?Es Pablo Ibar el asesino del v¨ªdeo?
Un juez rechaza repetir el juicio del espa?ol condenado a muerte en Florida. El reo, preso desde 1994, apelar¨¢ argumentando falta de pruebas en un proceso lleno de irregularidades
Lleva casi 12 a?os en el corredor de la muerte, y, seis m¨¢s, encarcelado. Esta semana ha vuelto a sufrir un rev¨¦s judicial que le dejar¨¢ al menos otros dos o tres a?os encerrado junto a otros reclusos que esperan el momento de su ejecuci¨®n. A Pablo Ibar, sobrino del boxeador Urtain, hijo de emigrantes vascos en EE UU, de doble nacionalidad espa?ola y estadounidense, un juez del condado de Broward (Florida) le ha denegado la posibilidad de que se repita el juicio en el que un jurado popular le hall¨® culpable en el a?o 2000, por nueve votos frente a tres, de un triple asesinato por el que fue condenado a la pena capital. Dos a?os antes, otro jurado hab¨ªa sido incapaz de llegar a un acuerdo sobre su culpabilidad o inocencia por los mismos hechos.
?Desde su condena, Pablo, de 40 a?os, trata de demostrar que su juicio estuvo plagado de irregularidades, que no tuvo una correcta asistencia letrada, y que el rostro que aparece en el v¨ªdeo que grab¨® el asesinato ¡ªprueba principal en su contra¡ª no es el suyo. Apelar¨¢ la decisi¨®n del juez ante el Tribunal Supremo de Florida, pero el recurso, previsiblemente, no tendr¨¢ respuesta antes de un par de a?os. ?Hay o no una duda razonable sobre su culpabilidad?
El comienzo de la historia se remonta a 1994. El 27 de enero de ese a?o, los cuerpos de Casimir Sucharski, de 48 a?os, y de Sharon Anderson y Marie Rogers, dos modelos de 25, aparecieron acribillados a tiros en casa de Sucharski. ?l era due?o del club nocturno Casey¡¯s Nickelodeon; un hombre desconfiado que guardaba el dinero dentro de sus botas y que llevaba dos semanas muy preocupado por su seguridad. Tanto, que ocho d¨ªas antes de morir mand¨® colocar una c¨¢mara en el sal¨®n de su casa. Hab¨ªa echado del chalet a su pareja, y no le gustaba la persona con la que esta se hab¨ªa ido a vivir. Sospechaba que era un narcotraficante.
Su temor dej¨® un rastro de los asesinatos. La c¨¢mara lo grab¨® todo. C¨®mo entraban en la casa a las 7.18 dos personas, una con gorro y gafas, y otra con la cabeza cubierta con una camiseta. C¨®mo golpearon y mataron a las tres aterrorizadas v¨ªctimas en un largo suplicio que dur¨® algo m¨¢s de 20 minutos. C¨®mo le quitaron a Sucharski las botas, en las que la polic¨ªa sospecha que pod¨ªa haber entre 10.000 y 20.000 d¨®lares en efectivo (entre 7.600 y 15.200 euros). Despu¨¦s del crimen, el que se cubr¨ªa la cabeza se quit¨® la camiseta y fue brevemente grabado por la c¨¢mara. A las 7.40 abandonaron la casa.
La polic¨ªa encontr¨® casquillos de nueve mil¨ªmetros; la marca de una pisada formada con la sangre de una de las v¨ªctimas; huellas dactilares y pelos de los que se pudo extraer ADN; una m¨¢scara y una camiseta usada por uno de los asaltantes. Y el v¨ªdeo. Esas im¨¢genes eran la pista principal de la polic¨ªa. Distribuyeron el rostro borroso que aparec¨ªa en el v¨ªdeo y, tres semanas m¨¢s tarde, en una comisar¨ªa de otro distrito, un agente crey¨® reconocerlo. Acababan de detener a Ibar junto a unos amigos por un robo.
Su abogado apelar¨¢ de nuevo para lograr que un jurado escuche a un experto en antropolog¨ªa forense
Despu¨¦s apareci¨® un testigo. Los asaltantes, tras el triple asesinato, se marcharon en el Mercedes descapotable de Sucharski ¡ªque despu¨¦s apareci¨® quemado¡ª. Gary Foy, un vecino, condujo delante de ellos durante un rato y se fij¨® en los ocupantes porque conoc¨ªa el veh¨ªculo. Cuando la polic¨ªa le ense?¨® fotos de sospechosos, eligi¨® dos. Una era de Ibar. En la rueda de reconocimiento posterior, el ¨²nico que coincid¨ªa con los que hab¨ªa visto previamente en los ¨¢lbumes policiales era Ibar. Gary Foy lo se?al¨®.
