El miedo ha salvado quiz¨¢ el euro
Ahora hace falta una pol¨ªtica de la esperanza, una estrategia de crecimiento
Angela Merkel lleg¨® a Davos el mi¨¦rcoles 25 de enero y, en un discurso construido con tanta solidez como un Mercedes, volvi¨® a asegurar a los l¨ªderes econ¨®micos del mundo que el euro se va a salvar. Esta vez, sin embargo, existe una diferencia: parece que hay m¨¢s gente que se lo cree. Y eso suscita de inmediato dos preguntas: aunque se salve la eurozona, ?d¨®nde est¨¢ la estrategia de crecimiento? ?Y d¨®nde deja ese rescate del euro a la pol¨ªtica europea en general?
A prop¨®sito del euro, noto un cambio de ¨¢nimo considerable. Hace seis meses, los l¨ªderes pol¨ªticos y empresariales no estaban convencidos de que Europa en general, ni Alemania en particular, fueran a hacer lo que era necesario. Una acumulaci¨®n gradual de medidas pragm¨¢ticas individuales ¡ªmuy al estilo de Merkel¡ª ha cambiado esa sensaci¨®n. Est¨¢ la decisi¨®n de acelerar la implantaci¨®n del Mecanismo de Estabilidad Financiera el pr¨®ximo verano, pisando los talones al Instrumento Europeo de Estabilidad Financiera ya existente. Est¨¢ el papel muy activo del FMI, otro m¨¦todo indirecto que tienen los Gobiernos europeos para ayudar (e imponer condiciones) a otros Gobiernos europeos. Est¨¢n los ¡°dos Marios¡±. Hace poco o¨ª a un destacado banquero calificar la iniciativa de Mario Draghi de conceder generosos pr¨¦stamos a tres a?os del Banco Central Europeo a los bancos como ¡°la forma europea de FC (flexibilizaci¨®n cuantitativa)¡±. El programa pedag¨®gico de Mario Monti para Italia tambi¨¦n ha recibido elogios. No se trata de un ¡°gran bazuka¡± al estilo de China o Estados Unidos; la versi¨®n europea consiste en un despliegue de bazukas peque?os y medianos.
Dado que la realidad de los mercados es cuesti¨®n de percepciones, y que los seres humanos que forman ¡°los mercados¡± tienen una s¨®lida representaci¨®n aqu¨ª, en Davos, podemos decir que esa percepci¨®n es tambi¨¦n un elemento de realidad. El ¨¢nimo podr¨ªa volver a cambiar, incluso en cuesti¨®n de d¨ªas, si no se resuelve el aparente punto muerto en el que se encuentra la situaci¨®n de la deuda griega. Pero cada vez se oye m¨¢s decir que Grecia es un caso especial. En caso de una bancarrota griega, la eurozona tendr¨ªa que actuar muy deprisa para demostrar que no iba a dejar que Portugal siguiese el mismo camino. Pero, de conseguirlo, ese podr¨ªa ser tambi¨¦n un punto de inflexi¨®n muy positivo. Significar¨ªa haber trazado una l¨ªnea.
Supongamos, pues, que, de aqu¨ª a seis meses, se salva la eurozona. Surgen dos problemas. El primero: ?de d¨®nde va a venir el crecimiento? La receta alemana de austeridad ¡ªsobre la que Merkel cree que necesita convencer a los reacios votantes alemanes (con unas elecciones nacionales en el horizonte, el pr¨®ximo a?o), el Bundesbank y el Tribunal Constitucional alem¨¢n¡ª no da una respuesta clara.
Hay un escepticismo e incluso cinismo generalizado sobre los pol¨ªticos
Como advirti¨® George Soros en el discurso pronunciado en Davos el mi¨¦rcoles, si Europa no tiene una estrategia de crecimiento, corre peligro de caer en una ¡°espiral de deuda deflacionaria¡±. Si las econom¨ªas se contraen y los ingresos fiscales disminuyen, el peso de la deuda ¡ªla ratio de la deuda acumulada respecto al PIB¡ª aumentar¨ªa. A principios de semana, el FMI hizo p¨²blica una previsi¨®n revisada en la que hablaba de una contracci¨®n de la econom¨ªa de la eurozona del 0,5% en 2012; por supuesto, a algunos pa¨ªses les ir¨¢ mucho peor que a otros, y Reino Unido se ver¨¢ arrastrado.
