T¨²nez resiste la embestida salafista
La tradici¨®n laica y moderna rechaza el integrismo de los islamistas radicales Consenso parlamentario para que la 'shar¨ªa' no entre en la Constituci¨®n La fuerza de los extremistas aterroriza a una ciudad al suroeste de T¨²nez
Wafi Sabrine cubre su pelo con un pa?uelo enroscado al cuello. Solo ella y otra tunecina ocultan su cabello en una sala con una veintena de j¨®venes. La tela, de color negro, se desliza bajo un vestido ce?ido a la cintura. Sabrine tiene 25 a?os y es de Tataouine, en el sur de T¨²nez. ¡°All¨ª es tradici¨®n cubrirse la cabeza, soy musulmana, pero no muy practicante¡±, admite. Le divierten las preguntas sobre su pa?uelo y rebusca en el Cor¨¢n para darle sentido. Se lo cree. No r¨ªe tanto cuando habla de los salafistas. ¡°?Eso es nuevo en T¨²nez!", exclama Sabrine. "No respetan que la gente no practique la religi¨®n; quieren que la mujer lleve el niqab (prenda que solo descubre los ojos) y vista de negro; si no dialogan habr¨¢ conflicto¡±. Sabrine, su velo, forman parte de una minor¨ªa respetada en un pa¨ªs arabemusulm¨¢n que aprecia el laicismo. Pero tambi¨¦n alimenta una mayor¨ªa, la que ha dicho no a los salafistas, los islamistas m¨¢s radicales, tanto en las calles de T¨²nez como en la Asamblea elegida en las elecciones del 23 de octubre, las primeras de la primavera ¨¢rabe.
T¨²nez quiere rebajar el grito antidemocr¨¢tico de los salafistas, seguidores a pies juntillas del islam tradicional guiado por el Cor¨¢n y la palabra de Mahoma. Y el rechazo del Parlamento a introducir en la Constituci¨®n la shar¨ªa (ley isl¨¢mica) como norma fundamental ha echado un cable. Los islamistas de Ennahda, partido que ocupa la jefatura de Gobierno, han sido los ¨²ltimos en dar la espalda a los radicales. Porque, como reconoce en una charla con periodistas europeos el ministro de Inversiones, Riadh Bettaieb, dentro de Ennahda, partido al que pertenece, ¡°hay un porcentaje que quiere la shar¨ªa¡±. Han tenido que ceder. No solo a la ¨¦lite del partido -que hoy ya tira de corbata como este ministro- que cree en un Gobierno a la turca, sino, sobre todo, a los miles de tunecinos que, como sucediera el 20 de marzo durante la fiesta de la independencia, han protestado en la calle contra la islamizaci¨®n del Estado.
La celebraci¨®n de los 56 a?os de autogobierno tambi¨¦n sirvi¨® a los salafistas, armados con sus banderas negras, para rodear a su vera a partidarios y curiosos a lo largo del bulevar de la Avenida Bourguiba. "No somos terroristas", trat¨® de defender uno de los j¨®venes mostrando una l¨¢mina con un vers¨ªculo del Cor¨¢n. "Solo queremos que gobierne la palabra del profeta", aclar¨® en un esforzado tono did¨¢ctico. Pero las explicaciones se difuminan cuando son mayor¨ªa. Esl¨®ganes antisemitas proferidos en una de las ¨²ltimas manifestaciones salafistas han llevado a las fuerzas pol¨ªticas, Ennahda entre ellas, a condenar los ataques contra la minor¨ªa jud¨ªa.
La ca¨ªda del dictador Zine al Abidine Ben Ali con la revuelta del 14 de enero de 2011 ha tocado el paisaje de T¨²nez. El r¨¦gimen anterior no era amigo del islamismo m¨¢s aparente. ¡°No me dejaban entrar en la universidad con el pa?uelo¡±, recuerda Wafi Sabrine, ¡°as¨ª que me puse un safsari (prenda blanca tradicional) y logr¨¦ pasar¡±. Los trucos ya son historia y la calle se ha abierto a la libertad. ¡°Es normal que veas m¨¢s velos porque con Ben Ali estaba prohibido¡±, indica Radhia Belhadj, presidenta de AFTURD, asociaci¨®n tunecina que trabaja por los derechos de las mujeres. ¡°Pero eso no quiere decir que sean islamistas¡±. Y menos salafistas. "Son una minor¨ªa, no s¨¦ de d¨®nde salen, quiz¨¢ de Afganist¨¢n, pero ahora son muy visibles".
