Una ciudad a la espera
Los habitantes de Tr¨ªpoli han vivido seis meses pendientes de la llegada de los rebeldes y bajo un estricto control de Gadafi
Tr¨ªpoli ha tardado seis meses en caer. Los j¨®venes de los barrios m¨¢s contrarios al dictador, Tajura, Fashlum, Sug el Juma y Bin Anshur, se unieron a la rebeli¨®n que estall¨® en el este del pa¨ªs en las primeras semanas del conflicto. Sus marchas hacia la plaza Verde fueron reprimidas por las fuerzas del coronel de forma brutal, seg¨²n los relatos de los supervivientes. Los testimonios hablaban de francotiradores apostados en las azoteas disparando a las familias que iban a recoger a los muertos.
La represi¨®n sirvi¨® a Gadafi para ahogar las protestas y recluir a todos los opositores al r¨¦gimen en sus casas. Cuando las primeras bombas de las fuerzas aliadas cayeron sobre la capital, los rebeldes de Tr¨ªpoli estaban ya demasiado mermados para volver a tomar las calles. Solo quedaba esperar en sus escondites a que los sublevados del este y de algunos puntos del oeste pudiesen avanzar.
Esa larga espera convirti¨® la vida en Tr¨ªpoli en una ciudad de susurros. Quienes hablaban en voz alta expresaban su lealtad al r¨¦gimen; los que deseaban su ca¨ªda se expresaban en voz baja y en reuniones clandestinas. La paranoia se apoder¨® de la ciudad. Todo el mundo pod¨ªa ser un agente doble, todo el mundo pod¨ªa aparentar ser un rebelde para conseguir informaci¨®n y denunciar a cualquiera que se manifestase en contra de Gadafi. Los ojos del dictador estaban en muchos carteles con su imagen omnipresente en cada fachada y en cada farola, pero el coronel tambi¨¦n ve¨ªa a trav¨¦s de los cientos de informadores que controlaban todo lo que pasaba en Tr¨ªpoli. "Si las hormigas se mueven, Gadafi lo sabe", dec¨ªa el empleado de un hotel el pasado marzo en la capital.
Bombardeos en marzo
Los bombardeos de marzo fueron recibidos en los primeros d¨ªas con cierto ¨¢nimo y todo hac¨ªa pensar que la ca¨ªda de Tr¨ªpoli ser¨ªa cuesti¨®n de d¨ªas. No fue as¨ª, y la capital fue recuperando poco a poco la normalidad, pese a que cada vez era m¨¢s dif¨ªcil repostar combustible o comprar pan. Si los primeros d¨ªas los habitantes de Tr¨ªpoli segu¨ªan el trazado del fuego antia¨¦reo en las calles, donde se escuchaban continuos derrapes y disparos de kalashnikov, a mediados de abril la gente parec¨ªa haberse acostumbrado a escuchar las explosiones.
Muchos seguidores de Gadafi se reun¨ªan cada noche en el cuartel de Bab el Aziziya, la residencia del dictador, para mostrarle su apoyo. La televisi¨®n libia mostraba una y otra vez el mismo plano corto de esos seguidores pero lo cierto es que en el cuartel, un complejo militar de seis kil¨®metros cuadrados en el sur de la capital, nunca se concentr¨® m¨¢s de un millar de personas. Gadafi nunca consigui¨® una fotograf¨ªa con la que demostrar al mundo que su r¨¦gimen se sosten¨ªa en su pueblo.
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