Hait¨ª en la encrucijada
La misi¨®n de los cascos azules de pacificar y estabilizar el pa¨ªs se ha cumplido. La MINUSTAH debe iniciar su retirada gradual y el desaf¨ªo es hacerlo de forma ordenada y planificada.
No ha sido un buen a?o para los cascos azules en Hait¨ª. A las acusaciones de que la epidemia de c¨®lera que le cost¨® la vida a m¨¢s de 6.000 haitianos se habr¨ªa originado en las tropas nepalesas, se a?ade un v¨ªdeo reciente mostrando a soldados uruguayos abusando de un adolescente haitiano. Varios pol¨ªticos haitianos han exigido el retiro inmediato de los 12.000 efectivos que integran la misi¨®n.
En ese marco, el anuncio del secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, de una reducci¨®n del tama?o de la MINUSTAH es bienvenido. Un primer paso ser¨ªa el volver a los niveles anteriores al terremoto de 2010, esto es, a unas 10.000 tropas. Establecer un horizonte temporal, digamos, de unos cinco a?os, tambi¨¦n es imperativo. La MINUSTAH ya lleva en Hait¨ª siete. Brasil ya ha anunciado el inicio de la retirada de tropas.
Todo indica que los otros ocho pa¨ªses latinoamericanos (Argentina, Bolivia, Chile, Ecuador, Guatemala, Paraguay, Per¨² y Uruguay) que han tomado parte en la misi¨®n seguir¨ªan los pasos de Brasilia. En varios de ellos ¡ªincluyendo a Chile, que ha jugado un papel importante en la pacificaci¨®n de Hait¨ª incluso antes de la MINUSTAH¡ª, el tema de la extensi¨®n de la misi¨®n, sin una estrategia clara de salida, genera controversia. Tambi¨¦n es necesario adecuar el mandato de la MINUSTAH a una nueva realidad. Hait¨ª ya est¨¢ pacificado y estabilizado. La tarea de hoy es llevar a buen puerto la reconstrucci¨®n tras el terremoto e iniciar el desarrollo autosostenido requerido para crear empleo y levantar el nivel de vida de la poblaci¨®n.
Con todo, es justo reconocer que la misi¨®n ha sido cumplida. Desde la ca¨ªda de Jean-Claude Duvalier, Baby Doc, en 1986, Hait¨ª ha atravesado por la transici¨®n m¨¢s compleja de Am¨¦rica Latina. Entre 1986 y 1990, Hait¨ª tuvo cinco Gobiernos, en un verdadero juego de sillas musicales entre civiles y militares. Sin embargo, desde el 2006 al 2011, el presidente Ren¨¦ Pr¨¦val complet¨® su periodo de cinco a?os y fue el primer presidente haitiano electo en lograrlo y en haber entregado la banda presidencial a un sucesor tambi¨¦n electo, el presidente Michel Martelly. Ello fue posible gracias a la labor conjunta de haitianos y de la comunidad internacional por estabilizar el pa¨ªs.
Por ello, la MINUSTAH no puede cerrar la tienda de un d¨ªa para otro. Hait¨ª no tiene Fuerzas Armadas, fueron eliminadas en los a?os noventa, y para bien, para terminar con las asonadas militares. La Polic¨ªa Nacional Haitiana, con una fuerza de 10.000 hombres y mujeres, dispone de solo la mitad de los efectivos necesarios para mantener la ley y el orden en un pa¨ªs de 10 millones de habitantes. Toda retirada de los cascos azules debe ser gradual. Debe tambi¨¦n ir de la mano con la formaci¨®n de una fuerza policial de una magnitud y nivel profesional tal que pueda garantizar la paz social en la patria de Dessalines y L'Ouverture.
Hait¨ª cae en la categor¨ªa de Estados fr¨¢giles, es decir, aquellos en los cuales el Estado no est¨¢ plenamente en condiciones de brindar servicios esenciales como seguridad, protecci¨®n de la propiedad e infraestructura a la poblaci¨®n. El gran peligro est¨¢ en que estos pasen de "fr¨¢giles" a "fallidos", como ha ocurrido en Somalia o Afganist¨¢n. Una tarea prioritaria para evitarlo es la seguridad ciudadana. Adem¨¢s de fortalecer la polic¨ªa, es fundamental reforzar el poder judicial y el sistema carcelario. Los jueces en Hait¨ª han sido tradicionalmente mal pagados y f¨¢cilmente corrompibles. Varias de las c¨¢rceles en el pa¨ªs sufrieron graves da?os en el terremoto.
