Gingrich, la ¨²ltima moda republicana
El ascenso del l¨ªder de la ¡®revoluci¨®n conservadora¡¯ refleja el desconcierto en el seno de la oposici¨®n al presidente Barack Obama en Estados Unidos
Newt Gingrich es la ¨²ltima moda entre los candidatos presidenciales republicanos. A diferencia de otros que le precedieron en esa posici¨®n, Gingrich cuenta con un largo historial pol¨ªtico y se le atribuye la formaci¨®n y los conocimientos suficientes para ser tomado en serio. Pero, como otras ef¨ªmeras estrellas en esta carrera, su repentino ascenso es la ¨²ltima prueba de las enormes dificultades de la oposici¨®n para encontrar al personaje adecuado para competir con Barack Obama en 2012.
Gingrich, un antiguo presidente de la C¨¢mara de Representantes que alcanz¨® notoriedad en los a?os noventa por el liderazgo de la llamada revoluci¨®n conservadora y por su protagonismo en la persecuci¨®n de Bill Clinton durante el caso Lewinsky, encabeza ahora la mayor¨ªa de las encuestas entre los aspirantes republicanos a la presidencia. Ha desbancado de ese puesto a Herman Cain, el due?o de pizzer¨ªas que vio su ascenso abortado por una sucesi¨®n de esc¨¢ndalos de car¨¢cter sexual. Antes de ¨¦l, estuvieron al frente el gobernador de Texas, Rick Perry, que fracas¨® estrepitosamente en los debates electorales, y la congresista Michele Bachmann, qui¨¦n se demostr¨® en seguida demasiado radical y superficial, incluso para el gusto radical y superficial del actual electorado republicano.
Durante todo ese carrusel de subidas y bajadas vertiginosas, siempre se mantuvo ah¨ª Mitt Romney, el exgobernador de Massachusetts, a quien se tiene como el candidato inevitable pero que se muestra incapaz de imponerse como el candidato preferido por los votantes. Cada vez que estos tienen una oportunidad de demostrar que Romney no les convence, lo hacen, ya sea apostando por Bachmann, por Perry, por Cain, por Gingrich o, quiz¨¢, por cualquier otro que pueda aparecer en el futuro.
Sin embargo, ya queda poco tiempo para la primera contienda de las primarias, los caucus de Iowa, que se celebrar¨¢n el 3 de enero, por lo que las semanas pendientes hasta esa fecha pueden convertirse en un mano a mano entre Gingrich y Romney. A grandes l¨ªneas, podr¨ªa decirse que el primero tratar¨¢ de captar el voto m¨¢s conservador y el segundo, el m¨¢s moderado. Pero eso no es lo m¨¢s importante que actualmente se debate en el Partido Republicano. Lo m¨¢s importante es la incapacidad de encontrar a un buen candidato que pueda, al mismo tiempo, satisfacer el paladar conservador de las bases y atraer suficientes votos moderados como para batir a Obama. La crisis econ¨®mica y algunos errores de su gesti¨®n han complicado la reelecci¨®n del presidente, pero este cuenta con la ayuda impagable del desconcierto en las filas opositoras.
El expresidente de la C¨¢mara de Representantes encabeza ahora la mayor¨ªa de las encuestas entre los aspirantes republicanos a la presidencia
Entre las acusaciones de acoso sexual contra Cain, los memorables patinazos de Perry y las extravagancias constantes de Bachmann o de Ron Paul, la carrera presidencial republicana se ha convertido en un circo que se sigue m¨¢s en busca de la pr¨®xima gracia que de una propuesta sobre el futuro del pa¨ªs. Sus debates han acabado siendo interesantes, no por su nivel pol¨ªtico, sino por las sorpresas desternillantes que pueden aportar.
La nueva estrella, Gingrich, no es garant¨ªa de un periodo de mayor seriedad y calma. Enormemente controvertido por su vida personal y por sus clamorosos cambios de posici¨®n, Gingrich ha estado siempre envuelto en la pol¨¦mica y ha demostrado a lo largo de su carrera gran capacidad para ganarse enemigos. Su ascenso obedece, como en los casos anteriores, a que habla claro. Comparado con Romney, siempre instalado en la confusi¨®n y el camaleonismo, Gingrich es un dechado de autenticidad.
La campa?a de Romney, que hasta ahora estaba basada en la m¨ªnima exposici¨®n del candidato, seguro como est¨¢ de que ser¨¢ finalmente el elegido, ha comenzado a dise?ar una estrategia anti-Gingrich. Una de las bazas posibles es la de aumentar la presencia de la esposa de Romney por m¨¢s de 40 a?os, con el prop¨®sito evidente de contraponerla a la azarosa vida sentimental de Gingrich, que va por su tercera esposa y que se divorci¨® de la anterior cuando ¨¦sta batallaba contra el c¨¢ncer.
Su actual mujer, Callista, no solo tiene gran influencia personal sobre el candidato, a quien convenci¨® para se convirtiera al catolicismo, sino que ocupa una posici¨®n determinante en su campa?a electoral. Fue el peso de Callista en las decisiones lo que provoc¨® la dimisi¨®n del primer equipo electoral de Gingrich y lo que a punto estuvo de hacer naufragar toda la operaci¨®n en su inicio. Gingrich cumple los horarios y pronuncia los m¨ªtines que decide Callista, por la que abri¨®, aparentemente, una l¨ªnea de cr¨¦dito de medio mill¨®n de d¨®lares en la famosa joyer¨ªa Tiffany¡¯s, un turbio asunto sobre el que el candidato no ha querido a¨²n dar explicaciones.
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