Las colombianas lideran la lucha por la restituci¨®n de la tierra
Cientos de mujeres intentan recuperar 6,6 millones de hect¨¢reas usurpadas por los paramilitares a familias de todo el pa¨ªs
Para los hombres es m¨¢s arriesgado dar la cara en la lucha por la tierra. Eso pens¨® un d¨ªa Liria Rosa Garc¨ªa, campesina de Curvarad¨®, un retazo de selva h¨²meda cerca de la frontera de Colombia con Panam¨¢, en la zona de Urab¨¢. Y se ech¨® sobre los hombros la tarea de pelear por un territorio ancestral de comunidades negras del que huy¨® en 1997 cuando los paramilitares, con la complicidad del Ej¨¦rcito, entraron a adue?arse de todo.
¡°Nosotras decidimos dar la vida por la tierra, porque los hombres estaban m¨¢s perseguidos¡±, le cuenta a este peri¨®dico con una sonrisa que no logra borrar la mirada cargada de dolor de esta mujer de 55 a?os. En el largo proceso para conseguir que devuelvan estas tierras a sus verdaderos propietarios, es ella la que asiste a las reuniones con el Gobierno, mantiene informada a su comunidad, aconseja y, si es necesario, rega?a.
En Curvarad¨®, como en la vecina cuenca del Jiguamiand¨®, empresarios y particulares estuvieron detr¨¢s del desalojo de 23 comunidades negras de sus propias tierras. Cuando el territorio qued¨® vac¨ªo, sembraron palma africana y agrandaron fincas ganaderas y bananeras. Para legitimar el despojo se valieron de miles de artima?as.
Se trata del mayor robo de tierras documentado hasta ahora. La Fiscal¨ªa investiga por ello a varios empresarios
Se trata del mayor robo de tierras documentado hasta ahora: la mitad de las casi 100.000 hect¨¢reas de los dos consejos comunitarios fueron invadidas. En la actualidad, la Fiscal¨ªa investiga por ello a varios empresarios.
Liria Rosa, cansada de mendigar trabajo en los pueblos, lider¨® en 2007 el primer retorno a su tierra. Encontraron que la finca de sus vecinos, que antes era de 400 hect¨¢reas, ten¨ªa ahora 5.000 m¨¢s. ¡°Desde ese d¨ªa me par¨¦ firme¡±, cuenta. Entonces, ella y otras mujeres que hab¨ªan conseguido recuperar una parte de sus tierras empezaron a ser objeto de una cadena de amenazas e intentos de desalojo. A¨²n hoy se turna, con otras mujeres, para espantar el ganado enviado al anochecer para destrozar lo que han sembrado. ¡°Tambi¨¦n fumigan nuestros cultivos para que no produzcan, pero no nos damos por vencidas", asegura.
Liria Rosa Garc¨ªa, campesina de Curvarad¨®
Devolver a estas comunidades sus tierras es una prueba de fuego para el programa de restituci¨®n en que est¨¢ empe?ado el Gobierno del presidente Juan Manuel Santos. En total, fueron robadas 6,6 millones de hect¨¢reas en todo el pa¨ªs, seg¨²n un informe reciente divulgado por Naciones Unidas. De esta cantidad solo han sido recuperadas medio mill¨®n de hect¨¢reas. Otro dato escandaloso: la mitad de la tierra en este pa¨ªs est¨¢ en manos del 1,15% de los propietarios.
Liria Rosa exige que el Gobierno cumpla y les entregue los t¨ªtulos definitivos que acreditan a estas mujeres como propietarias. Sue?a con vivir libre en su tierra, dedicada a lo que ama: sembrar arroz, ma¨ªz, cuidar gallinas. Ahora vive con 48 familias m¨¢s en Curvarad¨®, en un ¨¢rea donde gozan de la protecci¨®n de organismos nacionales e internacionales. En total han regresado 1.300 familias a las dos comunidades; la cifra de los que no han podido volver nadie la sabe.
Pero reclamar la tierra es una misi¨®n de alto riesgo. La lista de los que han sido asesinados es larga: 66 en los ¨²ltimos nueve a?os. Figuran varias mujeres. Yolanda Izquierdo es una de ellas. La asesinaron en 2007 en el departamento de C¨®rdoba, cuna de los paramilitares. Liria Rosa est¨¢ en la lista de los amenazados: ¡°Me han perseguido para golpearme; me han gritado: te vamos a acabar", cuenta. En los ¨²ltimos d¨ªas el grito amenazante es distinto: ¡°Ya te han mentido en el censo para que te devuelvan la tierra; nosotros tenemos un censo distinto para irles matando uno a uno¡±.
El proceso de recuperaci¨®n de las tierras dio un gran paso adelante hace dos a?os. Los ladrones de la tierra recurrieron una orden de devoluci¨®n, dictada por las autoridades para repoblar la zona, y la Corte Constitucional fren¨® la devoluci¨®n. Pero tambi¨¦n pidi¨® un censo de los que fueron expulsados de sus tierras en 1997. Parte de ese censo ya est¨¢ hecho.
Liria Rosa siente que no hay garant¨ªas para continuar. Grupos de los nuevos paramilitares est¨¢n rondando la zona, est¨¢n sembrado coca y nadie hace nada a pesar de que la zona est¨¢ fuertemente controlada por el Ej¨¦rcito. Y contiene las l¨¢grimas cuando recuerda a los que han muerto estos a?os intentado recuperar su tierra, entre ellos el padre de cinco de sus ocho hijos y un yerno.
"Las mujeres est¨¢n jugando un papel clave en este proceso de restituci¨®n", asegura Ana Teresa Bernal, de la Comisi¨®n Nacional de Reparaci¨®n. Y tiene una explicaci¨®n: a los hombres los mataron. Nombra a varias l¨ªderes. Una de ellas es Carmen Palencia que, tras soportar el asesinato de su marido, dos desplazamientos y un atentado que la dej¨® en coma dos meses, lidera desde su asociaci¨®n Tierra y Vida la devoluci¨®n de 150.000 hect¨¢reas en otro retazo de la regi¨®n bananera de Urab¨¢, en el Caribe, donde en los a?os noventa se implant¨®, a punta de terror, el modelo paramilitar.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.