La creaci¨®n de unas nuevas Fuerzas Armadas haitianas est¨¢ sobre la mesa. A largo plazo, es algo a considerar, pero, hoy por hoy, es un desprop¨®sito. Ha costado mucho llevar a la Polic¨ªa Nacional Haitiana a las cifras actuales, y la meta original de 14.000 efectivos para diciembre de este a?o ya no se va a alcanzar. Al ritmo actual, puede llevar 10 a?os llegar a los 20.000 polic¨ªas. La idea de que, en estas circunstancias, Hait¨ª debe volver a formar un ej¨¦rcito no resiste el an¨¢lisis. Un 60% del presupuesto nacional proviene de la cooperaci¨®n internacional. Incluso si Haiti estuviese en condiciones de recrear su ej¨¦rcito, que no lo est¨¢, ?qui¨¦n lo financiar¨ªa? Si hay algo que Hait¨ª no necesita, son dos fuerzas armadas y de orden d¨¦biles. Ser¨ªa una receta para el desastre.
Hait¨ª tiene ahora una gran oportunidad. El presidente Martelly dispone de una considerable reserva de buena voluntad tanto en casa como en el extranjero. El Gobierno del presidente Obama est¨¢ muy bien predispuesto, como tambi¨¦n lo est¨¢ Canad¨¢. Lo mismo vale para los pa¨ªses del ABC, Argentina, Brasil y Chile. La propia Espa?a ha indicado su inter¨¦s en ser parte de una soluci¨®n para Hait¨ª. El recientemente designado representante especial del secretario general de la ONU, el excanciller chileno Mariano Fern¨¢ndez, ya ha demostrado su capacidad de convocatoria al unir al Gobierno y la oposici¨®n en varias iniciativas. La reciente aprobaci¨®n por parte de la Asamblea Nacional de Garry Conille como pr¨®ximo primer ministro ¡ªtras el rechazo de dos candidatos anteriores nominados por el presidente¡ª indica una potencial quiebra del impasse entre el Ejecutivo y el legislativo que ha tenido a Hait¨ª en el limbo cuatro meses, aunque la decisiva votaci¨®n en el Senado para confirmar en su cargo al primer ministro est¨¢ a¨²n por llegar.
Los desaf¨ªos de Hait¨ª son enormes. Solo un 20% de los escombros remanentes del terremoto de enero de 2010 han sido removidos. M¨¢s de 600.000 haitianos se encuentran a¨²n en campamentos para damnificados, sin un techo firme sobre sus cabezas. Gran parte de los recursos para la reconstrucci¨®n y el desarrollo comprometidos el a?o pasado por la comunidad internacional (unos 10.000 millones de d¨®lares) no han sido a¨²n asignados, no digamos ya gastados. Sin embargo, a diferencia de ocasiones anteriores, hay un plan de acci¨®n sobre la mesa, preparado por el destacado economista de la Universidad de Oxford Paul Collier, con propuestas concretas. El desarrollo de la infraestructura, la descentralizaci¨®n y volver a impulsar la incipiente industria textil que floreci¨® en los ochenta son algunas de las medidas contempladas.
Hait¨ª no deja de tener una serie de ventajas comparadas, incluyendo una bien capacitada fuerza de trabajo, cercan¨ªa y acceso privilegiado al mayor mercado del mundo ¡ªEstados Unidos¡ª, y una posici¨®n central en el mar Caribe, que pueden ser desplegadas para maximizar sus oportunidades. De acuerdo con el Foro Econ¨®mico Mundial, aunque el PIB de Hait¨ª cay¨® un 8,5% el a?o pasado, el pa¨ªs tiene un potencial de crecimiento de entre un 6% y un 8% al a?o de aqu¨ª a 2020. Pese a todas sus dificultades, el valor de las exportaciones ya ha superado el nivel anterior al terremoto.
La MINUSTAH es la primera misi¨®n de operaciones de paz de la ONU integrada por una mayor¨ªa de efectivos latinoamericanos. Ha sido una prueba de fuego para verificar el grado de compromiso de los pa¨ªses de la regi¨®n con lo que podr¨ªamos llamar sus deberes c¨ªvicos internacionales. Si las fuerzas armadas latinoamericanas no participan en pacificar y estabilizar Hait¨ª, ?cu¨¢les lo van a hacer? Pese a algunos tropiezos no menores, la MINUSTAH se ha desempe?ado de manera honorable. Estabiliz¨® el pa¨ªs, que fue la meta que se le hab¨ªa encargado. Ha llegado el momento de iniciar su retirada gradual. El desaf¨ªo es hacerlo de manera ordenada y planificada; y en el curso de a?os, no de meses.
Jorge Heine, abogado, diplom¨¢tico y exministro de Estado chileno, es el catedr¨¢tico CIGI de Gobernanza Global en la Escuela Balsillie de Asuntos Internacionales en Waterloo, Ontario. Su libro, Fixing Haiti: MINUTASH and Beyond, est¨¢ publicado por United Nations University Press.
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