El ¡®dios-partido¡¯ tambi¨¦n es vulnerable
El PCCh es consciente de que obtiene su legitimidad del bienestar de la poblaci¨®n, pero la mejora econ¨®mica fortalece la sociedad, que se vuelve m¨¢s exigente y m¨¢s cr¨ªtica
Es tanta la complejidad de la sociedad china y tan brutal el cambio experimentado en las tres ¨²ltimas d¨¦cadas que Richard McGregor afirma en su libro El Partido. Los secretos de los l¨ªderes chinos (Turner, 2011) que si el Partido Comunista Chino (PCCh) ¡°se disolviera o desapareciera, habr¨ªa que formarlo de nuevo porque solo sus miembros tienen los conocimientos, la experiencia y las relaciones necesarias para gobernar el pa¨ªs¡±. Pero en el ¨²ltimo trimestre dos hombres, desde realidades totalmente opuestas, han mostrado a los 1.350 millones de chinos que el dios-partido que les gobierna tambi¨¦n es vulnerable.
Primero fue Wang Lijun, el superpolic¨ªa de Chongqing ¡ªla ¨²ltima megal¨®polis en ser declarada municipalidad tras Pek¨ªn, Shanghai y Tianjin, y, con 32 millones de habitantes, la m¨¢s pobre y la m¨¢s poblada de las cuatro¡ª. Despu¨¦s, Chen Guangcheng, el activista contra los abortos forzosos y contra la corrupci¨®n de las autoridades locales; el llamado abogado descalzo de los m¨¢s d¨¦biles: discapacitados, campesinos ignorantes y mujeres embarazadas. Estos dos hombres, al refugiarse en las representaciones de EE UU en China, han dejado al descubierto la fragilidad del gigante asi¨¢tico frente a su ciudadan¨ªa cada d¨ªa m¨¢s libre, m¨¢s conectada y m¨¢s desenvuelta en unas redes sociales h¨ªperactivas.
El PCCh es consciente de que su legitimidad la obtiene del bienestar de la poblaci¨®n, por lo que se esfuerza en mantener el crecimiento econ¨®mico, pero la mejora econ¨®mica fortalece la sociedad, que se vuelve m¨¢s exigente y m¨¢s intolerante hacia el c¨¢ncer de la rampante corrupci¨®n.
Wang y Chen dejaron tambi¨¦n al descubierto el doble rasero de Occidente y el peligro de una deriva hacia una guerra fr¨ªa entre Washington y Pek¨ªn. Wang, seg¨²n diversas fuentes, lleg¨® al Consulado de EEUU en Chengdu cargado de documentos que revelaban los obscuros manejos de su jefe, el entonces alcalde y secretario del PCCh en Chongqing, Bo Xilai, y de su esposa, Gu Kailai ¡ªahora detenida como sospechosa del asesinato del hombre de negocios brit¨¢nico Neil Heywood¡ª. Wang busc¨® refugio y asilo en EEUU, pero en menos de 48 horas fue entregado a las autoridades chinas y se encuentra en paradero desconocido. Por el contrario, Chen, invidente, tras burlar a los polic¨ªas locales que custodiaban su arresto domiciliario en un pueblo de la provincia de Shandong, lleg¨® a la Embajada de EEUU en Pek¨ªn en el coche de uno de sus diplom¨¢ticos. Chen siempre afirm¨® que no quer¨ªa irse de China, que lo que quer¨ªa era ¡°seguridad" para ¨¦l y su familia y que el Gobierno central castigase los abusos y la corrupci¨®n de los dirigentes de Shandong. Solo despu¨¦s de salir de la representaci¨®n estadounidense y conocer las amenazas que hab¨ªa recibido su esposa por los mismos mandos locales, Chen decidi¨® que su seguridad y la de su familia estaba mejor guardada si se iba a estudiar ¡ªy no como refugiado pol¨ªtico¡ª a EEUU.
Este doble golpe a la imagen p¨²blica del PCCh ha llegado en uno de sus momentos m¨¢s delicados: a las puertas del c¨®nclave, el XVIII Congreso, en que renovar¨¢ la c¨²pula de su poder. Si se tiene en cuenta que China est¨¢ regida por una direcci¨®n colegiada desde el ascenso de Jiang Zemin (1989), se hace m¨¢s patente el terror al vac¨ªo de poder y a la inestabilidad social.
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