Las tres guerras de Obama
El presidente de EE UU siempre ha preferido utilizar la fuerza del modo menos visible posible
Barack Obama recibi¨® de su predecesor, George W. Bush, una herencia b¨¦lica envenenada. Aunque distinguiera entre Irak como una guerra ¡°elegida¡± y Afganist¨¢n como una guerra ¡°necesaria¡±, en ambos casos prometi¨® la retirada. La primera retirada ya ha tenido lugar, y seguramente ha sido mucho m¨¢s honrosa de lo que Obama jam¨¢s pudo imaginar. La retirada de Irak no salva el desastre que fue la invasi¨®n ni convalida la p¨¦rdida consiguiente de vidas, como tampoco deja detr¨¢s una democracia estable, pero permite pasar una dif¨ªcil p¨¢gina, reducir costes presupuestarios en ¨¦poca de crisis y, sobre todo, permitir a la Administraci¨®n Obama centrarse en su verdadero objetivo estrat¨¦gico: Asia-Pac¨ªfico.
La segunda retirada tambi¨¦n est¨¢ en marcha: tiene una fecha militar (2014) y unos plazos pol¨ªticos que, bien que mal, parecer estar cumpli¨¦ndose. Negociar con los talibanes que ampararon a Bin Laden no parece la mejor manera de cerrar el 11-S, pero visto desde Washington, todas las alternativas son peores. Por tanto, aunque plantee muchas dudas, el consentimiento otorgado por Washington a la apertura de una oficina de intereses talib¨¢n en Catar significa que Obama descuenta que su salida no ser¨¢ victoriosa sino, en el mejor de los casos, solo honrosa, sin victoria ni derrota (aunque, eso s¨ª, con un legado muy incierto dada la debilidad de Karzai).
Lo quiera o no, el historial b¨¦lico de este presidente premio Nobel de la Paz no acaba aqu¨ª. Al tiempo que Obama se zafaba del legado de Bush hijo, se enredaba en tres conflictos b¨¦licos de baja intensidad, como si para un presidente fuera imposible sustraerse del influjo magn¨¦tico del inmenso poder militar que Estados Unidos pone a su disposici¨®n.
La primera guerra de Obama ha sido, sin duda, Pakist¨¢n, donde, desde el comienzo de su mandato, el presidente apost¨® por un incremento radical de las operaciones de bombardeo en los territorios del Noroeste de Pakist¨¢n. Esta campa?a de bombardeos contra los l¨ªderes de Al-Qaeda y talibanes all¨ª basados (que habr¨ªa supuesto la muerte de unos 1.500 activistas) ha requerido, d¨ªa tras d¨ªa, torcer el brazo de pol¨ªticos y militares paquistan¨ªes, sumamente reacios a la presencia y actividades estadounidenses en su territorio. Despu¨¦s de que 26 militares paquistan¨ªes murieran tras una reciente incursi¨®n estadounidense (y con el recuerdo fresco de la humillaci¨®n sufrida como consecuencia de la operaci¨®n para matar a Bin Laden), el Gobierno paquistan¨ª ha suspendido el permiso a la CIA para utilizar la base de Shamsi para las operaciones de sus aviones no tripulados. Por eso, aunque esta guerra est¨¢ vinculada a Afganist¨¢n y muy bien podr¨ªa continuar una vez llevada a cabo la retirada de all¨ª, su final es sumamente incierto.
Obama no quiere involucrar a su pa¨ªs en otra guerra contra un pa¨ªs musulm¨¢n de manera evidente
La segunda guerra de Obama se desarroll¨® en los cielos de Libia. Obama dijo que se sentaba ¡°en el asiento de atr¨¢s¡±, dejando a franceses y brit¨¢nicos la conducci¨®n de la guerra, pero lo cierto es que, una vez m¨¢s, la participaci¨®n de EE UU fue absolutamente determinante, hasta el punto de que los europeos no hubieran podido sostener la campa?a m¨¢s all¨¢ de los d¨ªas iniciales. La guerra no fue secreta, aunque s¨ª opaca, dado el deseo de Obama de no involucrar visiblemente a Estados Unidos en otra guerra contra otro pa¨ªs musulm¨¢n.
La tercera guerra de Obama est¨¢ cuajando, al parecer, en torno a Ir¨¢n. Los 8.000 pilotos y t¨¦cnicos a¨¦reos estadounidenses desplazados a Israel en los ¨²ltimos d¨ªas con el objeto de realizar maniobras conjuntas ofrecen una respuesta muy clara al anuncio de Ir¨¢n de que va a enriquecer uranio por encima de los niveles requeridos para su uso civil. A su vez, la ristra de atentados contra cient¨ªficos iran¨ªes, aunque supuestamente se lleve a cabo mediante actores interpuestos, bien sean opositores iran¨ªes, los servicios de inteligencia israel¨ªes o, ?por qu¨¦ no?, Arabia Saud¨ª u otros que tambi¨¦n consideran el programa nuclear iran¨ª como una amenaza de primer orden, no es algo que pueda ocurrir sin la aquiescencia, aunque sea impl¨ªcita, de Estados Unidos. Sumados a la tensi¨®n generada por las sanciones al sector petrolero iran¨ª y las amenazas de Teher¨¢n sobre el estrecho Ormuz, todo indica que los actores involucrados han decidido elevar sus apuestas y, en consecuencia, las posibilidades de un conflicto abierto.
Hasta ahora, igual que Bush hijo, Obama no ha dudado en emplear la fuerza para defender lo que percibe que son los intereses de Estados Unidos. Pero en contraposici¨®n a Bush, ha preferido siempre utilizar la fuerza del modo menos visible posible, no comprometer fuerzas terrestres y permitir que otros asuman el protagonismo. Hasta la fecha, las guerras de Obama han sido de baja intensidad: pero seg¨²n avanza 2012, las cosas pueden cambiar.
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