Lo cual nos devuelve a la pol¨ªtica. Si los mercados se mueven por percepciones y emociones, tambi¨¦n lo hacen las democracias. Los primeros dependen de las de unos cuantos, y las segundas, de las de muchos. Y los sentimientos en Europa son muy negativos. Lean los peri¨®dicos, vean la televisi¨®n, observen las encuestas de opini¨®n, sigan los debates en los Parlamentos nacionales, vean las manifestaciones en las calles: encontrar¨¢n pocas muestras de lo que Merkel llam¨® el otro d¨ªa ¡°la felicidad de poder construir cosas juntos¡±.
Existen enormes resentimientos entre unas naciones y otras: los griegos contra los alemanes y los alemanes contra los griegos; los europeos del norte contra los del sur; los brit¨¢nicos contra casi todos y casi todos contra los brit¨¢nicos. Existe una crisis general de confianza en el proyecto europeo. Y existe un escepticismo e incluso cinismo generalizado sobre los pol¨ªticos, tanto nacionales como europeos.
Si lo que estamos presenciando es la salvaci¨®n del euro, es un triunfo del miedo, no de la esperanza. Otros grandes momentos del proyecto europeo ¡ªla implantaci¨®n del mercado ¨²nico, 1989, las sucesivas ampliaciones, el lanzamiento del propio euro¡ª se produjeron gracias a la esperanza. Hoy, es el miedo el que ha llevado a Alemania y otros a hacer lo m¨ªnimo necesario: el miedo a que los costes de la bancarrota sean m¨¢s altos que la desagradable y antip¨¢tica alternativa de ¡°rescatar¡± a los pa¨ªses en dificultades.
Si la eurozona no recupera el crecimiento, o si solo lo hace en unos cuantos pa¨ªses mejor situados, estos resentimientos se multiplicar¨¢n. Aunque salga adelante, la crisis dejar¨¢ legados de rencor. Cada vez m¨¢s personas en la UE se preguntar¨¢n: ¡°?As¨ª que para esto es para lo que de verdad sirve Europa?¡±. (Recordemos que la uni¨®n monetaria europea se concibi¨® no solo como una medida econ¨®mica sino tambi¨¦n, quiz¨¢ incluso m¨¢s, como una medida pol¨ªtica). Esta pregunta tiene buenas respuestas, que es preciso articular con urgencia. Son soluciones que tienen que ver con nuestra capacidad de negociaci¨®n en el mundo del siglo XXI, un mundo de gigantes emergentes, no occidentales, como China e India; desaf¨ªos globales como el cambio clim¨¢tico; la primavera ¨¢rabe, la serie de acontecimientos m¨¢s esperanzadora de esta d¨¦cada; y la defensa (con la ayuda de la crucial inmigraci¨®n del mundo ¨¢rabe, bien administrada) de los logros internos del ¨²ltimo medio siglo, incluida cierta mezcla europea de prosperidad relativa, calidad de vida, justicia social y seguridad.
Ser¨ªa una insensatez creer que el euro ha sido el camino mejor y m¨¢s recto para alcanzar esos objetivos. Si el euro no existiera, no ser¨ªa necesario implantarlo todav¨ªa durante un tiempo. Pero existe, con todos los defectos de dise?o que ahora se ven. Tenemos que partir desde donde estamos. Ahora ser¨ªa peor volver atr¨¢s que seguir adelante. Por dif¨ªcil que sea, los europeos deben corregir esos defectos sobre la marcha, trabajar dentro de los necesarios l¨ªmites que les imponen las democracias nacionales y a?adir una estrategia de crecimiento.
Y, sobre todo, tenemos que reconocer que salvar el euro no puede sustituir al proyecto pol¨ªtico general cuyo n¨²cleo y catalizador se supon¨ªa que deb¨ªa ser. La pol¨ªtica del miedo quiz¨¢ ha salvado el euro. Necesitamos una pol¨ªtica de la esperanza para dar con una respuesta europea a la primavera ¨¢rabe.
Timothy Garton Ash es catedr¨¢tico de Estudios Europeos en la Universidad de Oxford, investigador titular en la Hoover Institution de la Universidad de Stanford. Su ¨²ltimo libro es Los hechos son subversivos: ideas y personajes para una d¨¦cada sin nombre.
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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