Renovaci¨®n en Colombia
El presidente colombiano, Juan Manuel Santos, ha dado otro paso. Primero se apunt¨® un excelente resultado en las elecciones del 30 de octubre, en especial para alcald¨ªas y gobernaciones, aunque la naturaleza de las mismas, con un fuerte elemento personalista entre los elegidos, permita diversas lecturas. Y el lunes pasado anunci¨® la disoluci¨®n del Departamento Administrativo de Seguridad (DAS), o servicio nacional de inteligencia, que se hab¨ªa ilustrado durante el mandato del anterior presidente, ?lvaro Uribe, con el espionaje de pol¨ªticos, periodistas, magistrados e intelectuales de toda condici¨®n.
La Corte Suprema de Justicia hab¨ªa sido lapidaria, al dictaminar que el departamento "se puso al servicio de criminales", en un caso en el que filtr¨® informaci¨®n que ayud¨® a los paramilitares en sus actividades delictivas. Y ese paso profundiza la desuribizaci¨®n del Estado por el n¨²mero y variedad de altos funcionarios de la anterior Administraci¨®n (2002-2010) -entre ellos todos los directores del DAS nombrados en ese tiempo- que est¨¢n siendo investigados o directamente en prisi¨®n.
El presidente Santos dispone hoy de m¨¢s poder que probablemente ning¨²n jefe de Estado anteriormente, con muy s¨®lido apoyo en las C¨¢maras, en el poder local, y en la opini¨®n en general, que registra niveles de aprobaci¨®n incluso superiores a los de su antecesor. Y por ello ha de saber gobernar con un consenso que no desde?e la apertura a la izquierda, como es el caso del movimiento Progresistas, cuyo l¨ªder, el exguerrillero Gustavo Petro, ocupa hoy la alcald¨ªa bogotana; as¨ª como no ceder a la tentaci¨®n del mesianismo, enfermedad tan latinoamericana. Este segundo a?o del mandato de Santos ha de ser el del cumplimiento de grandes promesas, como la restituci¨®n de la tierra a varios millones de desplazados por la acci¨®n criminal de paramilitares y guerrilla en una prolongada guerra colombiana, que a¨²n no ha concluido.
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