La identidad de T¨²nez, sacudida por el ruido de los salafistas, preocupa a sus ciudadanos. No hace falta preguntar -sirva de ejemplo- para que un vibrante partido de f¨²tbol Real Madrid-Villarreal acabe empapado por una discusi¨®n sobre el origen de los extremistas. ?D¨®nde estaban hasta ahora? ¡°Estaban ah¨ª, pero en silencio¡±, responde el presidente del Parlamento, Mustapha Ben Jaafar, en un encuentro informal con la prensa. El dirigente de Ettakatol, partido socialista que coaliga con los islamistas de Ennahda, cree que la libertad del momento les ha hecho ¡°m¨¢s visibles¡±. ¡°Y mejor que sea as¨ª¡±, contin¨²a Ben Jaafar. ¡°No podemos tenerles miedo¡±.
El emirato de Sejnane
Pero el miedo va por barrios. La capital, moderna y de tradici¨®n laica, es una isla algo desenganchada del sur rural y pobre. A 75 kil¨®metros de la ciudad de T¨²nez, en las monta?as, los salafistas, a falta del poder de las instituciones, han tomado el control de Sejnane. ¡°Es un test para poner en marcha un r¨¦gimen no democr¨¢tico, un califato¡±, denuncia Gharbi Raoudha, de la Liga Tunecina de Derechos Humanos (LTDH). Seg¨²n recoge el diario Al Maghreb, un grupo de unos 250 islamistas radicales ha ¡°talibanizado¡± la ciudad, de unos 45.000 habitantes. El LTDH, a trav¨¦s de los informes de sus activistas, ha constatado que los salafistas se han apoderado de un centro social cercano a la principal mezquita y desde ah¨ª reparten doctrina. Las denuncias de agresiones por beber alcohol y poner m¨²sica no se han hecho esperar. De nuevo: ?D¨®nde estaban antes? ¡°Muchos en la c¨¢rcel; otros eran criminales comunes que se convirtieron al salafismo en prisi¨®n¡±, contesta el presidente de la Liga, Abdessattar Ben Moussa.
El ¨®rdago pol¨ªtico salafista, no obstante, ha ca¨ªdo en saco roto con la negativa a que la shar¨ªa gobierne la Carta Magna. ¡°El islam tiene ya un sitio privilegiado en la vieja Constituci¨®n¡±, se?ala Samir Ben Amor, primer consejero del presidente provisional del pa¨ªs, Moncef Marzouki. Seg¨²n Ben Amor, el futuro pol¨ªtico de los radicales no es muy halag¨¹e?o. El partido que defiende, en cierta medida, sus intereses, el Hizb Ettahrir, no reconocido por el momento, volver¨¢ a intentarlo, pero su solicitud, dice el principal asesor presidencial, ser¨¢ ¡°rechazada¡±.
?Qui¨¦n simpatiza con los radicales entonces? ¡°Los salafistas no son T¨²nez¡±, aclara Azza Mechmeches, de la organizaci¨®n Mediterravenir. ¡°Es una minor¨ªa que quiere hacer de la religi¨®n algo p¨²blico¡±. Algo que, a priori, no est¨¢ en la lista de prioridades de los j¨®venes, los protagonistas de la revuelta del 14 de enero. ¡°Ellos¡±, explica esta treintea?era tunecina, ¡°piden dignidad, respeto y trabajo¡±. Y tanto. El 72% de los desempleados del pa¨ªs, con un paro que afecta al 19% de la poblaci¨®n activa, no ha cumplido m¨¢s de 30 a?os. Como Mechmeches, el profesor de Econom¨ªa pol¨ªtica Mohamed Haddar no ve ni rastro del pa¨ªs en los salafistas. "T¨²nez es el que sali¨® a la calle el d¨ªa de la independencia", defiende Haddar. "Nuestro problema no es la identidad. El enemigo -prosigue el economista- es la ignorancia y pobreza que alimenta los extremismos".
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