Ninguna de las pruebas halladas en el lugar del crimen inculpan ni a Ibar ni al otro sospechoso, Seth Pe?alver. Ni las huellas halladas en la casa ni el ADN de la camiseta que cubr¨ªa la cabeza del supuesto Ibar corresponden a ninguno de ellos. Se examin¨® el coche de Pe?alver por si hab¨ªa sangre: no la hab¨ªa. No hay ninguna prueba f¨ªsica incriminatoria. La mujer de Ibar asegura que la noche de los asesinatos ¨¦l estaba en su casa.
La polic¨ªa ense?¨® las im¨¢genes del v¨ªdeo a conocidos y familiares de Ibar y Pe?alver. Algunos los reconocieron, seg¨²n asegura la polic¨ªa. Los testigos afirman, sin embargo, que solo dijeron que se parec¨ªan a ellos, y que no eran conscientes de estar haciendo una identificaci¨®n. En todo caso, esta no era una prueba determinante. La calidad del v¨ªdeo era mala, los amigos y familiares no son expertos en an¨¢lisis faciales, y, por otro lado, que Pablo Ibar se parece a la persona del v¨ªdeo parece evidente. En ello coinciden todos los testimonios. La cuesti¨®n es si se ha probado no solo que es alguien f¨ªsicamente parecido sino que, efectivamente, es ¨¦l.
Aparecieron otros testigos implic¨¢ndolos. Como Jean Klimeczko, que viv¨ªa en la misma casa que Ibar. Esa noche hab¨ªa bebido y se hab¨ªa drogado. A lo largo del procedimiento, cambia varias veces su versi¨®n. En un primer momento dice que vio salir de madrugada a Ibar y a Pe?alver con una pistola y regresar en un coche ¡°grande y negro¡±. En otro dice que no recuerda haberlos visto ese fin de semana. Finalmente, asegura que hab¨ªa consumido tantas drogas ese fin de semana y los siguientes que no sabe bien lo que hizo ni lo que dijo.
Una exnovia de Seth Pe?alver tambi¨¦n declar¨® en su contra. Dijo que hab¨ªa visto a ambos esa ma?ana con un Mercedes. Pero lo declar¨® tres a?os despu¨¦s, justo cuando su entonces novio estaba en la c¨¢rcel. Ofreci¨® colaborar a cambio de conseguir alg¨²n beneficio para su pareja. El grupo de amigos y conocidos estaba metido en asuntos tan turbios, y cambian tantas veces su declaraci¨®n, que leyendo el caso resulta muy complicado discernir la verdad de las mentiras de estas declaraciones.
Seth Pe?alver fue condenado a muerte, pero su juicio fue anulado por el Tribunal Supremo de Florida. El alto tribunal consider¨® que se hab¨ªan producido numerosas irregularidades en el proceso y que este deb¨ªa repetirse. A¨²n no se ha celebrado. No tuvo la misma suerte Ibar. La gran diferencia con Pe?alver es que en el caso de este ¨²ltimo, el asaltante iba tapado con gafas y gorra y apenas se le ve en el v¨ªdeo. El caso de Ibar fue rechazado, y ha vuelto a serlo ahora. A pesar de que su entonces abogado, Kayo Morgan, ha reconocido que hizo un p¨¦simo trabajo ¡ªen esa ¨¦poca estaba muy enfermo, fue arrestado por agredir a una mujer embarazada, el juicio hubo de interrumpiese dos veces y no pidi¨® pruebas clave¡ª. Pero su nuevo letrado, Benjamin Waxman, sigue esperanzado.
¡°El juicio de Pablo no fue justo¡±, explica Waxman por correo electr¨®nico. ¡°En el recurso, propon¨ªamos varias pruebas al juez. En primer lugar, un experto brit¨¢nico en an¨¢lisis faciales que examin¨® el v¨ªdeo determin¨® que no ten¨ªa la calidad suficiente como para ser una prueba fiable y que, adem¨¢s, parec¨ªa que el asesino era una persona distinta a Ibar¡±. ¡°Quer¨ªamos tambi¨¦n¡±, prosigue el abogado, ¡°presentar como testigo a un ingeniero que asegura que el asesino era cinco cent¨ªmetros m¨¢s bajo que Pablo, y a otro experto en psicolog¨ªa del testimonio que desmonta la identificaci¨®n de Gary Foy por c¨®mo se llev¨® a cabo el reconocimiento en las fotos y en la rueda. El juez solo nos permiti¨® presentar la primera, y concluy¨® despu¨¦s que el testimonio del experto en an¨¢lisis facial no hubiera cambiado el veredicto. Discrepamos. La prueba de cargo es ese v¨ªdeo, y el jurado tendr¨ªa que haber escuchado la valoraci¨®n de un reconocido experto sobre la calidad del mismo y sobre la probabilidad de que sea Ibar. Es un testimonio clave. Trataremos de que acepten el resto de las pruebas¡±. Cree que hay muchas dudas sobre el v¨ªdeo como para que un jurado, con toda la informaci¨®n, se decida por un veredicto que conduce a la inyecci¨®n letal.
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