Wikileaks se lanza contra la industria del espionaje
Assange acusa a 160 empresas de la industria de inteligencia de 25 pa¨ªses de vender "su tecnolog¨ªa a cualquier pa¨ªs del mundo"
Julian Assange ha denunciado el jueves en Londres algo que no era exactamente un secreto en la ciudad que ha protagonizado el esc¨¢ndalo de las escuchas ilegales del difunto tabloide News of The World: que es muy f¨¢cil interceptar un tel¨¦fono m¨®vil. El fundador de WikiLeaks ha lanzado en la capital brit¨¢nica su ¨²ltima campa?a: la difusi¨®n de 287 documentos que quieren poner en evidencia los sistemas de interceptaci¨®n masiva que se han desarrollado en occidente, en particular desde los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos.
Acompa?ado de media docena de expertos y periodistas de investigaci¨®n, Assange ha denunciado a 160 empresas de la industria de inteligencia de 25 pa¨ªses ¡°que venden su tecnolog¨ªa a cualquier pa¨ªs del mundo¡±.
El periodista franc¨¦s Jean Marc Manach ha presentado el caso de la empresa francesa Amesys, a la que ha acusado de haber vendido su tecnolog¨ªa al depuesto y linchado dictador libio Muamar el Gadafi. Esa tecnolog¨ªa habr¨ªa permitido a Gadafi espiar desde Tr¨ªpoli a opositores al r¨¦gimen residentes en Londres, por ejemplo. Manach ha difundido una lista de direcciones electr¨®nicas de numerosos opositores e incluso un abogado brit¨¢nico que trabaja para la Oficina de Investigaci¨®n Period¨ªstica, que estaban en posesi¨®n del aparato represor del dictador libio.
La mayor¨ªa de los documentos son folletos de propaganda de las empresas en los que estas describen las capacidades de sus productos
El problema es que Assange y sus colaboradores no han podido citar a otras empresas que hayan colaborado con reg¨ªmenes dictatoriales, aunque han sostenido que tienen una connivencia generalizada con los reg¨ªmenes ¨¢rabes en los que se est¨¢n viviendo revueltas en los ¨²ltimos meses. Tampoco han podido acusar a ninguna otra empresa concreta de haber cometidos actos ilegales, m¨¢s all¨¢ de considerar ilegal vender a un r¨¦gimen dictatorial material que puede ser utilizado para reprimir. Pero eso es algo que ocurre con muchos otros productos enmarcados en la categor¨ªa de tecnolog¨ªas de doble uso: se pueden utilizar para bien o para mal.
La periodista italiana Stefania Maurizi, por ejemplo, admiti¨® que las escuchas legales salvaron la vida de un colega suyo de la revista L¡¯Espresso que iba a ser asesinado por la mafia. Por eso, a su juicio el problema es que habr¨ªa que regular esa actividad y perseguir el espionaje ilegal.
¡°Es verdad que todos sabemos desde hace tiempo que ese tipo de actividades existen, pero al verlo reflejado de forma tan cruda en esos documentos me convenc¨ª de la importancia del tema¡±, declar¨®. Pero la inmensa mayor¨ªa de los documentos son meros folletos de propaganda de las empresas en los que estas describen las capacidades de sus productos.
Assange discrep¨® de Maurizi en un aspecto: en su opini¨®n no se trata de un problema de regulaci¨®n del sector sino de que los gobiernos faciliten a las personas potencialmente afectadas los instrumentos que les permitan contrarrestar esas tecnolog¨ªas. El problema en este caso es que ¨¦l mismo hab¨ªa dicho que hay millones de potenciales afectados: todos los que posean tel¨¦fonos m¨®viles tan populares como iPhone, Blackberry o Android.
Jacob Appelbaum, un experto independiente en seguridad cibern¨¦tica que actualmente trabaja con la Universidad de Washington y desde hace tiempo vinculado a WikiLeaks, insisti¨® en que la cuesti¨®n de la legalidad o ilegalidad de las actividades de esas empresas es un asunto accesorio. ¡°El problema es que estas compa?¨ªas est¨¢n enviando gente a pa¨ªses como Siria en un momento en que est¨¢n matando a mujeres y ni?os y disparando a la gente entre los ojos. Por lo tanto lo de menos es que digan que esa tecnolog¨ªa tiene buenas intenciones cuando saben que se est¨¢ utilizando para perseguir a adversarios pol¨ªticos, como ha estado ocurriendo en Siria, en T¨²nez, en Egipto, lo que ha ocurrido en Libia. Estas compa?¨ªas conocen muy bien la situaci¨®n pol¨ªtica de esos pa¨ªses e intentan mantener esas relaciones en secreto. Y este es un asunto muy serio que no se puede tomar a la ligera¡±, declar¨®.
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