Democracia a la pobre
La violencia desatada es la primera preocupaci¨®n de los latinoamericanos por segundo a?o consecutivo
Por dos a?os consecutivos Am¨¦rica Latina afirma que su mayor preocupaci¨®n no es la democracia, la econom¨ªa o el desarrollo social, sino la violencia desatada. El Latinobar¨®metro, encuesta que anualmente publica el instituto que encabeza Marta Lagos, cifra en el 32% la opini¨®n que as¨ª expresa muy justificadamente sus temores, puesto que el continente latinoamericano alberga el 9% de la poblaci¨®n mundial, pero acredita el 27% de muertes violentas. Ese volumen de homicidios es una negaci¨®n directa de la democracia.
La pobreza es un factor, pero ni siquiera la indigencia se traduce mec¨¢nicamente en guarismos de criminalidad. Entre 1990 y 2008 la pobreza cay¨® en Am¨¦rica Latina de un 48% a un 32%, pero no as¨ª la violencia, ni, sobre todo, la percepci¨®n social de la misma. Esa percepci¨®n, que va del 20% en Per¨² al 61% en Venezuela, tampoco se vincula proporcionalmente a la inseguridad. Las cifras son extremas en Venezuela porque el agravamiento de la inseguridad ha sido vertiginoso en los ¨²ltimos a?os. Pero hay ¡ªcomo destaca el Latinobar¨®metro¡ª otros dos factores, a¨²n de mayor importancia, que explican el desencadenamiento de la violencia en el mundo iberoamericano. Son la desigualdad en un continente en el que el 20% de la poblaci¨®n posee el 58% de la riqueza, y cinco pa¨ªses de la zona figuran entre los 10 m¨¢s injustos del mundo, uno de ellos el catec¨²meno de gran potencia que es Brasil. Y, a¨²n m¨¢s significativa, la ausencia o deficiencia de un discurso, en el s¨ªmil de moda, una narrativa, que el poder sea capaz de segregar para combatir la plaga.
Am¨¦rica Latina ha conocido recientemente dos ejemplos de conducci¨®n p¨²blica, en los extremos opuestos de ese arco de ¨¦xito o aparente fracaso: ?lvaro Uribe en Colombia y Felipe Calder¨®n en M¨¦xico.
En el Latinobar¨®metro se dice: ¡°Am¨¦rica Latina est¨¢ capturada por el clima de opini¨®n de que el crimen, la delincuencia, ha tomado la agenda informativa y domina la comunicaci¨®n social¡±. El presidente Uribe (2002-2010) logr¨® difundir, en cambio, una narrativa de victoria sobre el crimen, guerrillero y civil, que denomin¨® doctrina de seguridad democr¨¢tica. La estrategia surti¨® efectos inmediatos, de manera que propietarios de tierras, grandes y peque?os, familias con segundas residencias, y transe¨²ntes en general, recobraron libertad de movimientos. El Estado volvi¨® a estar presente en todo el pa¨ªs y la guerrilla ¡ªen absoluto, sin embargo, acabada¡ª tuvo que refugiarse en lo m¨¢s profundo de la espesura. El ¨ªndice de homicidios, hoy de 33 o 34 por 100.000 habitantes al a?o, ha bajado de m¨¢s de 40 a fin del siglo pasado, aunque m¨¢s ha ca¨ªdo la percepci¨®n de la violencia. El presidente en ejercicio, Juan Manuel Santos, si bien mantiene la doctrina Uribe y ha asestado golpes decisivos a las FARC, ha orientado principalmente su narrativa hacia la modernizaci¨®n del pa¨ªs, haci¨¦ndose con ello blanco de las cr¨ªticas de su antecesor, que se a?ora a s¨ª mismo en la presidencia.
El caso de Calder¨®n es diametralmente opuesto. Desde que en diciembre de 2006, al comienzo de su sexenio, declar¨® la guerra al narcotr¨¢fico, ha abierto un nuevo campo de batalla con una multiplicaci¨®n del ¨ªndice de homicidios de ocho a casi 20. En los ¨²ltimos a?os, los particulares han invertido en M¨¦xico miles de millones de euros en reforzar la seguridad de sus viviendas, y un 78% piensa que la situaci¨®n solo puede empeorar. El presidente mexicano rechaz¨® hace unos meses una oferta de negociaci¨®n de carteles del narco como algo incompatible con la democracia, que habr¨ªa ahondado la percepci¨®n de que el Estado estaba perdiendo la guerra. A punto de dejar el cargo, Calder¨®n insiste en que no hab¨ªa otra forma de encarar el problema. Jorge Casta?eda y Rub¨¦n Aguilar sostienen, diferentemente (El Narco: la guerra fallida, 2009), que aquella declaraci¨®n cre¨® un problema inexistente, en tanto que el periodista Jorge Zepeda replica que el narco estaba ya saliendo de las catacumbas para inundar la sociedad. La sobreexposici¨®n medi¨¢tica del fen¨®meno, con frecuentes anuncios oficiales de detenci¨®n de significados narcos, no ha constituido, en cualquier caso, una convincente narrativa de victoria, sino una fallida maniobra de consolaci¨®n.
Y todo ello remite a la insuficiencia del Estado, de la que es corolario la corrupci¨®n de las fuerzas de seguridad, mal del que se repone Colombia y padece agudamente M¨¦xico. El inventor del surrealismo, el franc¨¦s Andr¨¦ Breton, dijo con ingenio cruel y despectivo que ¡°si Kafka hubiera sido mexicano, habr¨ªa sido un autor costumbrista¡±.
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