Limpieza ¨¦tnica en la nueva Libia
Las milicias de Misrata han expulsado a sus vecinos negros por haber apoyado a Gadafi Los 35.000 habitantes de Tauerga viven en campos de refugiados

La guerra acab¨® en Libia en octubre, pero Tauerga sigue siendo una ciudad fantasma. Casas saqueadas y quemadas. Calles destruidas. Cascotes, cristales, hierros retorcidos. Y silencio. No queda un alma en esta poblaci¨®n del Occidente libio, sometida a la venganza inclemente de sus vecinos de Misrata. Los de Tauerga, dicen, ayudaron a las tropas de Muamar el Gadafi en sus tropel¨ªas. Por eso han arrasado la ciudad y por eso nunca permitir¨¢n el retorno de sus 35.000 habitantes, hoy desperdigados en campos de refugiados dentro de su propio pa¨ªs. En esta revancha sangrienta, el odio pol¨ªtico se mezcla con un racismo soterrado. Adem¨¢s de gadafistas, los habitantes de Tauerga son negros.
"Tuvimos que dejar nuestras casas por la brutalidad de las milicias de Misrata", cuenta Atiya al Mayub. "El d¨ªa que me fui, cont¨¦ cuarenta cad¨¢veres en mi barrio". Cuando, en septiembre, lleg¨® al campamento de refugiados instalado en la antigua academia naval de Tr¨ªpoli, a unos 250 kil¨®metros de Tauerga, Atiya, militar jubilado, pens¨® que lo peor hab¨ªa quedado atr¨¢s. Se equivocaba.
En esta revancha,
El pasado 6 de febrero, una de las milicias de Misrata que controlan la capital irrumpi¨® en las instalaciones para hacer una redada. No era la primera vez. De otro campamento se hab¨ªan llevado a 85 varones de 14 a 60 a?os. "Salimos a protestar. Fue entonces cuando abrieron fuego". Siete refugiados murieron. Dos eran mujeres y tres, ni?os. Entre ellos Mohamed, de 13 a?os, hijo de Atiya, que muestra tembloroso el acta de defunci¨®n y una foto del cr¨ªo. "Es un desastre. No hay Estado. No hay ley".
Poco m¨¢s de 30 kil¨®metros y varias d¨¦cadas de desconfianza separan a Misrata y Tauerga. "Conviv¨ªamos, pero las relaciones nunca fueron buenas", se?ala Ali Noj, radi¨®logo del Policl¨ªnico de Misrata y hoy tambi¨¦n refugiado. "Nos han tratado mal desde siempre".
Descendientes de esclavos,
Los misrat¨ªes, comerciantes orgullosos y levantiscos, detestaban a Gadafi. Sus vecinos de Tauerga, descendientes de los esclavos llevados a Libia desde el siglo XVIII, le estaban agradecidos. El dictador mejor¨® sus condiciones de vida, les dio acceso a la educaci¨®n y, en su estrategia de usar a unas tribus contra otras, les ubic¨® en altos puestos en el Ej¨¦rcito y en la funci¨®n p¨²blica.
No es de extra?ar, pues, que combatieran junto al r¨¦gimen. O que Tauerga fuera una de las bases de los misiles Grad que durante cinco meses martirizaron a diario a Misrata, puerto comercial y tercera ciudad del pa¨ªs. En agosto, cuando lograron librarse del cerco gadafista con un coraje ya legendario, las brigadas misrat¨ªes volcaron su odio con sus vecinos. Si Misrata fue la ciudad m¨¢rtir de Libia, le tocaba ahora a Tauerga serlo tambi¨¦n.
"Despu¨¦s de bombardearnos, empezaron los saqueos, los asesinatos, las desapariciones", cuenta Ali Noj. Las im¨¢genes de hombres torturados y colgados por los pies dan una idea de los m¨¦todos. "En el fondo, es un problema hist¨®rico de discriminaci¨®n. Nos acusan de gadafistas. Pero tambi¨¦n Zliten [otra poblaci¨®n cercana a Misrata] apoyaba a Gadafi. Y a ellos no les han tocado", revela.
En efecto, los jefes tribales de Misrata han llegado a un acuerdo con los de Zliten, ¨¢rabes como ellos. ?C¨®mo explicar este doble rasero? Porque los combatientes de Tauerga, dicen, violaron a mujeres de Misrata. Pueden perdonarlo todo, menos eso.
El de las violaciones es un asunto controvertido que empieza a adquirir un cariz preocupante: el de bulo convenientemente utilizado para justificar el ensa?amiento contra la poblaci¨®n negra. Porque solo los negros, supuestamente, han violado. Primero fueron los mercenarios gadafistas, extranjeros e infieles. Y ahora las acusaciones se extienden contra los de Tauerga, libios y musulmanes. Sin descartar que se haya dado alg¨²n caso, las organizaciones de derechos humanos no han encontrado pruebas que sustenten las denuncias. Tampoco las ha hallado la ONU.
La mitad de los habitantes de Tauerga se han refugiado con parientes o amigos. El resto se reparte en varios campamentos en Bengasi y Tr¨ªpoli. Unos 2.500 est¨¢n en la antigua academia naval, vedada a la prensa. "Lo ¨²nico que ha hecho el Gobierno es impedir que los medios se nos acerquen", ironiza Nurdin Ramada en el exterior de las instalaciones. Con su chilaba y el anorak ra¨ªdo, cuesta imaginar al ge¨®logo Ramada como consultor de las principales petroleras, entre ellas Repsol.
A sus combatientes se les acusa de haber violado a mujeres en Misrata
No han logrado tener, dice Ramada, un contacto directo con el Gobierno. Saben que el Consejo Nacional de Transici¨®n encarg¨® un estudio de viabilidad para construir una nueva ciudad ¡°provisional¡± en el oasis de Yalu, en pleno desierto, o bien en Sirte, ciudad natal de Gadafi y tambi¨¦n represaliada. "Nunca lo aceptaremos", dice el ge¨®logo. "Queremos volver a Tauerga".
Pero eso es muy dif¨ªcil. "La ciudad est¨¢ destruida, y no hay condiciones de seguridad. Los ¨¢nimos est¨¢n a¨²n calientes", se?ala el finland¨¦s Georg Charpentier, coordinador humanitario de Naciones Unidas para Libia.
¡°El sistema tribal tiene
sus c¨®digos¡±, admite un delegado
de la ONU en Libia
La ONU media en este conflicto junto a la reci¨¦n creada agencia humanitaria libia (LibAid). El problema es que el resentimiento nacional contra Tauerga est¨¢ tan extendido, que nadie osa mover un dedo por ellos. "Es materia sensible. Cualquier dirigente que se pronuncie p¨²blicamente a favor de esta gente se quema, y las elecciones legislativas est¨¢n a la vuelta de la esquina", explica Charpentier.
Lo fundamental es poner a Tauerga en la agenda pol¨ªtica nacional, recalca el funcionario. Son ciudadanos libios y es inaceptable que vivan como refugiados en su propio pa¨ªs. "Deben integrarse en Tr¨ªpoli o Bengasi, votar en las elecciones y que los ni?os vayan a las mismas escuelas en tanto se soluciona su regreso". Para ello se mantienen conversaciones con las autoridades de Misrata, Bengasi y Tr¨ªpoli, y se intenta implicar adem¨¢s a los jefes tribales. El proceso llevar¨¢ tiempo. Y los habitantes de Tauerga se desesperan en los campamentos.
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