La caza del gitano a las afueras de Tur¨ªn
Una denuncia falsa de violaci¨®n desata una noche de violencia contra inmigrantes rumanos
La muchacha, de 16 a?os, cont¨® en su casa que unos gitanos le hab¨ªan robado la virginidad. Su hermano mayor, Alessandro, confirm¨® el relato: ¡°Fueron dos. Uno llevaba una sudadera gris. El otro ten¨ªa una gran cicatriz¡±. La historia fue extendi¨¦ndose por el barrio de Vallette, construido en los a?os 60 a las afueras de Tur¨ªn para albergar a los trabajadores que llegaban del sur de Italia. Los vecinos decidieron manifestarse contra el oprobio. Al principio, pac¨ªficamente. Luego, con gritos y piedras. Al final, un grupo de hinchas con insignias de la Juventus se hizo con el control de la protesta y avis¨®: ¡°Los ni?os y las mujeres, a casa. Vamos a cazar a esos gitanos¡±. Ya era de noche cuando las chabolas empezaron a arder.
Y ya era tarde, demasiado tarde, cuando Susanna ¨Cnombre ficticio que utiliza la polic¨ªa para referirse a la menor¡ª y su hermano Alessandro decidieron contar la verdad. Lo hicieron porque la mentira apenas aguant¨® las primeras preguntas de los Carabinieri. La muchacha hab¨ªa perdido la virginidad, pero no por la fuerza ni con un inmigrante rumano, sino de buena gana y con un amigo de su misma edad. Se invent¨® el estupro, ayudada por su hermano, por miedo. Miedo a los padres, tan obsesionados con la virginidad de Susanna que con frecuencia la llevaban al ginec¨®logo para que certificara su ¡°pureza¡±. Y miedo a la abuela, a quien la adolescente hab¨ªa prometido llegar virgen al altar.
Para entonces, s¨¢bado por la noche, un centenar de hinchas radicales se ha unido a los 500 vecinos que, hasta ese momento, protestaban con rabia pero sin violencia. No ocultan sus prop¨®sitos. Traen toda la quincalla t¨ªpica de estos grupos: capuchas, antifaces, bates de b¨¦isbol, botellas incendiarias¡ ¡°Hay que matarlos¡±, explica un testigo que gritaba el cabecilla, ¡°porque son unos hijos de puta¡±. La cacer¨ªa se inicia y los gitanos corren a esconderse. Algunos reciben una paliza mientras las barracas empiezan a arder y las bombonas de gas a explotar. El humo y el fuego ya se han adue?ado del campamento instalado a las afueras de la Vallette ¡ª el suburbio del suburbio¡ª cuando varias patrullas de los Carabinieri llegan al lugar. Dos hombres, uno de 20 y otro de 59 a?os, son detenidos por participar en los altercados. Mientras, dos agentes conducen hasta el lugar a, Alessandro, el hermano mayor de la muchacha, para que intente calmar a los violentos: ¡°Muchachos, muchachos, tranquilizaos. Mi hermana se lo ha inventado todo. No es culpa de estos¡¡±.
La muchacha hab¨ªa perdido la virginidad, pero no por la fuerza ni con un inmigrante rumano, sino de buena gana y con un amigo de su misma edad
Pero ¡°estos¡±, los otros, los z¨ªngaros, reaccionan como si en realidad s¨ª fuera su culpa. Las im¨¢genes de la televisi¨®n italiana los muestra cabizbajos, en silencio, intentando recuperar sus enseres entre las barracas humeantes, como si la agresi¨®n de la noche pasada ¨Co la pr¨®xima¡ª formara parte del gui¨®n inevitable de sus vidas. Los culpables perfectos. Por ser pobres y n¨®madas, por no poder buscar refugio bajo una casa o una bandera.
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