los alauitas. ?Se repetir¨¢ tristemente la historia ahora? Ojal¨¢ no sea as¨ª. Lo inteligente ser¨ªa que no fuera as¨ª. Como bien sabemos en Espa?a, la democracia sigue siendo el mejor sistema pol¨ªtico no s¨®lo para garantizar la libertad de los ciudadanos sino tambi¨¦n su seguridad.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.